¿Qué será de nosotros en septiembre?
Sueños…
Julio estremece al mundo
Apenas empezando el mes de julio, de este año devastador, la crisis sanitaria no termina, y el impacto del confinamiento universal se traslada hacia la pobreza y el hambre de amplios sectores de la población y la ruina de los negocios más rentables.
Dos eventos ponen al mundo a temblar de espanto: en Guatemala y Costa Rica, dos países insignias de la región, las noticias dominantes indican que, en septiembre, el primer país, alcanzará entre 12 a 15 mil muertes; en el segundo se menciona que en la misma fecha los hospitales van a colapsar. La crisis parece no tener fin. Sigue una curva con un zigzag embriagador, a la desesperación y al pánico le siguen momentos de euforia. Está pasando la ilusión de que toda crisis sanitaria tiene tres olas, con tres picos, y que en marzo pasaríamos el primer pico, y que los otros no serían tan mortalmente pronunciados. Hoy, ya sabemos que la ciencia no logra encontrar la apetecida vacuna y las olas son como las del mar, eternas con ráfagas mortales.
Siempre surge la esperanza, esta espantosa tendencia tiene que llevarnos hacia algún final. Tenemos que prepararnos, no quedar de brazos cruzados. La sociedad está cada vez más claramente dividida. Entre los que tienen un colchón financiero y una zona de confort, la minoría; y los que ven sus ingresos disminuir dramáticamente, y van hacia la penuria, financiera o de hambre.
El mundo está en recesión desde el finale del 2008-09. Las clases dominantes, en países desarrollados y del tercer mundo fueron indolentes e incapaces. No realizaron una reforma esencial de las relaciones de producción y de organización social desde la quiebra del modelo finanzas-petrolero de la primera década. La salida fue fácil y encubridora. Se procedió a endeudar a todos los gobiernos del mundo para tender salvavidas al sistema bancario y financiero obsoletos. La crisis se transformó en recesión permanente. Hoy el mundo entró en colapso, con pocas opciones de reformas radicales.
Por fin entramos en crisis del modelo capitalista, del que todos somos parte, victimarios y víctimas simultáneamente. La crisis tan anunciada, como la segunda venida de Cristo, no se presentaba por la sencilla razón de que no se puede hablar de crisis del sistema si no hay pérdida del control y gobernabilidad de este.
Pareciera que la primera fase de la crisis global fue la quiebra de bancos y financieras del primer mundo. Se eludió la crisis echando gasolina al fuego, se prolongó el resultado convirtiendo el inicio de la crisis en recesión eterna. A la quiebra de Estados Unidos, Europa y Japón se tenía que responder con un cambio de modelo productivo, amigable y respetuoso de la naturaleza, con menor uso de energéticos y control de la población. Se prefirió gastar dinero y endeudar los Estados para sostener un modelo espectral. El resultado lo tenemos a la vista, ya estamos en crisis.
Se prefirió la recomposición de los grupos que controlan el sistema financiero internacional, antes que realizar un cambio fundamental en las formas de producir, intercambiar y consumir bienes y servicios.
La crisis financiera se convierte en crisis real
Aún los organismos más funcionales del sistema financiero mundial no pueden obviar el diagnóstico, la economía mundial va a decrecer no menos del 5% este año (World economic outlook up, FMI, junio 2020). Y el futuro es más oscuro de lo imaginado.
La CEPAL es un poco más realista, aunque insiste en su falaz insinuación, la salida es la “integración” latinoamericana. Sin que nadie sepa que significa eso. Menciona que la crisis del Covid-19, (Cepal. Informe especial covid-19, junio 2020), golpea una estructura productiva y empresarial con debilidades que se han originado a lo largo de décadas. América latina es una región con grandes contradicciones históricas imposibles de resolver. En lo social, vida de lujos de primer mundo en ciertas ciudades y sectores de la población, y miseria, atraso y servidumbre en las amplias mayorías. Conviven sectores financieros y empresariales ligados al comercio exterior en la abundancia, en alianza con burocracia estatal, universitaria y profesional de privilegio con amplios sectores de pobreza, analfabetismo, desnutrición, mano de obra barata o grupos que viven de la ayuda oficial.
Los intelectuales somos muy buenos para el diagnóstico, y muy malos para aportar soluciones. Es que en forma paradójica esas soluciones nos perjudican.
Así que nuestra Cepal nos muestra la realidad, una vez más: en la base de la fractura social está la fractura productiva. “La estructura productiva de la región presenta una gran heterogeneidad entre los sectores y entre las empresas.” Pocas empresas y sectores productivos viven en el mundo moderno de la alta productividad. El sector bancario, el corazón del sistema empresarial moderno, los empresarios orientados a la exportación e importación de bienes y servicios, los comerciantes en masa y los sectores de empresas de alta intensidad de capital (telecomunicaciones, informática, productos de salud, electricidad, lavado y medios) viven en abundancia. El resto de los sectores de consumo de supervivencia viven en la informalidad, bajos salarios, analfabetismo y carne de cañón del crimen organizado.
Lo que queda de dignidad en el mundo tiene que luchar por reconstruir las relaciones sociales en forma democrática, equitativa, solidaria, respetuosa de la naturaleza y de consumo esencial. Una vida cercana al lejano edén perdido.
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