OpiniónColumnas

La belleza de la mujer

Ventana Cultural

Hace poco hice un viaje, un viaje donde la magia era nuestra guía, y nosotros sus protegidos, donde la mano de Dios se encuentra vigente y viva la presencia de todo aquello en lo que creemos, y en todo aquello que nos parece inverosímil.

Me adentré en las lejanas tierras del desierto de Gobi, este que cubre todo medio oriente, los templos, esos lugares de oración que todo creyente encuentra en cada esquina de estos países, llegué a la tierra de la emblemática y antigua ciudad de los faraones, la tierra de la misteriosa Kemet, el mágico Egipto, me contó un gran escribano, cuyo nombre no recuerdo que mucho antes que él naciera, en los templos hasta aquellos donde mis ojos podían ver y mi imaginación podía llegar, las sacerdotisas hacían bailes para adorar a los dioses, y las únicas fechas en que salían bailando al público, era para las ceremonias religiosas que eran presididas por la reina madre.

Me fui trasladando por el tiempo, los primeros siglos del cristianismo, la edad media, así fue hasta en estos momentos en que esta tierra fue invadida por extranjeros que decían que su Dios era el único y verdadero, relegando a nuestras mujeres más de lo que ya estaban cuando llegó Alejandro Magno, me dijo el escriba de esa época con lágrimas en sus ojos,  sus gobernantes ya no les permitieron expresarse, danzar, mucho menos hacer lo que generaciones anteriores hacían por derecho propio, allí inició la época patriarcal.

Me dijo que, ¿Cómo podían hacerse llamar seguidores de Cristo? Si sus enseñanzas hablaban del amor y la tolerancia hacia todos los pueblos, también dijeron que esas enseñanzas no le “agradaban a su Dios” y que por eso nos iba a castigar, pasó el tiempo y otro grupo llamado islámico llegó también haciendo lo suyo.

El esplendor y la magia de esta tierra están dormidos, se ocultaron bajo los velos que usaban las sacerdotisas, ellas siguen bailando en silencio, porque el alma de la sacerdotisa radica en su puesto. – Sus palabras eran tan profundas pero a la vez, llenas de amargura y tristeza que no me atreví a preguntar nada, solo me limité a escuchar, los que el historiador decía me bastaba para darme cuenta que el alma de la danza se encuentra aún dormida.

Me trasladé unos siglos más tarde, me encontré con el hijo de quien en vida fue conocido por Rodrigo Ruy Rivas de Vivar, me contó que para la época en que su padre peleó contra los moros para liberar a España, hubo un grupo de gente que se hacían llamar gitanos, trajeron consigo la danza desde Egipto, pero le agregaron todo el color que tiene hasta ahorita, y por los movimientos de cadera, se le bautizó como danza del vientre.

Una cosa que me dijo, y que no se me va a olvidar jamás fue, que una de las bailarinas le dijo: “el alma del filósofo radica en su mente, el alma del poeta está en su corazón pero el alma de la odalisca, de la bailarina, radica en su cuerpo y allí es donde se manifiesta su belleza.”

La belleza no se encuentra en un cuerpo esbelto, o en un cuerpo delgado, sino que se encuentra en la profundidad de los sentimientos, en la verdad de las palabras y en la pureza de los pensamientos, que se manifiestan en un cuerpo esbelto, en un cabello hermoso, o unos labios espectaculares.

Regresando a mi tiempo, regreso con esta misión, demostrar que la danza es más que movimientos, que el baile como tal es un ejercicio, la danza es una forma de oración y no podemos dejar que esa espiritualidad muera de manera tan vil en las esterilidades de lo que llamamos arte moderno.

Area de Opinión
Libre expresión de pensamiento.

Lea más de la autora:

Claudia Alexandra Figueroa Oberlin

El arte siempre lo llevé de la mano con la literatura, me dediqué al teatro, a la danza por más de quince años, y a las artes marciales, ahora soy miembro de diferentes asociaciones y academias de poesía: Asociación Actuales Voces de la Poesía Latinoamericana, donde participo con crítica literaria, Academia Nacional e Internacional de Poesía de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, América Madre, Unidos por las Artes, Movimiento Literario de Centroamérica, y locutora de la radio el barco del romance con el programa Una Ventana al Mundo, donde hablo de los viajes, la historia y la cultura, recito poemas y leo cuentos o fragmentos de otros autores y propios.