El sesgo mediático y las elecciones en Estados Unidos
Ordo
“Soy veraz, no neutral”, eso le gusta decir a Christiane Amanpour de CNN. Suena bien, hasta ético, pero esa actitud de parte de los periodistas es la causa de la enorme caída en el prestigio y credibilidad de los medios para millones de personas.
En el pasado, los periodistas retaban al poder político, sin importar la afiliación política de quienes ostentaban el poder. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, la prensa fue muy crítica del presidente Richard Nixon, un Republicano. Fue una investigación periodística que ocasiono el escándalo político de Watergate (espionaje político) que culminó en la renuncia de Nixon. No obstante, la prensa también fue muy crítica del presidente Demócrata Lyndon Johnson por la Guerra en Vietnam. Asimismo, la prensa había sido dura con el presidente Carter, Reagan, Bush padre, Clinton (a pesar de su obvia preferencia por él). Con George W. Bush, la prensa mostró una marcada postura de oposición que a todas luces era más dura de lo que habían tenido que soportar otros presidentes. La guerra en Irak parece haber unido los medios en causa común en contra de Bush hijo.
Empero, no se puede atribuir la antipatía a Bush hijo solo a su oposición a la guerra en Irak. Los medios continuaron su marcada tendencia de sesgo anti-Republicano con la candidatura del Senador John McCain, quien se postulaba a la presidencia contra su rival Demócrata Barack Obama. La cobertura mediática de John McCain fue 57% negativa, casi el doble del porcentaje negativo para Obama, cosa que influyó en su derrota en 2008. Luego, algo interesante ocurrió durante la presidencia de Obama. Los medios dejaron de criticar y se asignaron la tarea de intentar mover su agenda política, o de refutar las críticas hechas por Fox News, el único medio importante con un sesgo de derecha. Bill Clinton famosamente dijo que los medios trataban mejor a Obama porque les gustaba tener un presidente negro. Cuando Obama corrió por su segundo mandato ante el Republicano Mitt Romney, la cobertura mediática de Romney fue abrumadoramente negativa, tachándolo de racista, sexista, y sin compasión para los pobres. Como hoy, Romney es un Senador Republicano que votó en contra de Trump en su juicio político, los medios hablan de su decencia y buen carácter, cosa que motivó a Jonah Goldberg, editor de las revistas conservadoras National Review y The Dispatch a afirmar que los medios le deben una disculpa a Romney.
En las elecciones de 2016, los medios adoptaron una postura de abierta resistencia a la candidatura de Donald Trump. Según el Washington Post, un medio de izquierda, la cobertura de Trump pasaba en un rango de 80% a 89% negativa en los principales medios. Sin embargo, Trump ganó, y la noche de las elecciones el descontento, la rabia, el shock de los reporteros fue palpable a través de la televisión.
Cobertura medíatica negativa para Donald Trump en las elecciones de 2016.

Desde entonces, el sesgo de los medios se ha vuelto todavía más colérico. Los medios han movido numerosas narrativas negativas en contra de Donald Trump que han resultado ser totalmente falsas. Reportaron que su campaña coludió con Rusia para ganar las elecciones, lo cual resultó ser falso. Sin embargo, la gran mayoría de Demócratas siguen creyendo lo que reportaron los medios. Trump nunca dijo que neonazis eran buenas personas, como reportaron los medios, y mucha gente sigue creyendo que lo dijo. Ahora, para ayudar a los Demócratas en las elecciones de 2020, los medios decidieron negar la existencia de violencia política practicada en las ciudades de Estados Unidos. Los medios armaron la narrativa de que se trata de protestas pacíficas en pro de la justicia racial, provocadas por una supuesta ola de asesinatos de hombres negros a manos de la policía. Los medios criticaron cualquier intento del presidente Trump de detener la violencia como evidencia de sus tendencias autoritarias, incluso cuando mandó agentes federales a proteger cortes federales que habían sufrido ataques violentos.
Esta postura resultó insostenible ante la evidencia abrumadora que periodistas novatos habían sacado en las redes sociales. Entonces, los medios pasaron a la narrativa actual, que la violencia es culpa de Trump. Esta narrativa es patentemente falsa, puesto que Trump tiene literalmente nada que ver con el asunto. Ni es su causa, ni la puede solucionar, porque es un problema de gobernanza local. Si existiese racismo estructural y brutalidad policial en contra de los negros en las ciudades de Estados Unidos, sería culpa exclusiva de los Demócratas, quienes por décadas han controlado las alcaldías, fiscalías, jefaturas y sindicatos policiales a nivel local en todos los lugares donde han surgido los disturbios “pacíficos”.
Trump no es presidencial, ni popular. En otros tiempos, ni sería considerado para la presidencia. Su llegada al poder refleja un rechazo de las élites, que incluyen a las figuras dominantes de los medios. Su base de votantes, gente olvidada por las élites del país votan por él porque lucha, lucha contra la clase política que los desprecia e ignora, lucha contra países como China que practica comercio desleal que los golpea directamente, y lucha contra los medios que mienten obvia y abiertamente al público americano todas las noches. La gente se da cuenta como los medios critican a Trump por no haber cerrado el país por completo en respuesta a la pandemia, pero que al mismo tiempo celebran manifestaciones masivas de grupos de izquierda. Se dan cuenta que los medios ya no les reportan los hechos sin prejuicio, y por eso ya no creen en ellos.
Más que amar a Trump, muchos de sus votantes aborrecen a las élites privilegiadas que les dicen que deben pensar, que pueden hacer, y que pueden decir. En medio de una conjugación de múltiples crisis, la pandemia, la recesión económica y la crisis social, si Trump logra ganar su reelección, será en gran parte porque a muchos ciudadanos celebrarán la oportunidad de decirle a los medios lo que les urge oír: “no los creemos!” Como buenos ciudadanos libres, están esperando el 3 de noviembre para poder expresar su opinión pacíficamente.

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