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El costo social de las remesas

Editorial

El mensaje presidencial del pasado domingo, respecto al incremento de remesas en el país, puede interpretarse de diversas maneras, en primer lugar, hizo recordar la muerte de Claudia Gómez, provocada por el disparo de un agente de la patrulla fronteriza de Estados Unidos, el 23 de mayo de 2018, una estadística más de la cual casi nadie se recuerda.

Más que una estadística, debemos dimensionar que esta es la tragedia a la que anualmente se enfrentan miles de niños, jóvenes y adultos que emprenden la desventura de su vida, con una mochila al hombro, armada únicamente con valor e ilusiones.  Una mochila rota, por donde se van cayendo todas las expectativas a lo largo que se avanza, en un camino, la mayoría de las veces sin retorno.

Debe ser motivo de ardua critica, por no decir vergüenza, en todos los sectores de una sociedad, que los connacionales, que salieron expulsados por un sistema reproductor de pobreza y miseria, hayan enviado solo a lo largo de este año cerca de 7 mil millones de Dólares, cifra equivalente a las divisas que ingresan por todas las formas de exportación al país y las cuales se estiman en más del 12% del Producto Interno Bruto de Guatemala.

El costo social de las anteriores cifras es incalculable, en su mayoría atrás de estos números, están las historias de desintegración familiar, dolor, frustración, violación y xenofobia, tal es el caso del agente fronterizo que halo el gatillo y disparo por la espalda certeramente en la cabeza de Claudia Gómez.

Que hace el Estado de Guatemala para cambiar esta realidad, no se trata de asignar más recursos a un inútil Consejo Nacional de Migrantes, bastante inútil por cierto, se trata más bien de la posibilidad de iniciar un verdadero proceso de Estado Nación, que garantice a sus habitantes el derecho a la oportunidad de vivir dignamente.

La construcción de un verdadero Estado Nación, más que una utopía, debe ser la principal consigna de una sociedad que aspire al bienestar de su gente, de superar su actual realidad, en la cual muchos connacionales huyen de la pobreza, de la violencia de las bandas criminales y redes de narcotráfico metidas hasta el tuétano en todo el país.

No es con políticas de asistencialismo y clientelismo político que las personas saldrán adelante, es con un verdadero acceso a oportunidades de desplegar su potencial humano, para satisfacción propia y de los suyos.  Vaya que hay talento en el país, en las diferentes regiones, en las diferentes culturas.

Bien convendría releer la obra “El Mínimum Vital” de Alberto Masferrer, como ensayo político y filosófico, que recoge entre otras, las ideas de José Ortega y Gasset.  Uno de los puntos más valiosos de la obra, son los elementos en los cuales el autor explica y aclara sobre la vida humana y como sin la ayuda y cooperación de todos no es posible la convivencia social.

Esta obra, hace un llamado a quienes están al frente de la nación, que su finalidad primordial y predominante, debe ser procurar la satisfacción de las necesidades de todos los habitantes del país.

No es con campañas mediáticas, ni con amenazas que la gente dejara de huir de su realidad actual, es con un verdadero esfuerzo de impulsar el Desarrollo en cada rincón de Guatemala, solo de esta manera podrá evitarse que nuestra gente emigre no solo al norte, sino a los barrancos y áreas marginales de la ciudad o cabeceras departamentales, donde vivirán precariamente.

No se puede seguir permitiendo la desintegración de familias y pueblos enteros, que a falta de poder poner algo de comer en la meza, huyen de esa realidad y hoy son el principal sostén de la macroeconomía de este país, pero con graves consecuencias en materia de desintegración familiar y disgregación social

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