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Coronavirus I

Teorema

Parte I. El incierto número de casos

Lo menos que uno debe saber para sentir respeto, no miedo

A fines de mayo, en dos reuniones Zoom, unos doce ingenieros, todos mayores de 74 años, hicimos preguntas sobre el virus sars cov2 y el covid19, la enfermedad que causa (coronavirus), al doctor Jorge Fernando Chiu quien generosamente nos ofreció respuestas que fueron claras, detalladas, concisas…

Hubo muchas preguntas, propias de nuestra formación dentro de la precisión de los números. Queríamos llegar al fondo de lo que hemos estado viviendo y saber qué tan amenazados estamos. Había algún temor de morir en caso de contagio, debido a nuestra edad. Creo que otras personas —si no todos— dentro de los lectores podrían compartir esas dudas: Si contraigo la enfermedad ¿sobreviviré? ¿Qué debo hacer para protegerme? ¿Cómo puedo ayudar a una persona de escasos recursos que se contagie?

El propósito de escribir este documento, con base en aquellas explicaciones, completadas con otras lecturas, es favorecer que el miedo a la pandemia se convierta en juicioso respeto. Al despedir el curso JJ dijo al Dr. Chiu: “Me ha subido la moral muchísimo. Ser viejos no significa que estemos condenados a morir por la pandemia”. Espero que la lectura del documento le ayude a usted, estimado lector, como nos ayudó a nosotros. Siendo este extenso, lo enviaré por partes.

El doctor Chiu se graduó con honores, como médico y cirujano en la Universidad Francisco Marroquín en 1998. Se especializó en cirugía general en el hospital del IGSS y en cardiología y cirugía cardiovascular en el Hospital Cleveland Clinic de Cleveland Ohio, EUA. Ha trabajado en su especialidad en prácticamente todos los hospitales públicos y privados de Guatemala, en la mayoría como Jefe de Cardiología y Cirugía Cardiovascular. También posee una larga y muy meritoria experiencia con el cuerpo de Bomberos Voluntarios. Actualmente trabaja como cirujano cardiovascular en el OhioHealth Riverside Methodist Hospital in Columbus, Ohio, Estados Unidos, considerado uno de los mejores –si no el mejor— de ese país en cuidados del corazón.

Obtuvo conocimientos especializados en inmunología, virología y microbiología en una rotación en la universidad de Tulane, Nueva Orleans y dentro de su especialización en cirugía toráxica y del pulmón. Además, participa activamente en los programas CME (Educación Médica Continua) en el hospital donde trabaja.

Algunos criterios, no médicos, consideraciones sobre la OMS y opiniones políticas son míos. El doctor Chiu es ajeno a ellos y podría estar en desacuerdo con tales juicios de valor.

Utilizando una copia digitalizada de la grabación de las reuniones, obtuve un documento que resultó ser muy extenso. Lo condensé, omitiendo las preguntas y resumiendo las respuestas. Busqué darles un orden lógico. Quedaron algunas lagunas importantes porque no figuraban entre las preguntas que le hicimos.

Completé la información obtenida en esas reuniones con información de diferentes científicos, publicadas en la Internet. También acudí a entrevistas grabadas, conferencias y otro tipo de exposiciones. La documentación sobre el tema es profusa, a veces contradictoria. Di prioridad a la opinión expresada por científicos en las universidades, a instituciones especializadas y a médicos, en ese orden jerárquico.

Rompí ese orden con una sola excepción: la doctora María Eugenia Barrientos y el protocolo de tratamiento que ella desarrolló, utilizando medicamentos populares, de venta libre en las farmacias. Encontré que entre los puntos de vista expresados por el doctor Chiu en las dos reuniones y lo que ella manifiesta en diversas entrevistas grabadas en YouTube y Facebook, hay poco o ningún conflicto.

Posiblemente cuando usted lea este documento, los registros oficiales de Guatemala muestren que el número de personas contagiadas se encuentra muy cerca (abajo o arriba) de 100 mil personas y que cerca de 3,500 han perdido la vida. Ambas cifras oficiales, necesariamente incluyen errores, aquí y en cualquier parte del mundo libre. Particularmente el conteo de personas contagiadas ofrece un subregistro muy alto.

Por un lado, están los pacientes asintomáticos y aquellos que optaron por curarse en su casa. La inmensa mayoría de guatemaltecos posee un sistema inmunológico sano, fortalecido por su permanente contacto con la naturaleza; el sol y el aire fresco, que proveen magníficas condiciones. Además, cerca de la mitad vive en áreas rurales y se trata de una población joven (96.6% tiene 69 años o menos).

A mediados de abril, la Universidad de Stanford presentó los resultados de un amplio estudio hecho entre los pobladores de Santa Clara, California. Concluyó que cerca de 63 mil personas habían sido infectadas con covid 19. Sin embargo, los asientos oficiales solo registraban 1,833 personas. Esto es, el subregistro era tal que de 34 personas infectadas solo una había acudido a centros estatales de atención médica.

Creo que el subregistro en Guatemala debe estar en ese orden, o incluso, podría ser mayor. Nuestros servicios públicos de salud son inferiores en calidad y en cantidad a los de Santa Clara. Además, diferentes factores sociales y de seguridad han causado que las personas en nuestro país oculten la enfermedad.

De ser así, en Guatemala la cantidad de personas que ya fueron infectadas y superaron la enfermedad estaría en el orden de 3 millones de habitantes. Esta semana un portavoz del gobierno admitió que tal número podría acercarse a un millón de casos.

Hay una implicación muy importante. Si 3,500 personas fallecieron por covid 19 y son 3.4 millones los infectados, la tasa de letalidad (número de personas fallecidas por cada cien personas infectadas) desciende al nivel de enfermedades que no causan temor. El índice de letalidad pasa de 3.5% a cerca de 0.1% (uno en mil). La capacidad de causar la muerte del covid19 pasa a estar por debajo del dengue, la varicela y la malaria. Muy cerca de la hepatitis A y un poco por encima de la gripe o influenza.

El sistema nacional de salud de Guatemala, durante mucho tiempo siguió el protocolo de la OMS (denunciado como incorrecto principalmente en Italia y Alemania, pero también en otros países). Progresivamente lo fue modificando. Al hacerlo consiguió reducir la tasa de letalidad. significativamente. Sin embrago, el temor de las personas de asistir a los hospitales nacionales, los hospitales temporales o al IGSS persiste. Quizá a eso se deba que las autoridades de salud hayan anunciado que sus instalaciones cuentan con suficientes camas y otras facilidades vacantes.

Creo, estoy persuadido, de que afrontar el covid19 requiere perder el miedo. Cuando una persona tiene información confiable sobre las medidas precautorias, los síntomas y lo que debe hacer en caso de contagio, pierde el miedo y toma decisiones que conducen a su sanación. Esos dos elementos, pérdida de miedo y conocer posibles cursos de acción posiblemente fueron los principales beneficios que obtuvimos quienes atendimos las explicaciones del doctor Chiu.

Digresión: La semana pasada Rodrigo Polo entrevistó al Dr. Chiu, una entrevista muy interesante con 55 minutos de duración. Usted puede verla aquí: https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=1273400299670676&id=845667319110645&sfnsn=wa
Fin de la digresión.

Si el lector desea reproducir total o parcialmente este documento, y los seis que lo seguirán, para compartirlos con otros, por favor hágalo. No necesita permiso alguno. Si lo hace podría estar ayudando a que el proceso de la enfermedad no sea angustioso y que, con mejor información las personas puedan sanar con mayor prontitud.

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José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.