Reapertura, ineptitud y responsabilidad
Evolución
El presidente anunció el miércoles de esta semana que pronto estará dando a conocer los parámetros para la apertura gradual del país, basado, según dio a entender, en un sistema de alertas que será determinado para cada municipio.
Las limitaciones a las actividades productivas que hoy se encuentran inertes debido a las disposiciones gubernamentales son insostenibles y su levantamiento es impostergable. Tendrá que aceptarse que eventualmente dichas actividades deberán reanudarse, aún con las circunstancias que implica la pandemia, sobre todo porque el daño económico que han significado para muchas personas y empresas es a estas alturas irreparable e insufrible. Y éste sólo seguirá creciendo y agravándose en la medida que el cierre se prolongue. Muchos sostuvimos desde un inicio que no era necesario un cierre tan estricto de la economía y que muchas de las actividades que se prohibieron pudieron haber continuado con las debidas medidas de seguridad, prudencia y sentido común.
El hecho de que el número de contagios venga en crecimiento en las últimas semanas viene a poner en serias dudas la efectividad de las medidas impuestas y en cierta forma evidencia su ilegitimidad.
El colapso del sistema de salud pública, la falta de medicamentos e insumos, la falta de personal médico y la falta de equipo de protección adecuado para dicho personal, solo evidencian aún más la ineptitud con la que ha sido manejada la crisis, a pesar de las decenas de miles de millones de quetzales que se han puesto a disposición del gobierno debido al endeudamiento irresponsable que tendrán que pagar ésta y unas cuantas generaciones más.
Irónicamente, con su peculiar forma de expresarse, el presidente dijo que “solo tenemos dos caminos, o nos da o nos salvemos que nos dé”. Interpreto las palabras del presidente en el sentido que será inevitable que eventualmente la mayoría de las personas, por no decir todas, serán contagiadas. De nuevo, si al final todos vamos a ser contagiados, ¿cuál fue el sentido entonces de haber sacrificado tantos empleos y de haber llevado a la ruina a tantas empresas? Con ese mismo cinismo, la SAT ahora se queja de una caída drástica en la recaudación y anuncia con bombos y platillos que se estará ensañando sin misericordia en contra de aquellas empresas que apenas han logrado mantenerse a flote. Al final, la mentalidad imperante en este país es que el ciudadano, que más bien se percibe como súbdito, debe sacrificarse en aras de salvaguardar al sacrosanto Estado, que no es otra cosa más que políticos y burócratas corruptos e ineficientes con poderes ilegítimos y excesivos.
Que se apresure, pues, la apertura. Que se restituya a las personas, que hoy están imposibilitadas, su derecho a ganarse honradamente el sustento para sus familias. Deberemos cada uno asumir la responsabilidad de tomar las medidas de precaución propia y también de consideración de no poner en riesgo a los demás. Si bien estamos empezando a entender que hay medicamentos que parecen ser efectivos para minimizar los efectos del virus y reducir sus riesgos, y si bien, en general, estadísticamente se sostiene que la tasa de mortalidad es relativamente baja, siempre habrá personas para quienes la enfermedad pueda ser grave o fatal, por lo que la prevención y consideración hacia los demás seguirá siendo indispensable. Algunos plantearon como ideal alcanzar la inmunidad de manada. Estudios recientes en países que han tenido altos números de contagios demuestran que en las personas que han superado el virus, los anticuerpos desaparecen luego de algunas semanas, por lo que se estima que la inmunidad colectiva no es factible y al momento no se cuenta con suficiente data como para saber cuál será la reacción más probable ante un segundo contagio. Por consiguiente, no quedará más que hacer lo que muchos hemos dicho desde un inicio, asumir cada quien la responsabilidad de resguardarnos y exigir que todos lo hagamos para no poner en riesgo a las personas más vulnerables o para quienes la enfermedad pueda ser severa o mortal, y así poder reanudar de forma prudente las actividades productivas, lo cual tanto se necesita. Eso no significa, desde luego, ser indolente con el gobierno y su manejo de la crisis, debiendo exigir también transparencia, rendición de cuentas y deducción de responsabilidades.

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