CulturaEditado para la historia

Mis amigos los Petrulian

Editado Para La Historia

Era el año 1983 y yo necesitaba trabajar. Las oficinas centrales del Banco de la Nación de Argentina en Europa contrataban a un teletipista telegrafista. Yo no sabía hacer ni una cosa ni la otra y a pesar de ello presenté mi candidatura. No obtuve el empleo, pero me gané la amistad de la Secretaria de Dirección de esta institución, que se encariñó conmigo. Magda Petrulian era su nombre, rumana. Como en muchos otros países, en Rumanía las señoras adoptan el apellido de su esposo. El Señor Petrulian era arquitecto y sus dos hijos, residentes en la Suiza alemana, también eran arquitectos.

Magda pertenecía a una familia acomodada de Bucarest, incluso de alguna manera cercana al rey Miguel I, aquel ante el que suspiraban todas las jovencitas por su hermosa cabellera rubia y sus penetrantes ojos azules. A la llegada del gobierno comunista se vieron sumidos en una gran necesidad económica. Magda había estudiado licenciatura en idiomas español, italiano y francés. Un día caminando por la ciudad se encontró con su profesor de español: – Magda, precisamente a ti te buscaba. El gobierno del Presidente Perón ha establecido relaciones con Rumanía y el nuevo embajador argentino busca una secretaria con tu perfil. Ve a verlo mañana y dile que vienes de mi parte. Feliz, Magda llegó a su casa a dar la noticia, cuando su padre le dice que él no la había criado para ser secretaria de nadie, por muy embajador que fuera. Ella respondió que ese sería el único dinero que entraría en la casa. Desobedeciendo a su padre, a la mañana siguiente se presentó en la Embajada de Argentina y de inmediato fue contratada.

Al cabo de los años, el embajador le dijo que el gobierno argentino quería invitarla para que conociera el país para el que trabajaba. Magda respondió que si viajaba a Argentina sería en compañía de su esposo y sus dos pequeños hijos y que bajo ningún concepto regresaría a su país comunista. En esas condiciones llegaron los cuatro a Buenos Aires y, como ya era considerada funcionaria del servicio exterior y contando con sus conocimientos lingüísticos y sus elegantes modales, de inmediato fue asignada como secretaria del Cónsul argentino en la ciudad de París. De allí saltó al puesto de Secretaria de Dirección de la representación europea del Banco de la Nación Argentina, cargo que ocupaba cuando nos conocimos.

A la caída de Ceausescu ella de inmediato trato de volver a recuperar parte de las propiedades de la familia, en particular el apartamento familiar. Yo le preguntaba cuál era la razón si ya ellos tenían una formidable casa en el elegante suburbio de Fontenay-aux-Roses, al sur de París, y los hijos estaban muy bien establecidos en Suiza. Ella me respondió que su apartamento se encontraba en la mejor dirección de Bucarest, con una superficie de 400 metros cuadrados, y que estaba ocupado por uno de los acólitos del llamado “Timonel de los Cárpatos”.

Resulta que con el paso de los años ella se encontró en Asunción, Paraguay, con aquel que había sido su jefe en la embajada de Argentina en Bucarest. Conocedor de la historia de la familia Petrulian le dijo: – Magda, tú deberías escribir un libro con tu historia. Ella pensó y respondió: – Cada persona que ha huido del comunismo tiene su libro que escribir.

La caída de Ceausescu y su odiada esposa, Elena, comenzó durante una manifestación, el 17 de diciembre de 1989, cuando desde los balcones del llamado Palacio del Pueblo Ceausescu daba un discurso. Los presentes comenzaron a gritar por comida y libertad. Después de una loca huida para escapar del furor popular, cayeron en manos de militares el 24 de diciembre y terminaron siendo ajusticiados después de un juicio sumario. Acto seguido hubo elecciones para escoger un nuevo gobierno. La vida en Rumanía después de la caída del comunismo fue muy dura porque tuvieron que tomarse medidas muy drásticas para encausar la economía del país. Hoy en día, Rumanía es miembro activo de la Unión Europea y también miembro de la OTAN y las condiciones de vida para el pueblo han mejorado notablemente.

Lea más del autor:

Franck Antonio Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo (altus@sureste.com)

%d