¡Biden ganó! No se sabe… ¿Quién perdió?
Sueños…
La potencia más grande del mundo, el líder del mundo occidental, que muestra los rasgos de la sociedad capitalista y democrática, ha estado en vilo.
El mundo absorto se ha dado cuenta que en Estados Unidos no existe un consejo electoral, es decir no hay nadie que pueda dar el veredicto de quién gano o quién perdió unas elecciones. Todo queda en manos de los grandes medios de comunicación dominantes en el planeta. Ellos manipulando las tendencias deciden al final quién llega a la tierra prometida.
La incertidumbre fue mayor en esta oportunidad, pues la elección empezó con mucha antelación, se convocó a elecciones anticipadas cerca de un mes antes, y ninguna autoridad ni medio se atrevía a trasladar los resultados, ocultado los diversos intereses poderosos, que por primera vez no estaban de acuerdo.
¿Quién ganó?, en un mundo en shock, en donde el sector real de la economía mundial, industria y agricultura, están decreciendo, en donde el desempleo es apabullante y los gobiernos colapsan agobiados por las deudas, solamente las grandes bolsas financieras mundiales, encabezadas por Wall Street y la FED, parecen resistir, y junto con los bancos comerciales del mundo acumulan ganancias mayores. El capitalismo financiero es un glotón que lleva al desastre al mundo, pero que sus índices y acumulación de dinero no paran de crecer.
En lo único en que están de acuerdo los dos partidos mayoritarios de Estados Unidos es en promover programas de rescate bancario. La FED inyecta diariamente dinero al sistema financiero, como salvaguardia del sistema. En Costa Rica, por ejemplo, el banco central, acudió con un programa de ayuda multimillonario, no a los desempleados ni a las pymes, sino al sector financiero, 700 mil millones de colones. Pero no es un caso aislado. Todos los bancos centrales del mundo que giran en torno a la FED y el FMI, hacen lo mismo. La lógica es, sí el dinero resiste el mundo se hunde pero el sistema se salva.
Y, de aquí se infiere que al final del camino, los ganadores son los funcionarios poderosos que no son electo. Biden será el presidente, da lo mismo que sea Trump, en cualquier caso el presidente tendrá poco margen de acción ya que la mitad de la población estará en contra de él y no le creerá ninguna de sus declaraciones. No tendrá gobernabilidad dicen los soñadores. Pero, el sistema respira tranquilo. Los órganos no electos, los superpoderes son: Jerome Powell, presidente de la reserva federal y Steven Mnuchin, secretario del tesoro (bueno, banco central y ministerio de hacienda de los Estados Unidos).
Tan solo el día después, el 9 de noviembre las bolsas del mundo despegaron con gigantescas ganancias. El Dow Jones llegó a su cifra récord histórica, superó los 29,860 puntos, con varios miles de millones de dólares en inversiones de los que están cerca del dinero. La fiesta durará lo que dure en llegar el auge o la inflación al resto de la población.
El problema de fondo sigue siendo el mismo. El humano no puede construir la sociedad mejor. Ha tenido sueños, con los marxistas y los neoliberales, con los grandes utopistas. Pero, de todas las formas de organización social, la economía capitalista con democracia ha sido el sistema menos malo. Obvio, la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo semifeudal (tipo varios países de América, medio oriente, etc.), el socialismo soviético (capitalismo de Estado), etc. no lograron dar la talla, el mercado con democracia es el menos-peor.
Ese es el tema de fondo. Podrá sobrevivir la democracia electoral, la visión de derechos humanos y el sueño de la equidad y la igualdad a las pandemias que enfrentamos en el momento actual. Mucho sueñan con el colapso de Estados Unidos y los países líderes de Europa, como una especie de revancha por la conquista y colonización salvaje de todo el mundo. Pero la pregunta sería ¿qué sistema de gobierno lo sustituiría?, volver al feudalismo, a las sociedades gobernadas por la religión y el ejército. Será que el fanatismo es mejor que la ciencia. En fin, la humanidad está ante un reto ineludible. Levantar y defender la bandera de construir sociedad democráticas, equitativas, justas y protectoras de la naturaleza, o iniciar el fin de los tiempos en medio del caos y la destrucción.

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