El poder del miedo
Punto de Vista
“El miedo es solo una motivación para decidirse”.
Hace unos días atrás bebiendo mi habitual té de jengibre, observé la bolsita ya dentro de la taza con agua caliente desprendiendo su incisivo aroma, la cual traía un mensaje en el otro extremo, el cual decía: “el miedo es solo una motivación para decidirse”. Mensajes de mi té, pensé, mensajes en apariencia insignificantes que van quedando en nuestro cerebro, dando vueltas, sin darnos cuenta.
La frase tan inocente en la superficie, nos invita a pensar o creer que el miedo nos puede impulsar a realizar algo bueno, salir de la zona de confort, dar ese paso hacia adelante que no podíamos, cambiar una situación negativa o por lo menos estática hacia otra más dinámica. Hasta ese momento, ningún problema con el mensaje de mi té.
En los siguientes días, el horrible asesinato del señor Domingo Choc en Petén. No pude ni quise ver el video. Sentí y siento que es la crueldad en vivo, el salvajismo, la negación de toda posible humanidad. El terror de saber que no hay escapatoria, de que la muerte está ahí, la desesperación y el dolor.
Pero también, llegaban las noticias desde Estados Unidos del asesinato de George Floyd. Se repetía la crueldad en vivo, el salvajismo, la negación de toda posible humanidad. El miedo, la súplica por la vida, el ahogo, la muerte.
Es que ahora podemos ver cómo asesinan a una persona en tiempo real, sin un ápice de asombro. Observamos a la muchedumbre que presencia la cruel escena, inmóvil, hasta ríen tal cual hienas con sus presas. El espectáculo grotesco, la sordera emocional, la falta de empatía, anomia.
Mientras tanto, nos enviamos una y otra vez los videos, las escenas terroríficas y comenzamos la discusión “intelectual”, no sin dejar de ofendernos y cuidar las trincheras, sobre qué es el racismo, quién lo sufre y quién no lo sufre, todos tenemos la razón, todos somos dueños de la verdad absoluta, siempre señalando con el dedo al otro.
En ese contexto, mi cerebro recordó la frase de mi té de jengibre: “el miedo es solo una motivación para decidirse”. La frase ya no era inocente, parecía escrita ahora por el mismo Lucifer, por una entidad maligna. ¿Qué tal si el miedo es una motivación para decidir quemar o asfixiar a alguien? Y cobró real sentido.
El poder del miedo nos impulsa a pensar y a cometer los peores actos en contra de nuestros semejantes. No hay duda, detrás del racismo y todo tipo de prejuicios hay miedo, mucho, mucho miedo.
De lo anterior derivó otro pensamiento, tal vez la discusión o mejor dicho el trabajo introspectivo que debemos hacer como sociedad e individuos es con respecto al miedo. ¿Cómo aprendemos a no ser racistas, como le enseñamos a nuestro cerebro?
Sin duda, eliminar todo vestigio de racismo requiere de un ejercicio de conciencia muy profundo y tiene que ver con nuestros miedos e inseguridades.
Reaccionamos a lo desconocido con miedo y mientras no podamos analizar y sobre todo tengamos la real voluntad de enfrentar y eliminar el miedo, no vamos a poder incorporar nuevas creencias inclusivas. Volveríamos al engaño de “yo no soy racista” y de creer que los racistas son siempre los otros, yo nunca, jamás.
Vemos el racismo cuando se producen hechos extremos, pero cerramos los ojos ante el racismo latente, sutil, cotidiano, que tal vez no desaparece, sino que se transforma, se va adaptando.
Estoy convencida que la conducta no racista se logra desde el conocimiento, la apertura a nuevas ideas, la comunicación con el otro. Sin embargo, esto no es nada fácil. Como decía Albert Einstein, “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
Para convivir con el otro, es necesario un examen de autoconciencia individual y colectivo que analice los miedos, sino podemos desprendernos de estos, será imposible aprender y conocer al prójimo, las relaciones serán complicadas, ganará el poder del miedo y cobrará sentido el incisivo mensaje de mi té de jengibre.

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