La Hidra
Teorema
En la mitología griega, la Hidra, hija de Tifón y Equidna, madre de Quimera, era una serpiente acuática de enorme tamaño, aliento venenoso y muchas cabezas. Si una cabeza era amputada, regeneraba en dos. Moraba en las profundidades del lago Lerna, bajo cuyas aguas había una entrada al Inframundo que ella cuidaba. La sibila de Delfos había ordenado a Hércules matarla. Para protegerse de su aliento venenoso Hércules cubrió su boca con una mascarilla. En vez de cortar las cabezas las quemó y aquella que era inmortal, la encerró bajo una roca.
En las líneas siguiente buscaré asociar lo que hoy sucede en nuestra Guatemala con la mitológica Hidra.
La corrupción. Se dice que el chichicaste tiene una raíz pivotante (clavo) cuya longitud es varias veces el tamaño externo de la planta; por eso cuesta tanto sacarlo de un muro cuando ha crecido dentro de él. Así, la corrupción, que ha sentado su gran base en el sector público quizá se corresponda con la cabeza inmortal del mitológico ser. Recuerdo que un Presidente declaró ante la TV, al inicio de su mandato, que su abuelita le había recomendado que robara, pero “poquito”. La obedeció en cuanto a robar, pero no con la cantidad.
En toda la línea desde el más humilde hasta el más conspicuo funcionario público hay individuos corruptos. Desde luego, hubo y hay funcionarios honrados, verticales como la pita que sujeta el plomo del albañil, pero son excepciones.
El que menos, se lleva las hojas de papel bond, los lápices o el papel sanitario. El que más, exige “cooperachas” como forma de cobro por dejar robar. Además, personalmente se embolsa cuánto puede. Un presidente se quedó con el dinero de una donación internacional para útiles escolares de los niños, y así… Hay demasiados ejemplos que citar. Las compras y contrataciones del Estado invariablemente dejan “algo” para algún funcionario, tanto al inicio, cuando adjudica la licitación, como al final, cuando la liquida.
El Lawfare, de la contracción de law (ley) y warfare (guerra), es otra cabeza destacada de la bestia. De la guerra con armas se pasó a la guerra fría, después a la guerra sucia y más acá a la guerra haciendo uso de recursos jurídicos. Primero se destruye la reputación de la persona en una conferencia de prensa donde al acusado se le niega el derecho a defenderse. La víctima de Lawfare no está presente ni es representado por sus abogados. Se hace una declaración de supuestos hechos con ayudas audiovisuales que incluyen diagramas, declaraciones, vídeos, fotos… Se monta un teatro de buena y perversa calidad que describe la forma cómo, según el MP-CICIG, se habría desarrollado el crimen.
Esa noche la prensa, argumentando que su papel se reduce a trasladar al público lo acontecido, presenta a la víctima de lawfare rodeado de policías cuando ingresa a los tribunales. Inmediatamente después exhibe la conferencia. La CICIG manejaba el lawfare con absoluta maestría. Después de ese tratamiento, en la mente del público quedaba un culpable. El honor de la persona y su derecho de presunción de inocencia habían sido destruidos.
Según el periodista suizo Alex Baur, esta práctica se inició en Guatemala el último domingo de abril hace 22 años. Esa noche, en una puerta lateral de la Iglesia San Sebastián, fue asesinado el Obispo Gerardi. El caso, a todas luces político, jamás fue aclarado. Hubo sospechosos que no fueron investigados. Sin pruebas, solo con base en suposiciones, y la declaración de un indigente charamilero que solía pernoctar en el parque frente a la iglesia, cinco personas fueron condenadas: tres militares, un sacerdote y la empleada de la parroquia. En prisión, dos de los militares fueron asesinados. El “testigo” fue premiado enviándolo a Canadá. Pero Quién mató al Obispo (también título de un libro), es algo que permanece en el misterio.
El narcotráfico, es otra cabeza muy importante; en 1985-90 echó raíces fuertes en Guatemala. Más grave que proveer droga a los adictos, el narcotráfico genera corrupción en las autoridades. Muchos partidos políticos y sus candidatos son financiados por el narcotráfico. Cuando ganan la elección, los narcos cobran obteniendo favores y permisos para desarrollar sus ilícitas tareas. Hoy, en el Congreso, en gobiernos municipales, en magistrados, jueces, ministros, viceministros y jefes; en el ejército, la policía y entre funcionarios; hay cómplices del tráfico ilícito. Aldeanos y pescadores, muchas veces gente buena, recoge bolsas con droga en el mar. Las maras se convierten en distribuidores. La corrupción alcanza todos los niveles sociales y económicos del país.
La histeria colectiva reciente se convirtió en los dos meses anteriores, en la cabeza más temida. Pero de esa cabeza de la Hidra hablaré en el siguiente artículo.
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