Señor Presidente, Señor de la Catástrofe

Logos

Señor presidente, Señor de la Catástrofe: en uno de sus últimos discursos usted, no complacido con implantar un régimen de terror, violar de manera flagrante los derechos civiles primarios de los ciudadanos, y destruir la economía, ahora pretende dividirnos en dos facciones.

La primera facción es la de aquellos que, según usted mismo, creen que usted es un iluminado, sujeto de inspiración divina, benefactor de la sociedad guatemalteca, héroe de la responsabilidad civil y mesiánico combatiente del ejército viral que nos ataca.

La segunda facción es la de aquellos que creen que usted expande el régimen de terror; que multiplica la destrucción de los derechos civiles primarios de los ciudadanos; que avanza exitosamente en la destrucción de la economía de Guatemala; que usted no es un iluminado sino un obscurecido; que usted no tiene inspiración divina sino peligrosa obstinación política; que usted es actualmente el más grande malefactor de la sociedad guatemalteca; que es un engendro de la más penosa irresponsabilidad; y que usted no es un mesiánico combatiente del ejército viral sino un aliado precisamente irresponsable de él, cuyo poder patológico y mortífero usted ha multiplicado con pródiga negligencia.

La primera facción es una invención de usted mismo; de su vanidad y de su reprimido ímpetu despótico. Y la segunda es una viviente realidad de ciudadanos angustiados por el ya insoportable presente y por el espantoso futuro de la patria que usted prepara.

Empero, finalmente, no hay tales facciones.

Hay un pueblo a quien usted, con su amenazante poder coercitivo, insinuado con pesado armamento militar exhibido en nuestras silenciosas calles, somete al peor régimen de terror que ha sufrido Guatemala; a la peor violación de los derechos civiles de la que han sido víctima los guatemaltecos; y al peor destino inmediato de la economía de la nación.

Argumenta usted que la salud es más importante que la economía. Señor presidente, Señor de la Catástrofe: no hay incompatibilidad entre salud y economía. La salud es precisamente una cuestión económica, porque la salud se conserva, o se recupera, o se mejora, con bienes y servicios que tienen valor económico.

Deseo, con todo el energético poder de mi espíritu, manifestarle que es usted una ominosa maldición nacional, peor que la embestida viral que sufre la patria.

Había yo afirmado que temía más a sus decisiones que intentan combatir el nuevo coronavirus, que al coronavirus mismo. Infortunadamente, acerté. Usted advirtió que “lo peor viene”, y yo expresé mi sospecha de que eso peor que advendría eran sus próximas decisiones. Infortunadamente, acerté.

Expresé que tenía la impresión de que usted quería ser el exclusivo héroe que nos salvaría de la crisis viral. Reitero esa impresión e insisto en que su pretensión de exclusivo heroísmo es peor que el virus que nos amenaza. Dije que el nuevo coronavirus ya no me preocupaba, sino que me preocupaban sus acciones. Ahora me preocupan todavía más. Y repito: somos más víctimas de su demencial actuación que del ominoso poder destructivo del nuevo coronavirus.

Recordé que algunos ciudadanos invitaban a implorarle a Dios que nos salvara de la catástrofe viral, y les sugería que era mejor implorarle a Dios que nos salvara de usted. Reitero mi sugerencia.

Y tuve la esperanza de que usted sería preciado sujeto de una súbita iluminación milagrosa; y que desistirá de su pretensión de ser exclusivo héroe salvífico; y que le concedería alguna importancia al bien de los guatemaltecos; y que transformaría su inquietante psiquismo para lograr una óptima combinación de protección de la salud de los  ciudadanos y de continuación de la necesaria actividad económica; y que acudiría a los mejores genetistas, virólogos, infectólogos, inmunólogos y especialistas en salud pública del mundo, para que cooperaran con nuestra patria en combatir el virus. Fue una estupidez tener tal esperanza.

Post scriptum. Un millón de veces estoy arrepentido de haber votado por usted, y ansío que haya un plebiscito para pedir su destitución, con tanta urgencia como daño ha causado usted a nuestra patria, y todavía con más urgencia por el daño mayor que usted pueda causarle.

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