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Los celulares y los niños

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Recientemente llamó la atención el titular de una noticia de prensa (PL 30 diciembre), que señala que el Papa Francisco reprendió ayer a los niños que usan el teléfono celular y chatean mientras comen con sus padres, y dijo que se debe restablecer la “comunicación” en las familias. Y les dijo: “¿tú, en tu familia, sabes comunicarte; o eres como esos niños que, cada uno con su móvil, ¿están chateando sentados a la mesa?”.  Cuestionó esto el Papa durante el tradicional rezo del ángelus de los domingos en la plaza de San Pedro. Y añadió: “En esa mesa a veces hay un silencio como si estuvieran en misa”, y por ello exhortó: “hemos de reanudar la comunicación en las familias.

Porque es interesante considerar el influjo de las nuevas tecnologías pues, así como la revolución industrial produjo cambios profundos en la sociedad, la amplia transformación en el campo de las comunicaciones –el mundo virtual- dirige grandes cambios culturales y sociales de hoy. A ello alude acertadamente el protagonista de la película The Social Network: “Hemos vivido en fábricas, después en ciudades y ahora vivimos en Internet”.

Por otra parte, abundan quienes abordan esto negativamente –no sin razón- sosteniendo que la actual tecnología electrónica, en su vertiente de juegos, pasatiempos, relaciones sociales, chismorreo, búsquedas inagotables de información, diversión y curiosidades muy particulares, se ha convertido en muy pocos años en generadora de nuevas dependencias para millones de personas, de todas las edades.

Los niños y adolescentes se presentan como más vulnerables; por ello hay más estudios sobre ellos, pero de alguna manera sirven para todos. Hace unos meses algunos consideraban que quizá la explosión de las redes sociales quitaría tiempo a otras formas de ocio como los videojuegos o la televisión.

Un reciente estudio elaborado por profesores de la Universidad de Navarra toca otros problemas que se han relacionado frecuentemente con las nuevas tecnologías (celulares, etc.): la repercusión en la falta de sociabilidad de los jóvenes; el tipo de contenidos que consultan y que cuelgan en la red; las limitaciones para adquirir productos y servicios o para dar información personal; el acoso a otros adolescentes por la red (ciberbullying); la facilidad para originar una adicción casi patológica; etc.

Es evidente que navegar en Internet, las redes sociales o jugar en línea se ha convertido en una actividad compulsiva para muchos, ya sea por presión social, costumbres o limitaciones personales. Hay que estar alertas. Y en cuanto a los padres los consejos son sencillos, aunque exigentes porque ellos deben ir por delante: regular el uso de teléfonos, Internet, videojuegos, sobre todo a la hora de comidas, sueño, estudio, paseos; poniéndose de acuerdo ambos padres. También, planificar actividades recreativas-sociales que involucren a todo el núcleo familiar. Y los colegios deben colaborar contando con lugares donde dejen los aparatos al entrar en el colegio.

Estamos ante una tecnología necesaria, pero pude ser dañina si se convierte en obsesiva, y por ella se empobrecen las relaciones personales; se piensa estar hipercomunicado cuando en realidad se está uno aislando.  La clave está en que el celular y la tecnología en general estén realmente al servicio del desarrollo de la persona, si no, la esclaviza. De cada uno depende: y de la ayuda de su familia.

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