OpiniónColumnas

¿En dónde están las iglesias?

Barataria

Una verdad innegable en esta crisis sanitaria en la cual aún nos encontramos inmersos, es que nadie estaba preparado para afrontarla.

Ni los países, sus gobernantes y sistemas de salud podían haber vaticinado que iba a acontecer.  Aun existieron gobernantes como el nuestro que, habiendo visto los estragos que la pandemia había provocado en Europa, no tomó las medidas adecuadas y únicamente utilizó la pandemia como una forma de obtener ampliación de presupuesto, disponer de grandes cantidades de dinero endeudando al país y esperando que venza este ejercicio fiscal para que el otro año, readecue estos fondos para gastarlos a manos llenas.  Sin embargo cabe considerar que en el mundo las creencias religiosas tienen una consideración especial, dado que transmiten esperanza, consuelo, moralidad a los creyentes y que con ello les motivan a vivir vidas piadosas.

En la medida en que la pandemia se ha acentuado en el país ha sido evidente la necesidad económica de muchos guatemaltecos.

Banderas blancas, suspensión y cancelación de contratos de trabajo y la declinación de la actividad económica ha dado como resultado que muchas familias la estén pasando verdaderamente mal.  Aunado a ello, hemos visto como el descaro del señor Giammattei y su equipo de gobierno que ha sido incapaz de ejecutar adecuadamente los fondos, dejando a muchos esperando el bono familia, el bono de recuperación del empleo y otros más sin poderlo recibir lo cual es totalmente vergonzoso.  Estas necesidades que afloran en todo el país, se ha podido reclamar al Gobierno puesto que para ello está, es decir que la obligación del Estado debería ir en la línea de paliar aunque sea en una mínima medida las dificultades económicas de la población.

Siendo Guatemala un país con creencia mayoritariamente cristiana y que tradicionalmente se ha dividido entre la Iglesia Católica Romana que constituye un solo sistema religioso con diversas órdenes en su seno y la Iglesia Evangélica que nunca podrá considerarse como un solo sistema religioso (aunque la Alianza Evangélica de Guatemala, ilegítima y vergonzosamente haya usurpado esa posición).  Las iglesias tanto católicas como evangélicas como tales hay de diversos tamaños considerados por el número de sus miembros o feligreses.  De allí que hay pequeñas iglesias o capillas y grandes iglesias o como comúnmente se le ha llamado “Megaiglesias”. 

El punto principal es que el papel que han desarrollado las iglesias en esta pandemia ha sido verdaderamente cuestionable.  Es comprensible entender que de muchas iglesias modestas y pequeñas que no cuentan con capacidad económica para mucho, sin embargo algunas de estas no se han quedado de brazos cruzados y de su propia pobreza han acudido a socorrer a sus propios feligreses necesitados, para que de alguna manera muestren el mismo amor de Cristo.  Sin embargo, ha sido cuestionada la falta de acción de iglesias con mayor capacidad económica y con grande feligresía que en realidad no han pasado de hacer sus servicios en forma digital pero que no se han preocupado de las necesidades de su propia feligresía. En efecto, muchos pastores que se ufanaban en redes sociales y medios de comunicación predicando el evangelio a los cuatro vientos, al inicio y durante el transcurso de esta pandemia han sido muy escuetos, incluso muchos de ellos fueron criticados por postear mensajes en donde indicaban instrucciones para ofrendar o diezmar.

El papel de la iglesia cristiana hoy día debe redefinir su papel en la sociedad del siglo XXI y especialmente durante la crisis sanitaria sin precedentes para esta generación. Esto es definitivamente importante porque la iglesia es quién deberá proveer a sus feligreses y a la sociedad en general de ese amor, fé y esperanza que provee el evangelio.  Por lo general muchas iglesias y sus líderes les fascina la idea de deslindar lo espiritual de lo material, creando un submundo dentro de este en el cual vivimos y por medio del cual enfatizar esas cosas “espirituales”, sobre la idea de que nuestra estancia por este mundo es pasajera, y que por lo tanto, no debemos preocuparnos de las cosas materiales.  Cosa contraria a lo que expresó Jesús al indicar que naturalmente debemos buscar primeramente la justicia de su reino y lo demás nos vendrá añadido.  No es comprensible desde ningún punto de vista que las iglesias se hagan de la vista gorda con las necesidades materiales y económicas de sus propios feligreses, yo no digamos de otras personas y de esta manera acumular los verdaderos tesoros en el cielo, como manda el evangelio.  Seguramente habrá muchas iglesias que no podrán hacer nada al respecto y que sus condiciones económicas son verdaderamente lamentables, con pastores dedicados a tiempo parcial puesto que no son sostenidos económicamente por las iglesias y habrán otras iglesias de regular tamaño que han comprometido sus ingresos por la adquisición de bienes en donde construyen templos y otras instalaciones.  Pero habrán iglesia muy grandes hoy en día que año con año ven cómo sus ingresos han aumentado considerablemente, teniendo superávit y celebrando congresos, conciertos a granel y cuyo flujo de caja es considerable.  Muchas de estas iglesias cuentan con colegios algunas con instalaciones muy grandes y modernas pero que sin embargo, poco o nada han hecho en favor de sus mismo feligreses ya no digamos en favor de la gente necesitada, los pobres.  Olvidan que Jesús mismo le dijo a quien tenía muchas posesiones “vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme”.

La ausencia de la iglesia en medio de la pandemia es notoria, inexplicable y sobre todo decepcionante.  El liderazgo de la iglesia está sometido a un análisis crítico sobre su papel en medio de esta pandemia. No se trata solamente de transmitir mensajes, homilías o prédicas si no están respaldadas por acciones firmes, como dice el adagio “tus hechos gritan tanto que no me dejan oír tus palabras”. El liderazgo cristiano del primer siglo, los apóstoles de verdad que siguieron con el evangelio después de la ascensión de Cristo, vieron la necesidad económica de los primeros seguidores y se habla de que de alguna manera la supieron suplir.  Hoy en día el liderazgo cristiano se limita únicamente a hablar de una fe sin obras realmente y la esperanza que predican está lejos de la esperanza bíblica porque no va acompañada del amor y la fe obrando como dicen las escrituras.

Que las iglesias cristianas con fuertes recursos económicos piensen más en el mañana para no apoyar a sus propios feligreses que en el presente de mostrar el amor cristiano es una vergüenza para sus líderes que se dicen hombres de fe, porque no están haciendo exactamente lo que Jesús haría.  Imaginemos que ya llevamos casi 5 meses de pandemia y así están las iglesias, que nos esperará si esta pandemia se extiende o si la crisis económica termina de afectar.  ¿En dónde estarán las iglesias y sus líderes?  ¿Acaso seguirán ignorando a sus propios y necesitados feligreses? ¿O buscarán mantener sus propios fondos por si acaso sigue la crisis y los templos siguen cerrados indefinidamente? 

Es tiempo que los líderes religiosos reaccionen y recapaciten para pensar que su labor no es terrenal si en verdad siguen a Jesús, sino que es una labor que debe transmitir fe, esperanza y amor, pero que esos elementos no son válidos si no se obra en favor de las creencias que se tienen.  Como dijera Nuestro Señor y Salvador Jesucristo: “No hagan tesoros en la tierra en donde la humedad puede destruir o donde los ladrones pueden robar hay que hacer tesoros en el Cielo, porque dónde esté tu tesoro allí va a estar tu corazón”.  Pastores, Sacerdotes o líderes religiosos ¿En dónde está realmente su tesoro?  Por favor háganse visibles a través de ayudar a otros en medio de esta crisis.

Area de Opinión
Libre expresión de pensamiento.

Lea más del autor:

Emilio Estrada

El Doctor Emilio Estrada, es abogado egresado de la Universidad de San Carlos de Guatemala, obtuvo su PhD en Sociología en la Universidad de Salamanca, España, es abogado litigante.

Avatar de Emilio Estrada