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“Las discordias y las divisiones entre humanos son un tejido destructor”

Cada día son más los desplazados, a los que se les obliga a huir a causa de los conflictos. Además, por si fuera poco, el dolor, a muchos se les niega algo tan esencial como la nacionalidad y el acceso a derechos esenciales: la educación, sanidad, empleo, libertad de circulación… Toda esta bochornosa realidad lo que nos pone de manifiesto es la necesidad de otras acciones más humanas. Sin duda, lo prioritario es luchar por un planeta más de todos y de nadie en particular, inclusivo e igualitario. No olvidemos que sí la colaboración transfronteriza en las Américas es clave para acabar con el coronavirus, también las prestaciones sociales para la infancia son fundamentales para reducir la pobreza, pero por desgracia, sólo uno de cada diez países las tiene, según Naciones Unidas.

Pensemos en esas personas que, podríamos ser cualquiera de nosotros, movidas por la desesperación, perseguidas o aterrorizadas, dispuestas a buscar nuevos horizontes para poder subsistir o tener seguridad en su existencia. Sus argumentos no pueden dejarnos indiferentes. Alrededor de un millón de seres humanos solicitan asilo de forma individual cada año. ¡Pero no son números, sino gentes con corazón! Por ello, cada acción humana, ya sea de acogida, protección o integración, es radical para fortalecer a los más vulnerables. Lo importante es trenzar redes solidarias, fortalecer la cooperación y el don generoso con los refugiados y los países de acogida afectados, al menos para cerrar la puerta de nuestras miserias y abrir el ventanal del alma, que es lo que en el fondo nos regenera e injerta en nosotros clemencia.

Desde luego, nos concierne a todos aliviar las sendas de la vida, permitir hallarse en condiciones de seguridad y dignidad junto a nuestros análogos, olvidar fronteras y dejar de lado inútiles frentes que nos deshumanizan, máxime en una época de nuestra historia, marcada por acontecimientos tan significativos como la pandemia que actualmente afecta a la población mundial conocida como COVID-19 y los lamentables hechos de racismo que han provocado protestas y levantamientos en varios países. Por ende, para tomar buena orientación, debemos desterrar de nuestro entorno muestra tan repugnante como la violencia, el espíritu intolerante entre nosotros; y, hemos de activar igualmente, otro aire más fraterno para que cese la discriminación. Algo tan esencial como básico y que venimos pregonándolo desde hace ya una eternidad; sin embargo, somos incapaces de ponerlo en la práctica. No hay mejor cultivo armónico que el acercamiento entre semejantes.  De lo contrario, la propia vida se hace una carga.

En consecuencia, considero indispensable cambiar de actitud y por eso se requiere que aprendamos a convivir unidos, las discordias y las divisiones entre humanos son un tejido destructor. En efecto, todo el mundo puede marcar ese espíritu acorde con un mismo pensar y un mismo sentir, sin dejar a nadie en la cuneta del abismo. El camino, en nuestra casa común, hoy más que nunca requiere de la fuerza conjunta para seguir adelante. Son muchas las familias que no pueden ganarse el pan con el trabajo de sus manos, pues andan desesperados y desamparados porque nada tienen. La vida les ha quitado todo, hasta la dignidad de un trabajo decente y la serenidad de un hogar. Quizás tengamos que propiciar más la escucha de nuestras interioridades, así podremos conciliar otros lenguajes más próximos con todo prójimo. Al fin y al cabo, para crecer humanamente se requiere compartir, o sea, amar el amor de amar amor.

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Víctor Corcoba Herrero

Escritor Español

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