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Tan vieja y mañosa la nueva normalidad

Tanmi Tnam

Ahora sí, cada quien debe cuidarse responsablemente, ya que el Coronavirus anda suelto de día y de noche, en el territorio nacional.

No le importa a quien atacar. Está en el campo, en la ciudad, en la oficina, en el rancho y en cualquier palacio. En las familias pobres ya no se diferencia si el sufrimiento es por hambre, por el Coronavirus, por el confinamiento, por falta de fe o por andalón.

Se habla de la nueva normalidad, reducida al campo de la salud. Pero la salud no puede funcionar de manera aislada, necesita de decisiones al más alto nivel de la administración pública, presupuesto, cobertura y personal especializado. La salud es parte de la complejidad cotidiana. La salud pública necesita del monitoreo de la población local para aprovechar al máximo los servicios públicos con muy buena atención a los enfermos, a mujeres lactantes, a niñas y niños en edad escolar, a recién nacidos, a los de la tercera edad y especialmente a los desnutridos. Así como están los hechos, la salud en la nueva normalidad que se desea, seguirá sin cobertura, sin medicina, con instalaciones escasas, en estado lamentable y en muchos casos funcionando mal por la corrupción.

La nueva normalidad en el Congreso de la República, así como están los hechos y los acuerdos, seguirá con los arreglos que no sirven para la ciudadanía ni para la población guatemalteca.  Los esfuerzos están dirigidos a conservar los intereses y la seguridad de quienes no quieren al país, que con sus actuaciones demuestran defender a los corruptos y a los que dicen hacer política como sinónimo de corrupción. Con los centavos y votos del sufrido pueblo, muchos llegan allí para hacer lo que les venga en gana y el pueblo sigue en sueño profundo del que algún día despertará. Por el momento, el ciudadano pobre no cree en lo que escucha y en lo que mira, la politiquería lo hunde más en la pobreza, el Coronavirus le persigue, el hambre está en casa desde hace años y ahora el chucho de la calle le acaba de orinar a las botas. La ciudadanía letrada, junto con el pueblo, deberían iniciar la lucha para que vuelva la CICIG.

La nueva normalidad para muchos trabajadores del sector público es que siga el confinamiento y cobrar el salario sin mucho esfuerzo para algunos y para los más listos será para atender negocios propios. Para las personas que trabajan con otros patronos, muchos han perdido el trabajo y ahora tienen dificultades para conseguir comida. Para quienes siembran algo de cultivo, esperan que el tiempo transcurra con lluvia moderada para tener algo de qué comer para el año que viene. Para las familias extremadamente pobres, siguen esperando que llegue la ayuda por parte del gobierno.

La nueva normalidad para estudiantes de primaria en el área rural, no vislumbra cambio alguno. La vieja escuela por el momento está abandonada y las niñas y niños viven haciendo uso de sus conceptos, procedimientos y medios culturales propios al alcance tal como han aprendido en casa. Hasta el momento, la escuela y la educación que imparten son ajenos al significado y práctica de hechos históricos, económicos, políticos y culturales que en la comunidad suceden como parte de la vida cotidiana.

La nueva normalidad para los días de mercado, no cambiará nada, salvo que las autoridades e instituciones locales regulen la asistencia de la población a los días de plaza, de lo contrario, toda la gente se volcará libre y desordenadamente donde están los parques, las iglesias, las calles y a los mercados populares. Regresarán el bullicio, la contaminación, el desorden y el libertinaje.

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