Afrontemos el reto
Políticamente Incorrecta
Cuando uno se pone a estudiar momentos difíciles en la Historia de la humanidad, cuando seres humanos de carne y hueso como nosotros han debido afrontar la toma de las decisiones más incómodas posibles, como enviar miles de hombres al campo de batalla, nos pone nuestras propias decisiones en perspectiva.
Sir Winston Churchill y los Generales que tomaron la decisión de enviar a las tropas a Normandía el Día D, y como ellos, tantos otros grandes Generales con mayúscula de la Historia que han dirigido sendas batallas en las que tantos de sus hombres han debido luchar, son admirables. Cómo el Presidente Donald J. Trump dijo esta semana, estamos en guerra contra esta pandemia. Es una guerra mundial, y quién quiera que sea responsable de este virus maléfico, deberá afrontar la justicia divina. Quizás jamás sepamos quién o qué está realmente detrás de este caos, pero es posible que sea algo planificado, por alguna mente retorcida.
En nuestro pequeño y precioso universo, que llamamos Guatemala, Dios quiso que fuera el presidente Alejandro Giammattei quién tuviera que llevar el peso de tomar las decisiones incómodas que está teniendo que tomar y que pueda que tenga que tomar en el futuro. Quiso ser presidente en 4 campañas, y salió finalmente vencedor en la cuarta. Pienso que ni en sus sueños más estrepitosos o alocados imaginó jamás tener que enfrentar lo que está enfrentando hoy como presidente Constitucional de la República, con menos de seis meses en el poder. Mis respetos a él, y mis plegarias porque el Señor Dios omnipotente lo ilumine con profunda y tridimencional sabiduría, le de salud y entereza para guiar los destinos de Guatemala en esta batalla.
¿Cómo quebrar a la nación más poderosa del planeta? Quebrando su columna vertebral, o quebrando ambas piernas para que deje de caminar, ya no digamos de correr; su capacidad de producir. Y para quebrar su capacidad de producir, que mejor que quebrar su voluntad y la determinación por miedo del terror. Y para que reine el terror, si el terrorismo tradicional en sí no lo ha logrado, ¿qué otro elemento podría quebrar esa voluntad y determinación? El pánico ante una pandemia suena perfecto.
El punto es que sea como sea, el Covid-19 llegó y debemos afrontarlo.
En temas de salud, leemos y recibimos información contradictoria todo el tiempo, al punto que no sabemos que creer, pero como “evitar no es cobardía”, mejor acatar y aprender de ejemplos ajenos y quedarnos en casa, los que “no somos indispensables en temas alimentarios y de salud”. Es así que en lo personal, admiro y agradezco a quienes continúan atendiendo a sus clientes en los mercados, supermercados, abarroterías, 3 tiempos y restaurantes. Cómo admiro al personal en la industria de la salud, incansable, haciendo honor a su juramento Hipocrático.
Hay industrias que no pueden parar. La agroindustria, por ejemplo, los agricultores de todo tamaño, no pueden dejar de trabajar. Las plantas no dejan de crecer y dar fruto por un maldito virus que ataca a los humanos. Además, el mundo debe de comer.
Y que hay de las demás industrias, del comercio. Son millones de familias que dependen de ellas. Quién no tiene mucho que arriesgar quizás no comprenda lo que debe ser tener mucho que perder. Pocos se preocupan del pago de salarios y prestaciones a miles de empleados sabiendo que ellos y sus familias dependen de esos sueldos, de afrontar los compromisos de pagar grandes préstamos a los bancos, de pagar impuestos (sí, muchos los pagan, de dónde creen que sale la mayor parte del dinero que tiene el Estado), etc. Pero también sabemos que el mercado es resiliente, y con las medidas correctas, se regenera.
Los grandes economistas dicen que vamos hacia una recesión cómo jamás antes la hemos experimentado. Toca ahorrar, ser austero, sumamente conciente, y a la vez, ideal que lo que consumamos sea producto local.
Finalmente, y no de último, está el reto psicológico y espiritual. Sin duda, no es fácil mantener la sanidad mental, la serenidad, la calma y el buen juicio. Pienso que quienes tenemos Fe, solemos ver las cosas menos mal que los demás, sobre todo, porque sabemos que este mundo es temporal y esa temporalidad, aliviana los problemas.
Una amiga me criticó el otro día porque soy de las que trata de reír en vez de llorar ante momentos duros, si bien ella no sabe que primero lloro, y luego río. Me dijo que era aburrido “aparentar ser el héroe perfecto todo el tiempo”. Entiendo su frustración, como la de tanta gente. Pienso que cada quien lleva la procesión como quiere y como puede. Uno a momentos se aflije, y lo externa. Pero es innegable que el pesimismo genera más temor, mientras que el positivismo genera más valor. Es importante, porque el sistema inmonológico, principal arma individual en esta guerra, se fortalece con el positivismo y se debilita con el pesimismo. Es así que trato de hacer un esfuerzo por ver el vaso medio lleno y no medio vacío.
Me pregunto que debe aprender la humanidad de este reto. Que lección debemos superar. Quizás acercarnos más a Dios, poner atención a lo que realmente la tiene: la familia, los afectos, los amigos, las personas y también los animales que nos hacen sonreír.
Las guerras se ganan o se pierden antes de pelearlas. Ojalá, la gran mayoría quiera ganar ésta. #YoMeQuedoEnCasa

Lea más de la autora: