La aventura del conocimiento
Grandes De La Literatura Universal
Pocos mitos literarios alcanzan la fascinación del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda. Entre sus primeros creadores destaca el francés Chrétien de Troyes, autor de cinco novelas artúricas en verso hacia finales del siglo XII. Es el creador de Lanzarote, que recorre el mundo para rescatar a la reina Ginebra, de la que se enamora. Y es el creador, también, de un personaje enigmático −Perceval−, cuya historia traza en El cuento del Grial (ca. 1180).
Nuestro protagonista crece en el bosque (la Yerma Floresta), alejado de toda sociedad. Su madre (la Dama Viuda), que ha visto morir a su esposo y a sus dos hijos mayores en hechos de armas, intenta apartar al hijo menor del peligro. Pero un día el chico encuentra a cinco caballeros armados y, cautivado por el esplendor de sus armaduras, decide ir a la corte del Rey Arturo a hacerse armar caballero. La madre cae desvanecida, pero el hijo sigue su andar presuroso, sin auxiliarla.
Una vez instruido y armado caballero, el joven parte en busca de aventuras. En un castillo libera a Blancaflor de sus asediadores y tiene amores con ella. Al cabo, ¿qué caballero puede llamarse tal sin un amor que impulse su arrojo y guíe su destino?
Un día, en el misterioso Castillo del Rey Pescador, el joven caballero presencia en silencio un séquito de muchachos y doncellas que transportan una lanza blanca cuya punta sangra sin cesar, un grial (cáliz) de oro, un plato de plata y candelabros. Al día siguiente, el castillo amanece vacío. El caballero encuentra afuera a su prima, que le reprende por no haber formulado las preguntas esenciales (¿por qué sangra la lanza?, ¿a quién se sirve con el grial?), que hubieran curado al rey tullido y le hubieran devuelto sus tierras. ¿Por qué no preguntó? Por su pecado, dice la prima: por no haber socorrido a tu madre, “que murió de dolor por ti”.
La conciencia de su responsabilidad revela al caballero su identidad. Por primera vez descubre su nombre: Perceval el Galés. Más adelante, ve cómo un halcón ataca a un ganso, del que caen tres gotas de sangre sobre la nieve. “La sangre y la nieve juntas le recuerdan el fresco color que hay en el rostro de su amiga y piensa tanto que se queda ensimismado”. La lejanía de Blancaflor ha ahondado su amor por ella. De la presencia física ha pasado a la visión metafórica y, de esta, a la contemplación espiritual.
Llega Perceval a la corte de Arturo, entre vítores. Pero él conoce su falta. Y, ante todos, se compromete a una búsqueda continua, “hasta que sepa a quién sirven con el grial y hasta que haya encontrado la lanza que sangra, de forma que le digan la verdad probada de por qué sangra”. Perceval ya no encaminará su heroísmo hacia la violencia, sino hacia la búsqueda de la verdad sobre la lanza y el grial: hacia la pregunta indagadora, hacia la aventura perpetua del conocimiento.
Lea más del autor: