Y qué corona tiene ese virus
Teorema
El mundo ha adoptado medidas sanitarias estrictas para combatir el Coronavirus. Aislamiento social, uso extensivo de mascarillas, guantes desechables, lavado constante de manos, desinfectar la casa, los zapatos, los víveres, la ropa, los pasamanos… Al ir al súper, la gente toma tantas precauciones como si estuviera entrando al área roja del hospital de Villa Nueva.
El presidente Giammattei ha unificado a la gran mayoría de familias guatemaltecas en ese esfuerzo. Las familias se han encerrado en su casa y aceptado de buen grado el toque de queda. Al principio el gobierno tuvo que hacer uso de la fuerza, pero hoy casi todos lo respetan.
El lunes 6 el gobierno empezó a repartir de cajas con alimentos. Además, ofreció distribuir dinero para ayudar a las familias a cubrir sus gastos, ahora que no tienen ingresos.
Quizá lo más importante han sido los discursos del presidente. Se comunica bien con la gente. Les lleva optimismo, apela a la responsabilidad ciudadana para conseguir que sigan sus direcciones. Se ha mostrado sincero cuando da cuenta de las estadísticas oficiales de la enfermedad. Creo que ha sido a propósito el uso de “presidente doctor AG”. Incluir la palabra doctor da a parte de la población la sensación de estar en manos de alguien que conoce el tema. Así, esas personas se sienten más seguras y dispuestas a seguir sus instrucciones.
Personalmente, creo que el presidente Giammattei es un hombre inteligente. Además, lo percibo honrado y estoy convencido de que le animan buenas intenciones.
Pienso que todo lo actuado hasta hoy, tiene un propósito no revelado, el de ganar tiempo. Lo ha conseguido y lo ha utilizado bien. En pocas semanas ha armado dos hospitales. Entiendo que hay otros dos en camino.
La Capital necesita más de un hospital, que de un centro de exposiciones. Ojalá el cambio de uso al Parque de la Industria se vuelva permanente. El Roosevelt fue construido hace 65 años; hubo una ampliación del San Juan de Dios hace casi 40 años. Entretanto, la población en la Capital creció cinco veces. Por otro lado, las ferias y sus exposiciones físicas se han vuelto cada año más obsoletas. Tanto que, en la última década, el parque ha sido utilizado muy pocas veces con ese propósito.
Entiendo que los nuevos hospitales podrán alojar hasta a unos diez mil enfermos, si fuera necesario. El presidente no ha revelado las estimaciones oficiales de infectados, pero a juzgar por esa nueva infraestructura hospitalaria, está pensando en cifras muy grandes. Y así debe ser.
Con candidez extrema, algunos pobladores piensan que dentro de una semana o dos todo volverá a ser como antes fue. No me siento igual de optimista. Aun si se lograra aplanar la curva de este primer brote de Coronavirus ¿Cómo asegurar que no habrá un segundo brote y otro… y muchos otras más? ¿Mantendremos cerrados puertos, aeropuertos y aduanas terrestres? ¿Seguirá la gente recluida en su casa? ¿Se mantendrá el toque de queda? ¿Cuántos meses… o años?
Desde luego que no, muchas razones obvias harán abortar las restricciones actuales. Creo que será pronto. El aislamiento tiene repercusiones negativas.
El Gobierno no puede repartir cheques y cajas con alimentos todo el tiempo, por mejores intenciones que tenga. Porque no está repartiendo lo suyo. Está distribuyendo los recursos que le transfiere la población. Los impuestos provienen de una economía sana. El aislamiento debilita la economía. La tributación habrá de caer y las ventanillas de los bancos internacionales se irán cerrando para nuestro país.
Para quienes estamos en la tercera edad, quedarnos en casa ya empieza a ser molesto. Principalmente porque no sabemos hacia dónde vamos ni cuánto tiempo tardaremos en llegar allí. Hablar de contención, mitigación y transmisión generalizada del virus, buscando llegar a la última con una curva aplanada resulta cada vez más abstracto.
Hay una edad maravillosa que va del bachillerato a los primeros años de práctica profesional ¡Tanta vitalidad! Cómo se desborda, generosa la vida. Cuánto ánimo para ir a clases, hacer deporte, parrandear, juntarse con los amigos, enamorarse, discutir, ir a lugares… Pienso en los jóvenes, estas semanas, recluidos en casa con sus padres, viviendo una vida propia de ancianos. Me causa enorme tristeza.
Con el tiempo, la relación entre quienes participan en el encierro deja de ser buena. Los padres empiezan a tener dificultades con los hijos y con el otro cónyuge. Muchas situaciones conflictivas y hasta trauma psicológico pueden acontecer debido al encierro. El aislamiento conlleva depresión y la depresión conduce incluso a pensamientos suicidas.
Hay otra salida que nos puede llevar de regreso hacia dónde estábamos. Desde allí podremos empezar nuevamente. Personalmente, confío en el buen olfato político del presidente, quien ya demostró tenerlo. Posiblemente al finalizar la Semana Santa, la gente empezará a cambiar. Ojalá el presidente no se oponga al cambio. Por lo contrario, deberá buscar liderarlo. Conducir a la población hacia donde muestre que quiere ir, so pena de perder el capital político que ha logrado acumular.
No digo que el presidente suelte las riendas, sino que consiga virar hacia donde la gente le pida hacerlo. En un momento —muy cercano— muchos querrán ir a trabajar para sobrevivir.
Este primer brote causó terror, auténtico pavor social. La gente quería las mascarillas, quedarse en su casa, desinfectarlo todo, aislarse… El presidente debió advertirlo y dio a las personas aquello por lo que clamaban. La población aplaudió el toque de queda y se entusiasmó con las restricciones. El segundo brote habrá de ser distinto. Habrá miedo en vez de terror. El pánico no se puede contener. En cambio, el miedo es manejable.
Para los niños de menos de 14 años (38.4% de la población total en Guatemala), el virus es prácticamente inocuo. Los jóvenes por debajo de 30 años (66.5%), tienen un riesgo de muerte muy bajo. El virus solo es mortal en uno de cada siete infectados que tienen más de 70 años (3.23%). Además, presenta riesgo muy alto para personas con padecimientos respiratorios, diabetes y problemas cardíacos en cualquier edad.
Los jóvenes quizá se den cuenta de que no necesitan seguir viviendo encerrados, como si fueran ancianos. Cuando eso suceda —porque ha de suceder—, el presidente deberá guiar al rebaño hacia donde este quiera ir, sin importar que primero, a instancias suyas lo haya llevado a pastar cerca del abismo porque el pasto fresco se ha terminado.

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