Mujeres, ayúdennos
Evolución
Recuerdo un programa radial conducido por personas afines entre sí en ideología, un hombre y una mujer. Todos los días, sin falta, un personaje recurrente, en complicidad con el conductor, realizaban insinuaciones aparentemente inofensivas hacia la mujer, quizá solo con el propósito de provocar algunas sonrisas, quizá con el ánimo de halagarle; ciertamente, pienso, sin mala intención. Siempre me sentí incomodo con esas actitudes y nunca me parecieron apropiadas. Tampoco hice algo al respecto o me quejé o hice pública mi opinión. Quizá pensé que si la mujer lo dejaba pasar, tal vez yo estaba exagerando. Quizá lo que a mí me parecía típico del machismo latinoamericano, ellos lo veían como algo inofensivo; y tal vez se trataba simplemente de actitudes instintivas o vistas como naturales o normales en nuestro medio. Incluso para los partícipes, quienes indudablemente en cualquier otra circunstancia defenderían las causas “feministas” que se atribuyen en su visión izquierdista moderada.
El Día de la Mujer recién pasado vimos también como muchas inadaptadas sociales recurrieron a una violencia salvaje e injustificada dizque para avanzar la causa feminista. Vimos posteriormente también cómo muchos ignorantes o mal intencionados retorcieron la razón y la lógica queriendo argumentar que era una hipocresía indignarse ante actos de vandalismo a la propiedad privada, a iglesias, monumentos y edificios públicos, cuando nadie, según su lógica retorcida, se indignaba ante el acoso, discriminación y violencia que a diario sufren las mujeres. La falta de racionalidad y lógica en este “argumento” absurdo radica en que, primero, por supuesto que muchos sí nos indignamos ante cualquier acto de violencia o menosprecio a las mujeres, como lo sería contra cualquier ser humano, y, segundo, en que no existe causalidad en el ejercicio o defensa de la propiedad de los vandalizados y las actitudes de otros igualmente inadaptados sociales que cometen actos atroces e inaceptables contra mujeres, como lo sería contra cualquier otro ser humano, como violaciones u homicidios. Al final, la agenda de estos grupos no es el feminismo per se, sino más bien éste es el pretexto de una amplia agenda global subrepticia, de la cual la violencia es sólo una de sus tácticas, cuyo objetivo es destruir los cimientos y valores que han sido la clave de la prosperidad y desarrollo de nuestra civilización y sustituirlos por un modelo político-económico acorde a su visión totalitaria e intolerante.
En el campo jurídico hemos logrado avances notables. Hoy podemos decir que no hay un solo derecho que una mujer no pueda ejercer como podría hacerlo cualquier ciudadano. Ninguno. Algunos reclamos, como las cuotas de participación, realmente no son derechos, y cualquier legislación en ese sentido violaría el derecho de igualdad de oportunidades que deben tener todos, independientemente de su sexo. La exigencia más extrema es el aborto, incluso dentro de un período de avanzado embarazo. Considero que la respuesta la debe proveer la ciencia. Una vez se determine la existencia de una vida humana, ésta se debe respetar como cualquiera y todas las otras, y en ese contexto el aborto jamás puede ser reclamado como un derecho, pues implicaría eliminar una vida de un tercero que indudablemente también tiene derecho a ella. Nuestro ordenamiento jurídico-político se constituyó a modo de proteger la vida desde la concepción, de manera que cualquier alteración requeriría de un nuevo pacto social, para lo cual se necesitaría una anuencia y consenso generalizado.
Considero que nuestro principal retraso es cultural. En lo personal, me considero evolucionado. Considero que se debe ver a las personas de acuerdo a sus valores y capacidades, y que factores como el sexo o etnicidad son irrelevantes. Considero que se debe ser siempre respetuoso y profesional y que cualquier tipo de insinuación es inapropiada y menos valiéndose de alguna posición. El abuso y la violencia nunca tienen justificación. Considero que una mujer tiene la capacidad para desempeñar cualquier actividad que se proponga y que lo debería poder lograr por sus méritos. Considero que toda mujer debería poder perseguir sus fines, sus metas, su felicidad, sean cuales fueren, sin ser juzgada o limitada. Reconozco que nuestra sociedad y nuestra cultura se los ha hecho sumamente más difícil, por ejemplo a aquellas que tratan de balancear la familia y la carrera o a quienes ejercen la maternidad a solas. Acepto que así como he expresado admiración y apoyo a las mujeres cercanas en mi vida, como mi madre, esposa, hija o compañeras de trabajo, no he estado exento de haberles fallado con alguno de los estereotipos comunes. Y les ofrezco disculpas. Estoy más que claro que este no es un tema de ideología.
Sé que no todos compartimos los mismos valores, por lo que es importante educarnos y educar a las futuras generaciones. Soy consciente que en nuestra realidad la principal fuente de moral en nuestra sociedad es la madre. A veces, como los sujetos del programa, no somos conscientes de nuestros errores. Una cosa es amabilidad, otra galantería, otra irrespeto y otra acoso, por ejemplo. A veces no tenemos la sensibilidad o sensatez para comprender cómo les afectan nuestras actitudes. Hay quienes no tuvieron una formación adecuada y hay muchos más que han sido mal educados en sus prejuicios y actitudes machistas y misóginas. Les pido que nos ayuden a tomar mayor conciencia del problema. Que le hagan saber al que no sepa o no entienda, qué es lo que está mal y porqué. Que denuncien y que sean intolerantes con la violencia y el abuso. Que como fuente de valores, y conscientes de su importancia, le den una educación apropiada a sus hijos y a sus hijas, y sobre todo que prediquen con el ejemplo. Ayúdennos a que aquellos que no lo tienen claro, sepan que también es su responsabilidad y que deben contribuir. Ayúdennos para que como sociedad acabemos con la violencia, los abusos y los prejuicios.
Lea más del autor: