Entendiendo la cuestión de la seguridad (I)
Divi Filius
En la conformación de un gabinete presidencial, pocas posiciones son tan apetecidas cómo la dirección de la Cartera del Interior o Ministerio de Gobernación. Quien dirige esta posición, tiende a ser en términos generales el ´segundo hombre fuerte´ de todo gobierno. Y en algunos casos, hasta el sucesor para las elecciones presidenciales próximas (como en la vieja práctica del PRI mexicano).
Fundamentalmente, cualquier encargo de esta posición de Gabinete tiene una función última: Mantener la seguridad y la preservación interna del contrato político, a decir, la vida humana dentro del ámbito estatal. Para esta tarea, las carteras de Gobernación se ayudan de los cuerpos de gendarmería y las agencias de inteligencia oficiales. Se necesita una ´parte´ que haga la investigación, una parte que pueda ´detener´ y una parte que pueda construir los insumos de información para la toma de ejecuciones. Todo esto, apoya esencialmente la prosecución penal. Con la cual cierra ´la pinza´ en la explicación del sustento del contrato político.
En determinados contextos hay situaciones críticas que retan la capacidad de los Estados por prolongar y mantener la vida pacífica. Tienden a ser denominadas asimetrías asimétricas en razón que por lo general superan las capacidades tradicionales de los Estados. Pueden citar cual ejemplo, el terrorismo global-yihadismo, el crimen organizado transnacional, los cárteles de la droga, las bandas criminales etc. Escenarios van escenarios vienen, pero algunos son aterradores. Por ejemplo, en el caso mexicano se estima que hay 13 organizaciones mayoritarias dedicadas al trasiego de drogas (carteles) y al menos 83 bandas criminales asociadas con estas organizaciones. Al final del día, estas organizaciones que operan cual Estados paralelos logran controlar vastos territorios y entablan relaciones simbióticas con la institucionalidad formal, en algunos casos incluso siendo capaces de financiar elecciones u ocupando cargos públicos. Ante esta situación es que, el escenario mexicano parece prácticamente irresoluble.
Para el caso de Guatemala, basta imaginar la situación del nuevo ministro de Gobernación. Sentado una vez en su despacho, dentro de todas las situaciones relativas al orden y seguridad del Estado, tiene cual prioridad el terrible tema de las extorsiones producto del accionar de las pandillas. Por último, en efecto, las pandillas. ¿Qué se puede hacer contra estructura criminales que – según cálculos conservadores- superan los 10,000 miembros? ¿Cómo se enfrenta un Estado – con capacidades tan limitadas cual el guatemalteco – a esta realidad? Vaya si no es una realidad compleja. Cualquier otro Estado, incluso los europeos que sirven como modelo de convivencia social (Suecia, Finlandia, Holanda, Dinamarca) colapsaría ante una situación como esta.
De allí viene luego la desesperación y la salida más fácil – así como la que mejor mediatiza-, las políticas de “mano dura” o “tolerancia cero” que son esencialmente acciones reactivas y torpes de parte de los Estados. ¿Cuál es la razón por la cual digo torpes? Pues muy simple, porque al final del día los Estados no pueden soportar la reacción de dichas estructuras criminales. ¿Cómo hacerles frente sin construir la percepción de ´conceder´ o ponerse de rodillas?
De esto, en la siguiente entrega.
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