Eutanasia y crimen
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Recientemente una publicación (ideas claras, 8-III-2020) hacía notar que los enfermos ciertamente no quieren sufrir, pero que esto no puede ser a costa de que los maten. ¿No será más bien que el que ha de cuidar al enfermo no desea hacerlo y quiere quitarlo de en medio? ¿Por qué no dedicarse a potenciar la medicina paliativa, tan eficaz hoy día?
Y me trajo a la memoria unas ideas interesantes sobre este tema. Y es que en diversos países, paso a paso, están preparando los caminos para la legalización de la eutanasia.
Hace ya un tiempo acaparó la atención la muerte en Francia de una mujer 52 años, aquejada de un tumor degenerativo que desfiguraba su rostro, con grandes sufrimientos. Fue encontrada muerta en su domicilio, y ya había apelado a la «humanidad» de la Justicia francesa pidiendo que se le autorizara su eutanasia.
Y ya algunos titulares se refieren a una delicada frontera entre el crimen y la eutanasia. Y es buena comparación. Para captar la idea de esta frase, (delicadas fronteras) basta recordar el caso de otras «delicadas fronteras» entre Colombia y Ecuador… y el peligro de guerra que originó. Todos entienden que las fronteras deben estar bien marcadas. Y aquí hablamos de valores que garantizan la vida social: y cuando una sociedad comienza a cuestionar estos temas, les sucede como a Holanda; autorizaron la eutanasia hace años y no sabemos por dónde van. Una sociedad que desvaloriza así la vida humana, puede caer en las mayores aberraciones.
Recuerda el planteamiento sostenido por los nazis. Hitler, en la concentración del partido nacionalsocialista de 1929, ya afirmó que «como consecuencia de nuestro humanitarismo sentimental moderno, intentamos mantener a los débiles a expensas de los sanos». Al comienzo de su gobierno no impulsó políticas favorables a la eutanasia; pensaba que la sociedad alemana «todavía» no estaba preparada. Pero en 1939 expresó al dirigente de los Médicos alemanes, «que era justo que se erradicasen las vidas indignas de pacientes mentales graves». Y a partir de ese año se empezó a autorizar a los médicos la práctica de «homicidios compasivos», empezando con los casos de niños nacidos con malformaciones y enfermedades congénitas, tales como síndrome de Down, micro e hidrocefalias, parálisis espásticas y enfermedades mentales graves, alegándose como pretexto las súplicas de padres angustiados. La justificación de la práctica de la eutanasia era presentada por los nazis, sobre todo al comienzo de su implantación, como una respuesta compasiva a las demandas de los ciudadanos. Y sabemos a donde llegaron.
Las técnicas son similares actualmente. Una es promover artificialmente una “amplia demanda social», olvidando que los valores no se hacen por mayoría de votos: si se hubieran sometido a votación las matanzas de esclavos por leones en el circo romano, no las hubiera hecho aceptable éticamente. Otra técnica es «la manipulación del lenguaje», como cuando se habla del derecho a disponer de la propia vida, de la ayuda a morir con dignidad, etc., frases que intentan ocultar el carácter homicida de la eutanasia.
Aceptada la pretendida indignidad de una concreta vida humana, ya no hay forma de decir dónde llegamos. Hablando claro: entre la eutanasia y el crimen: no hay fronteras.

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