La realidad desnudada
Divi Filius
Ante la pandemia que supone la propagación del coronavirus (COVID-19) hay que decir las cosas como son. El libre mercado no va a terminar produciendo una cura al virus que cuyo precio sea de acceso popular. Tampoco es factible que por razones de libre mercado los insumos necesarios para evitar el contagio (mascarillas, gel desinfectante) reduzcan su precio. De hecho, posiblemente cómo sucedió en Italia el precio de los insumos referidos triplique su valor. Y por razones de libre mercado, donde se asume la racionalidad de los actores (racionalidad entre comillas) de no ser por restricciones estatales, el comportamiento histérico lleve al desabastecimiento y violencia. Tampoco serán muy útiles las oraciones, las declaraciones de fe que públicas que repiten el nombre de Jesucristo y demandan que la plaga no toque las casas de los guatemaltecos. La historia está llena de situaciones trágicas y bestiales donde los inocentes muertos han clamado al cielo por ayuda. Sin recibir ninguna respuesta. Baste notar que si el mismo Vaticano decidió cancelar las misas, cerrar las iglesias, parroquias, capillas por miedo al contagio, y cuando el sentido común es primera opción antes que la fe en el dios todopoderoso, es que la cosa está mal.
A lo único que podemos aferrarnos es al control de las emociones, a que la racionalidad prime por encima de los instintos y a confiar, en este momento en el funcionamiento de las instituciones. Y aquí es precisamente donde todo se fue el caño para un país como Guatemala que muy poco ha realizado para empoderar las instancias gubernamentales y proyectos estatales que hoy serían determinantes ante la coyuntura de crisis.
Tan sólo hace dos días, el presidente francés, el tecnócrata de derechas, Emanuelle Macrón reconoció públicamente la importancia del sistema de salud como un bien gratuito y universal. Ante la pandemia que se vive y que no dejará de vivirse en la sociedad globalizada, invertir en los sistemas de salud es un hecho de prioridad. Si países cómo España cuya sanidad gratuita y universal (de las mejores del mundo) ha resentido la incidencia de casos de contagio, ¿Qué le espera a países cómo Guatemala donde no hay jeringas, gazas, camas etc.? Ahora es cuando la falta de visión y de tolerancia implícita de los ciudadanos, la clase política y empresarial para dejar colapsar el sistema de salud pasará factura. La misma situación de falta de inversión estratégica y empoderamiento institucional afecta por ejemplo, a los cuerpos de seguridad que ante una situación como son los primeros en intentar controlar los brotes de violencia.
¿Qué se aprende de todo esto? No se puede seguir viviendo con normalidad mientras se sostienen diseños institucionales y procesos políticos que llevan a generar la inviabilidad de un modelo tanto social cómo político. Invertir en salud, invertir en los cuerpos de seguridad, transparentar la gestión pública, dignificar al servidor público son hechos necesarios para poder pensar que una sociedad tiene viabilidad. Si los casos de contagio aumentan, ¿En serio se piensa que este país tiene las capacidades? Bueno, está por verse.
Quizá esto haga meditar sobre lo importante que resulta lo denominado ´público o estatal´ para garantizar la existencia.

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