Niké
Editado Para La Historia
Con frecuencia utilizamos productos de diferentes marcas sin saber cuál es su origen. El nombre de muchas marcas comerciales tiene un origen muy definido.
Aunque parezca que no tiene relación con esta idea, hoy les quiero hablar de uno de los principales exponentes de la escultura griega antigua. Les hablaré de la conocida Victoria de Samotracia y cuyo original se encuentra en la escalera Daru, dándole la bienvenida a los visitantes del Louvre.
En griego Victoria se dice Niké, con acento en la “é”. Recordemos que los romanos compartían con los griegos su panteón de dioses, salvo que cambiaban el nombre y, en el caso de Niké, se latinizó en Victoria, como nosotros la conocemos. Victoria era una diosa nacida del titán Pallas y de la oceánide Stegia. Junto con sus hermanas, ayudó a Zeus en su lucha contra los titanes para desplazarlos del Olimpo y, con el triunfo de Zeus, éste le prometió llevarla siempre a su lado y concederle protección.
Entre los antiguos griegos Niké era invocada ante una batalla o cuando alguno de sus creyentes quería emprender una tarea especial. Se le representa como un monstruo de 6 miembros y, cuando digo monstruo no me refiero a una cosa horrible, sino a un ser que no era igual a los humanos. Forzosamente lo es, en la medida en que Niké o Victoria es representada como una hermosa mujer, pero con alas, de ahí que se diga que tenía 6 miembros: dos piernas, dos brazos y dos alas.
Pero pasemos a la historia que nos ocupa hoy. Veamos el contexto histórico del año 1863, cuando fue descubierta. En Francia gobernaba el emperador Napoleón III y en el Imperio otomano gobernaba el sultán rodeado de funcionarios corruptos que dejaban expoliar su país por un poco de dinero. El Imperio otomano, que ya para esta época se encontraba en decadencia, aún dominaba buena parte de los territorios del Mediterráneo Oriental, incluyendo muchas islas griegas, entre ellas Samotracia. Napoleón III, en su afán de darle importancia a su país, mandaba cónsules por todos los confines del mundo y muchos de ellos realmente tenían poco que hacer.
Los empleados de este servicio exterior del Segundo Imperio se dedicaban a tareas colaterales y, en el caso de Charles Champoiseau, vicecónsul de Francia, se dedicó a la arqueología. Se dirigió a la isla de Samotracia donde se encontraba un antiguo Santuario de los Grandes Dioses y allí continuó una excavación que habían abandonado recientemente. Con ayuda de peones griegos y búlgaros al poco tiempo sus esfuerzos dieron fruto al encontrarse una estatua de una mujer de 2 metros y medio de alto, pero muy mutilada. También encontró en el lugar unas grandes piedras de mármol gris que no supo relacionar con la estatua. Como encontró los restos de un ala, rápidamente Champoiseau concluyó que se trataba de una hermosa representación de Niké. Le faltaban los brazos, la cabeza, el ala derecha y el busto izquierdo. Después de muchas dificultades burocráticas y aduanales llegaron las cajas al Louvre en París con los restos encontrados. Allí los especialistas entendieron de inmediato que se trataba de una obra mayor de la escultura helenística.
Sin tardar se dedicaron a unir los pedazos encontrados. Era el hermoso cuerpo de una mujer con una túnica de fina gasa que le esculpía el cuerpo ante los embates del viento, produciendo un hermoso drapeado de todo el lado izquierdo de su hermosa naturaleza. Poco tiempo después un grupo de arqueólogos austriacos que excavaban la zona llegaron a la conclusión de que los bloques de mármol gris eran la proa de un barco de guerra de la antigua Grecia sobre el cual acababa de posarse triunfalmente nuestra Niké, por eso las alas aún desplegadas. Algunas monedas de la época representaban esta imagen. Champoiseau se dirigió rápidamente a Samotracia desde donde trajo los bloques y los especialistas del Louvre lograron unirlos. Sobre esta proa montaron triunfal la estatua que ya tenían. Más adelante se rellenó con yeso el espacio que correspondía al busto izquierdo y, sobre un molde del ala izquierda original, hicieron lo mismo para representar el ala derecha.
Los griegos tenían un alto concepto de la teatralidad y rápidamente los especialistas entendieron que este conjunto se encontraba en lo alto de una pequeña colina y los fieles que venían a verla la veían en lo alto, sobre la proa del barco de guerra de mármol gris y no de frente, sino de costado. A esta conclusión se llegó después de ver el fino y detallado trabajo del lado izquierdo y lo poco terminado que estaba el lado trasero derecho, detrás del ala, pues nadie lo veía.
Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial el Louvre, al igual que tantos otros grandes museos de Europa, tuvo que vaciar sus recintos para proteger sus obras en caso de bombardeos. Victoria no faltó a la regla y fue llevada al castillo de Valençay, donde permaneció hasta que volvió a su sitio original en agosto de 1945. En 2013, el Louvre sometió a la estatua a una cuarta restauración, pero esta vez contando con los más sofisticados instrumentos de la tecnología moderna. Cada centímetro cuadrado de la imponente diosa fue estudiado de forma minuciosa por rayos X, resonancia magnética, estudios químicos y un largo etcétera. En su restauración se retiraron capas de suciedad acumulada sobre su superficie y adiciones que en el pasado se habían realizado para rellenar las grietas y huecos que el tiempo había causado sobre el cuerpo de la diosa. Se limpió detalladamente y después de muchos meses de intenso trabajo de un grupo de técnicos y expertos internacionales, Victoria volvió a su lugar de honor en la escalera Daru.
Nunca conoceremos el nombre del autor de esta obra ni el motivo por el cual se erigió. Los historiadores llegan a la conclusión de que es un ex-voto con motivo del triunfo en alguna batalla naval que tuvo lugar en el Mar Egeo hacia el año 175 antes de Cristo. Lo que sí podemos saber es que se escogió el más fino mármol blanco y gris y que quien encargó la obra no escatimó en precio. Con la llegada del cristianismo a las islas griegas y la caída de la creencia en sus dioses, poco a poco todos estos templos antiguos fueron abandonados y con el tiempo los campesinos del lugar fueron sirviéndose de los materiales que encontraban, ya que estaban al alcance de la mano.
Se sabe que incluso algunos de ellos utilizaban pedazos de mármol de las estructuras para cocerlos y obtener cal viva. Afortunadamente la parte más importante de la obra ha llegado a nuestros días. Posiblemente nunca se encuentren ni los brazos ni la cabeza de esta pieza que, junto con la Mona Lisa y la Venus de Milo, es una de las obras más amadas y apreciadas por los visitantes del Louvre.

Lea más del autor: