Columnas

Un diálogo sobre la libertad

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El origen de este texto es un intercambio de correos-e sostenido entre Carlos Sabino, persona que merece todo mi aprecio y respeto y yo, Fernando García. Divulgarlo podría ser considerado imprudente, ya que su propósito era el libre intercambio de ideas. La evidente indiscreción la subsana haber obtenido su autorización para hacerlo, una libertad que tenemos y de la que hacemos uso.

Le propuse mantener su nombre en reserva. Respondió que no era necesario, que debía ser coherente, agregando: porque es parte de la misma responsabilidad de la que hablo. La libertad es una moneda que tiene dos caras. En una hay una bella mujer con una antorcha en alto. En la otra dice “Asume tu responsabilidad”.

Confío que los criterios vertidos tengan alguna utilidad para el lector. Si se identifica con ellos, sabrá que no está solo. Que somos muchos quienes consideramos que nuestra consciencia ciudadana y sentido de libertad es lo único que debe condicionar la forma cómo conducirnos. Atendemos las direcciones del Gobierno cuando sean sensatas y no atenten contra nuestra libertad.

Carlos: Por mi parte, y lo digo abiertamente, salgo todos los días a caminar, entre media y una hora. Lo hago porque sé lo que es bueno para mi salud, lo sé mejor que cualquier médico, y porque la prohibición de salir para las personas en riesgo como tú y yo― es una medida absurda y discriminatoria.

Soy responsable de cuidarme y no necesito a ningún falso papá que me diga si debo caminar, o echarle sal a la comida, prohibirme fumar o beber refrescos con azúcar.

Uso una mascarilla y adopto otras medidas de higiene, claro, porque no quiero contagiarme ni transmitir ninguna enfermedad a los demás.

Pero si me contagio será responsabilidad mía, o mala suerte, o la voluntad de Dios… algo que de todos modos puede pasar.

Un abrazo,

Fernando:Te entiendo con absoluta claridad y comparto plenamente tu actitud.

La libertad es un concepto interno, pertenece a la persona y no a la sociedad ni al derecho

Una sociedad libre, será en todo caso, aquella donde sus ciudadanos se sientan y actúen en libertad

Como está dentro y no fuera de ti es que la llevas a dónde vayas. Está contigo donde te encuentres. Tu libertad es como tus manos, tus pies o tus ojos.

No puedes olvidarla en algún lugar, así como tampoco puedes perderla. El sacrificio que hacemos para vivir en sociedad es delegar en el sistema de Justicia y este en un juez, la potestad para restringir la parte puramente material de esa libertad.

Por eso nos conduele aquel funcionario venal o simplemente incapaz, quien sin llegar a comprender el inmenso valor que le ha conferido la sociedad, restringe injusta y arbitrariamente la libertad de un miembro de la población que le otorgó tal poder.

Cuando uno siente, que por alguna razón su libertad interna está en peligro, se aleja para ponerla bajo resguardo. Los hombres la sabemos demasiado preciosa para exponerla ante algo o alguien

Pero ¿qué te puedo decir sobre esto que no sepas ya?

Solo, quizá, que la percibimos de la misma manera.

Saludos

Carlos: Tu análisis, da fondo y perspectiva a mi subjetiva respuesta.

He asistido a muchas reuniones, seminarios, etcétera, donde gente amiga habla del derecho a la libertad. Yo respondo que sí, la libertad es un derecho, y sí, además, una sociedad donde reina la libertad es más próspera y feliz. Pero esa es la respuesta del liberalismo como visión o filosofía política, que comparto enteramente.

Pero en el fondo, personalmente, hay algo más: yo quiero ser libre tenga o no derecho, sirva o no para algo o para nada, eso no me importa. Yo quiero ser libre igual y estoy dispuesto a todo para serlo. Es una actitud, no una ideología. Recuerdo una foto de un muchacho que manifestaba hace algunos años, y tenía una playera que decía: “Si el precio de la libertad es la vida, yo pago”. Por ahí va la cosa

Saludos

Fernando:Creo que expusiste algo que va más allá de tu condición como la persona responsable que eres, que toma riesgos y asume compromisos. Bajo las circunstancias actuales, por razones etarias, en caso de ser contagiados estamos exponiendo nuestra vida. Sujetarnos a riesgos es parte indeclinable de nuestra libertad. Podemos hacer con ella lo que queramos, sujetos solo a la gran norma social.

Creo que esa no es solo la condición tuya sino la de todos. Antes los individuos exhibían orgullosos su libertad. Con el tiempo, ese dejó de ser un comportamiento correcto. Ahora la gente no hace gala de ella, pero creo ―más bien, espero― que siga estando allí. Al menos en los hombres que conforman las sociedades libres del mundo. En los pueblos que viven bajo la opresión de tiranías, la falta de libertad, podría haber desfigurado el espíritu de sus habitantes.

La gente había perdido la noción de libertad en los países de Europa del Este, al menos como tú y yo entendemos ese concepto. Pero tardaron poco en recuperarlo, después de que en 1989 se derrumbara el comunismo soviético.

En sociedades razonablemente libres, como la nuestra, es posible que algunas personas necesiten de un falso Papa o un papá Gobierno, para poder vivir. Pero debe ser una minoría, tan reducida como el tamaño de un coronavirus. Existe dependencia, desde luego, del niño a sus padres, entre esposos y es de lamentar que algunas veces, también suceda entre trabajador y patrono u otros casos igualmente psicóticos. Pero entre el ciudadano y el Gobierno no.

Lo que sí hay, son personas que buscan sacar ventaja de actos populistas de los gobiernos, sin percatarse de que, al hacerlo, progresivamente van perdiendo la fe en sí y su valor como seres humanos. Quien debilita su sentido de dignidad se termina convirtiendo en moderno paria social. En un ser sometido, autosegregado, arrinconado… Recuerdo un mensaje reciente. Una persona humilde, con palabras sencillas se refería a la “ayuda” ofrecida por el Gobierno. Exigía que no la dieran porque quería seguir sintiendo el orgullo de ganar, con el fruto de su trabajo, con sus manos, el sustento para él y su familia. La suya era una declaración con mucho fondo.

Si una población recibe dinero, de manera regular, durante un tiempo razonablemente largo, se volverá incapaz de producir. Esa es la maldición de muchas personas en el norte desarrollado de Europa. Allí, para algunas personas, perder su empleo se puede convertir en una tragedia. No tienen, como nosotros, en países subdesarrollados, la certeza de ser útiles en más de una posición.

Es gente que se muestra temerosa de enfrentar la vida en ausencia de la protección que recibe del Estado. Precisa de un Welfare que le permita vivir sin laborar. Esa creo que también es la maldición para algunos (no todos) quienes reciben remesas de sus familiares en extranjero.

Creo entonces, que lo que escribiste sobre ti subyace en el fondo del espíritu humano, allí donde las personas guardan su sentido de dignidad, su autonomía y valorización personal. Me atrevo a decir que se trata de atributos universales, aunque algunos, un poco retraídos, no tienen la claridad tuya al percibirlos como parte de tu esencia fundamental, de tu humanidad.

Que estés bien.

TEXTO PARA COLUMNISTA

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José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.

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