La OMS y la pandemia
Punto De Vista
En los años 90 cuando cursaba relaciones internacionales en la UDELAR, al igual que ahora, estaba en debate la visión ideal de las Naciones Unidas juzgándola por las buenas intenciones que toda la humanidad había depositado en ella, pero por el otro lado, estaba el libro de quejas, al comparar aquel idealismo con los logros de la organización a menudo malogrados por su burocracia y politización.
El libro de quejas hoy está abierto para la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo especializado de las Naciones Unidas, en cuanto a la gestión de las primeras etapas de la pandemia del virus COVID-19, siendo las principales:
- Los primeros casos de COVID-19 se dieron a inicios de diciembre de 2019 en China, sin embargo, la OMS expresa el 14 de enero de 2020 que no había riesgo de contagio, a pesar de que Taiwán realizó un seguimiento de la información sobre el nuevo brote, enviando el 31 de diciembre de 2019 un correo electrónico al punto focal del Reglamento Sanitario Internacional (RSI) de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
- El 23 de enero de 2020 la OMS se niega a declarar que el virus y su propagación sería una emergencia internacional. Para el 30 de enero el virus estaba presente en 30 países.
- También han habido errores en cuanto a la información divulgada sobre los exámenes para detectar el virus y el uso de las mascarillas, resultando contradictoria.
En resumida cuenta, las críticas a la OMS están centradas sobre la gravedad de ayudar a China en el ocultamiento del inicio de la pandemia, sin dar una alerta temprana y contundente a la comunidad internacional. Es aquí en donde regresamos al debate inicial sobre las funciones ideales de una organización versus el libro de quejas. La encargada de haber anticipado y brindado soluciones oportunas a nivel internacional, es la Organización Mundial de la Salud. En su objetivo primordial de gestionar políticas de prevención e intervención a nivel mundial en relación al nuevo virus, cometió errores, debiendo actuar con mayor urgencia ante la situación. Pero sin llegar a pensar en el extremo de retirar el apoyo de los países que la integran, si nace la pregunta: ¿quién manda realmente en la organización, sus autoridades internas o sus estados miembros?, lo cual trasciende en la capacidad de alertar, identificar y solucionar determinados problemas.
La pandemia que estamos viviendo es atendida por cada país según sus capacidades y liderazgos, decretando medidas que van desde el cierre de aeropuertos, fronteras, suspensión del comercio mundial, viajes de placer y negocios, por solo nombrar algunos aspectos. A pesar de lo anterior, no me anticipo a expresar que el mundo post pandemia será la autarquía de los Estados, creo que habrá mayores cuidados y medidas de protección y de hallar una vacuna que limite la voracidad y mortandad del virus COVID-19, las cosas podrían regresar lentamente a la normalidad, al menos en los aspectos mencionados.
Lo cierto es que el COVID-19 no respetó fronteras, no le interesó el mojón que separaba un país del otro, va por el mundo contagiando a todos, sin piedad. Un adversario así, no se enfrenta en solitario por un Estado, es la comunidad internacional la que debe participar. Sin embargo, en esta ocasión la burocracia internacional resultó ineficaz en la etapa inicial del virus.
La gestión de la pandemia obliga a una respuesta global, es un desafío mundial y se requieren de organizaciones internacionales que respondan de manera efectiva, eficaz, con presupuestos transparentes y con líderes estratégicos. ¿Los tenemos?
La OMS transita actualmente por el libro de quejas y no es la primera vez. La evaluación de su actuar camina por los aspectos técnico y político, sin dejar de lado dos premisas fundamentales: la organización es el reflejo de la voluntad soberana de los países que la integran y de su burocracia interna. Con más de 190 países miembros en su Asamblea Mundial, un Consejo Ejecutivo de 34 miembros y 5000 empleados en su Secretaría, más sus oficinas regionales, podemos hablar de cierta capacidad para un rol más activo en los inicios de la pandemia. Es necesario un cuestionamiento a la efectividad de los organismos internacionales en general y en esta ocasión le toca a la OMS en particular. De ello depende nuestro futuro.
Existen numerosas razones para discutir el rol y la actuación de las Naciones Unidas y de sus organismos especializados. La ONU y su sistema, nació de una crisis para manejar crisis que siguen enfrentando a los Estados. La ONU jamás ha sido una organización internacional, siempre ha estado a merced de sus Estados miembros. Ya lo decía Antonio Guterres, secretario general de la ONU en 2017: “…Creo que es esencial comenzar un programa de reformas en la Organización. Los cambios deben implementarse ahora que el mundo se enfrenta a tres desafíos principales: la naturaleza cambiante de los conflictos, la fragilidad de los ambientes políticos, económicos y ambientales y la desconfianza que ha generado la globalización”.

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