El Ruiseñor y el Emperador

Editado Para La Historia

China, junto con los judíos, son las naciones más antiguas del planeta.

El país que hoy conocemos como China primeramente estaba formado por varios reinos hasta que uno de sus reyes, Chin, los unificó en un imperio y le dio su nombre: China. Napoleón decía que China era un gigante dormido y que no se debía despertar. Hoy China se ha despertado y no es necesario decir a dónde ha llegado. Va raudo y veloz a ser la primera potencia mundial. Eso no quiere decir que sea un país digno de imitar a 100% pues democracia, tolerancia y pluralidad no son cosas que se conocen en la China de hoy. En el pasado, China se mantenía bajo un halo de misterio, también debido a la lejanía a la que se encuentra este país. Fue tema de inspiración para muchos artistas: pintores, músicos, poetas y escritores han tenido de China el tema de sus obras.

Hoy les quiero hablar de un gran escritor danés de mediados del siglo XIX que se especializó en la literatura para niños. Su nombre era Hans Christian Andersen. Hoy no muchos recuerdan su nombre, pero sí recordamos sus hermosas historias: La Sirenita, El soldadito de plomo, El patito feo, La reina de las nieves, La niña de los fósforos, La ropa nueva del Emperador son cuentos que Hans Christian Andersen escribió para el deleite de los pequeñines. Algunos de estos cuentos han sido recreados por cineastas que los han llevado a la pantalla grande. Muchos de estos cuentos tienen un final triste pero siempre tienen una moraleja para sus jóvenes lectores.

La crónica de hoy nos habla de uno de esos hermosos cuentos de este escritor: El Ruiseñor y el Emperador. En la época en que vivió Hans Christian Andersen había una cantante de ópera sueca, Jenny Lind, que se veía algo opacada en los teatros del norte de Europa por los cantantes italianos que, quizás por mejor escuela, por mejor publicidad o por malinchismo, disfrutaban más de los aplausos del público. En este tema se inspiró nuestro escritor para su cuento El Ruiseñor y el Emperador.

En este cuento nos habla de la estrecha relación que se entabló entre un Ruiseñor de hermoso canto y el Emperador de China. La relación era intensa y el Ruiseñor cada día le regalaba un hermoso y nuevo canto a su amigo el Emperador. Así fue hasta que el Emperador de Japón le envió de regalo a su homólogo chino un Ruiseñor mecánico, todo en oro y piedras preciosas, que imitaba el canto del Ruiseñor… pero siempre el mismo canto. El director de música de la corte decidió que el canto del Ruiseñor mecánico era más hermoso que el del amigo del Emperador y, a partir de este momento, el Ruiseñor de los bosques fue relegado y olvidado. Así fue hasta que un buen día, de las entrañas del pájaro mecánico, salió toda la maquinaria y más nunca volvió a cantar. El Emperador, en su vejez y tristeza, languidecía al punto que pensaron que pronto podía morir. Cuando en lo más recóndito del bosque el Ruiseñor supo del estado de salud de su amigo, volando velozmente vino a su ventana para regalarle, como antes, un hermoso trino, el más hermoso de todos. Así fue como el Emperador recuperó su salud y su alegría de vivir y juntos, durante muchos años más, continuaron su hermosa amistad.

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La moraleja de este hermoso cuento es que la amistad es como una planta. Hay que cultivarla, hay que regarla a diario, hay que atenderla, hay que conversarle. Si se abandona la amistad de un viejo amigo por uno nuevo, como una planta, por frondosa y sólida que sea, puede morir. La amistad entre los hombres es uno de los bienes más preciados con los que el Señor nos ha regalado. Sepamos conservarla. Digámosles cada día a aquellos a los que amamos que son importantes para nosotros y que tienen un lugar en nuestro corazón. Le dedico esta crónica a todos mis amigos, a los que siempre tengo presente.

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Franck Antonio Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo (altus@sureste.com)