La responsabilidad y la empatía ante el Covid-19
Punto De Vista
El COVID 19 es un virus inquietante, si ingresa a nuestro organismo lo secuestra, se replica, se burla de nuestro sistema inmunológico.
El virus nos alcanzó, avanza sin piedad, soberano, imparable. El riesgo de contraer el COVID-19 está en todas partes y actualmente su propagación es alarmante a pesar de las medidas preventivas adoptadas, como las restricciones a la movilidad de las personas, el cese de algunas actividades económicas, etc.
Aun así, continuamos confiando en que nuestro comportamiento individual evite el contagio a los nuestros, como el uso de la mascarilla, el lavado constante de las manos, distanciamiento físico o permanecer en casa.
La Organización Mundial de la Salud, expresa que el virus se transmite principalmente por contacto con gotículas respiratorias, las cuales son lanzadas por una persona infectada al toser, respirar o hablar. Dichas gotículas, al caer sobre objetos que son manipulados con las manos por otras personas, existe un posible contagio al tocarse luego los ojos, la nariz o la boca. También existe la posibilidad de inhalar una gota recién lanzada, es decir, la transmisión aérea del virus.
Los síntomas más comunes son fiebre, tos seca, dolor de garganta. Hasta hace pocos meses, esos mismos síntomas no causaban gran alarma, nos auto medicábamos o simplemente con algún té con miel, dejábamos que el cuerpo hiciera el trabajo de eliminar el virus.
En el caso del COVID 19 se agrega además, que las personas mayores y las que sufren ciertas afecciones como problemas cardíacos y diabetes son las que tienen mayor riesgo de sufrir la enfermedad de manera más grave o la muerte. Actualmente, no estoy tan segura de esto, la realidad muestra que a cualquier persona se le puede complicar la vida con COVID-19.
A pesar de estar saturados de información, incluso de conocer personas que la pasaron o la están pasando muy mal, luchando por su vida, parece que existe un mundo paralelo: una gran mayoría de personas salen a la calle, caminan y hablan sin usar la mascarilla, o la usan mal, no respetan el distanciamiento físico y no podría asegurar cuántas veces lavan sus manos, no les importa concurrir a reuniones familiares o con amigos, porque parece reinar el pensamiento: “a mí no me va a ocurrir”.
Detrás del pensamiento “a mí no me va a ocurrir”, existe egoísmo, no se está pensando en el otro, en las personas que puedo contagiar si por ejemplo resultara asintomático, incluso presentarse en el trabajo si se sospecha que se tiene síntomas, es decir, no informar o alertar sobre la situación en un tiempo oportuno, con el fin de evitar que los compañeros o colegas se contagien y tomen las medidas correspondientes, porque esas personas también tienen un familia que proteger.
El COVID 19 es una cuestión de salud pública, sin duda, pero también es una situación que obliga a reflexionar sobre nosotros, sobre cómo somos y cómo nos comportamos.
No se trata de cuidarme a mí exclusivamente, se trata de mí actuar con el prójimo, de no causar un daño mayor. Se trata de la responsabilidad individual y social, se trata de la empatía.
De no tomar conciencia sobre nuestro comportamiento, difícilmente estaremos cerca de bajar los contagios y evitar circunstancias límites, dolorosas. La situación es vital, porque los datos que nos muestra el Ministerio de Salud cada día no son simplemente números, son personas y uno de esos días ese número puedo ser yo, tú, nuestros hijos, nuestras parejas, hermanos o padres.

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