Los zeppelines
Editado Para La Historia
Todos hemos oído hablar de los zeppelines, pero ¿de dónde viene la palabra zeppelin y qué cosa es?
El hombre siempre ha querido volar, imitar a los pájaros. Las leyendas de Ícaro y de muchos otros personajes son prueba de ello, pero esta hazaña solo se logró realmente con los hermanos Montgolfier que, en Versalles en 1783, lograron levantar un globo ante la gran sorpresa de todos los presentes, gracias al hecho de calentar el aire. El camino estaba trazado. Al nuevo invento se le dieron diferentes usos. Durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, los norteños usaban globos aerostáticos para, desde las alturas, poder ver el movimiento de las tropas enemigas. Esto se repitió en la guerra de Prusia con Austro-Hungría y durante el sitio de París por las tropas prusianas en 1870. Resulta que en estas tres contiendas estuvo presente un conde (graf) alemán Ferdinand Zeppelin. A sus 52 años pidió su retiro del ejército para poder realizar experimentos con lo que él imaginaba sería un gran globo, pero con una armazón algo más rígida y una góndola espaciosa para alojar a muchas personas.
Como suele ser en estos casos, hubo repetidos fracasos hasta que logró realmente volar su equipo en 1900. Montó una sociedad con su propio dinero para transportar pasajeros y correo. A comienzos de la Primera Guerra Mundial ya había transportado al menos a 44,000 pasajeros en distintos viajes dentro de Europa. Con la guerra, el globo aerostático en forma de tabaco que había inventado y patentado Ferdinand Zeppelin fue utilizado no solo como medio para observar los movimientos de los ejércitos enemigos sino también para bombardear ciudades y centros militares. Londres y París fueron bombardeados por zeppelines alemanes en esa guerra. El Conde Zeppelin falleció en 1917 y no pudo ver el fin del imperio alemán ni la derrota de su país. La empresa fue retomada por uno de sus allegados, Hugo Eckener, quien, a pesar de las grandes dificultades económicas en las que se encontraba Alemania después de la guerra, llevó adelante los proyectos del fallecido Conde para transportar pasajeros y correos por toda Europa. Evidentemente, con el paso del tiempo, los avances tecnológicos hicieron que los zeppelines se convirtieran en naves más seguras, más grandes y con mayores posibilidades de alcanzar lejanos destinos.
A pesar de que la aviación también se desarrollaba, viajar en avión eran bastante más caro, al igual que hacerlo en los grandes trasatlánticos. Eckener apostó por viajes muy elegantes a precio más reducido. En las cabinas de los grandes zeppelines había hasta ducha caliente, las señoras podían ir con traje de noche a las cenas y a los caballeros se le pedía un buen traje oscuro. Los zeppelines comenzaron a cruzar los cielos del mundo para gran admiración de todos los que veían aquella inmensa mole de hidrógeno surcando los cielos a paso de gran señor. Nueva York y las ciudades de Sudamérica fueron sus principales destinos.
Pero, como todas las cosas en la vida, los zeppelines tenían un talón de Aquiles y era que para lograr que tamaña mole y peso volaran se llenaba con hidrógeno, gas extremadamente inflamable. Las prohibiciones dentro de los zeppelines eran pocas, pero la principal era no llevar fósforos ni fosforeras y solo se podía fumar en una zona muy restringida y hermética.
Fabricaron el monumental Graf Zeppelin, nombrado así en honor del inventor de la majestuosa nave. Luego salió otro aún mayor, al que finalmente nombraron Hindenburg. A la sazón, Hitler ya era canciller de la Alemania nazi. Las relaciones entre Eckener y el régimen que se había instaurado en Alemania eran muy malas. Él no quería que sus naves llevaran la esvástica nazi, pero tuvo que aceptarla. Las autoridades querían nombrar al nuevo gran zeppelin con el nombre de su canciller, pero ante la eventualidad de que la nave corriera algún desastre, Hitler se negó a que su nombre estuviera asociado al de una máquina voladora accidentada. Pensamiento premonitorio.
Para el 6 de mayo de 1937, el Hindenburg ya había realizado muchos viajes cuando se aproximaba a la base de Lakehurst, en el estado de New Jersey, donde normalmente aterrizaba después de su viaje desde Berlín. El Hindenburg había atravesado una zona de tormentas, incluso había tenido que atrasar su aterrizaje, porque otro de los inconvenientes de los zeppelines era que no se podían maniobrar con facilidad con fuertes vientos. Cuando ya se acercaba al mástil de amarre, a 40 metros de altura, se produjo un gran incendio que destruyó totalmente la nave. Hubo 36 muertos, incluyendo personas que estaban en tierra. Como la llegada de un zeppelin siempre era un gran acontecimiento, la prensa estaba presente en el lugar y los periodistas tuvieron la ocasión de grabar y transmitir en vivo por radio lo que estaba pasando, como si estuvieran en un primer palco de un gran espectáculo. En Berlín inmediatamente gritaron que se trataba de un sabotaje. Realmente nunca se sabrá. En los últimos años algunos ingenieros han llegado a la conclusión de que hubo un ligero escape de hidrógeno y, como el zeppelin había atravesado zonas tormentosas y estaba lleno de electricidad estática, esto generó la chispa que acabó con el Hindenburg. Este accidente dio el golpe de gracia a los elegantes viajes en los grandes zeppelines.
Durante la Segunda Guerra Mundial otros zeppelines, amarrados a tierra, servían para proteger a las ciudades de los bombardeos aéreos porque los cables impedían el paso de los aviones. En los últimos años ha habido diferentes intentos de hacer renacer la idea del zeppelin, fundamentalmente destinado al transporte barato. Esta vez no se llenan con el inflamable hidrógeno sino con helio, un gas inerte que no se incendia. Algunas empresas lo utilizan como medios publicitarios, en particular durante grandes espectáculos deportivos.
Nunca sabremos si realmente volveremos a ver surcar por los cielos esta imponente masa de aire, cables, cuerdas y tela para regocijo de grandes y chicos.
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