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Las derechas guatemaltecas (Parte I)

Ordo

Se ha desatado en Guatemala un discurso muy fructífero sobre lo que, según algunos, es, y no es, la derecha en este país.

En esta discusión han participado personas de reconocida trayectoria. Este diálogo demuestra una apertura y disposición a la auto-reflexión que la izquierda no ha manifestado. Pareciera que la narrativa es siempre la misma: para que el país progrese, es la derecha que debe cambiar. La izquierda aparentemente puede seguir como siempre, lo cual es una mentira.

Las divisiones entre las derechas se han dado por dos principales razones. Las posiciones de algunos con respecto a la conducta de la CICIG en Guatemala, y, relacionado, pero no limitado a eso, las posturas tomadas ante las disposiciones de la Corte de Constitucionalidad (CC), y lo que se percibe como un activismo judicial de la CC, en la opinión de algunos. A esto se añade la manifiesta inclinación de la CC de dar trámite a ciertas peticiones de manera expedita, a casos políticamente sensibles, lo que algunos perciben como una especie de justicia selectiva. Las posiciones de uno con respecto a estos dos temas por si solos no necesariamente los marca ni adentro, ni afuera, de lo que se podría considerar la derecha guatemalteca. En eso debería de haber un acuerdo básico.

La definición de lo que es derecha varía según país, y según la temática en cuestión. Existen varias vertientes de la derecha en este país, desde la liberal (Estado delimitado, libre mercado) a la conservadora (Iglesia, Ejército, Familia), entre muchas otras.  Es obvio que dentro de lo que se podría considerar la derecha guatemalteca caben muchas variantes, de múltiples dimensiones, entre ellas lo económico (menos impuestos y gasto público), lo político (la República, la separación de poderes), lo legal (la Constitución y su interpretación textual), y lo social (la inclinación a cambios graduales).  Esta es una burda generalización y son solos unos ejemplos, no es una lista exhaustiva.

En Guatemala, se habla en redes y medios de la “vieja derecha” y la “nueva derecha reformista”. En la narrativa dominante de la izquierda, a la vieja derecha se le tilda con todo tipo de etiquetas ofensivas. La nueva derecha reformista, a cambio, es altamente celebrada, pero solo por la izquierda, tanto de Guatemala como la comunidad internacional. Ese es el problema de la nueva derecha, nadie les cree.

No ha de sorprender, entonces, que la derecha tradicional de Guatemala desconfíe de la autodenominada nueva derecha. Si los aliados, referentes, protectores, agentes multiplicadores, y audiencia son abiertamente de izquierda, eso sirve de poco para ganar la confianza de la derecha. Este es un tema importante, porque se supone que es a la comunidad de derecha que la nueva derecha podría influir. Sería ingenuo suponer que la izquierda les haría caso si tuvieran el poder político. Solo les hacen bulla cuando están debilitando las posiciones de la derecha … a las que se oponen radicalmente. La percepción válida (pero no por válida cierta) entre la vieja derecha es que la izquierda solo usa a la nueva derecha como idiotas útiles, pero que jamás les darían influencia, espacios y puestos políticos importantes una vez en el poder. 

Estos son temas importantes que deberían de abarcar los representantes de la nueva derecha. Si lo que quieren es cambiar la opinión de gente de derecha, deberían de ser mas transparentes en sus argumentos. De no ser así, no se entiende la razón de su existencia. La meta de la moderación de las posiciones políticas es llegar al centro, no regalar todo a un extremo del espectro político. La nueva derecha guatemalteca no ha mostrado ninguna inclinación, menos la capacidad, de moderar los argumentos de la izquierda. Esto constituye una gran falla. La moderación de las posiciones políticas de ambos lados del espectro política es indispensable para llegar al consenso. De eso depende el poder dejar los conflictos del pasado en el pasado, y el desarrollo. De seguir como lo están haciendo, el proyecto de la nueva derecha sería una causa perdida.  A la derecha tradicional no le creen nada, y aplausos de la izquierda no les convencen.

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