¿Qué implica una presidencia de Biden?
Evolución
Partiendo de la premisa que eventualmente se oficializará el triunfo de Joe Biden en la elección presidencial estadounidense, lo cual veo como el escenario más probable, presento algunas reflexiones sobre lo que podrá implicar su administración.
En el análisis más simple, muchos resaltaron el tema migratorio como el primordial, sosteniendo que la principal diferencia (y preocupación) entre Biden y Trump tenía que ver con el trato a los migrantes. Criticarán las posiciones más duras de Trump y alabarán la supuesta permisividad que podría tener la administración Biden. Olvidan que durante la administración Obama-Biden el número de deportaciones fue muy parecido al de la reciente administración, y que fue en esa época en que se construyeron los centros de detención por los cuales Trump fue criticado. Ignoran que Estados Unidos actúa en función de sus intereses de seguridad y que la permeabilidad de sus fronteras les preocupa más bien en temas estratégicos como el narcotráfico, por ejemplo. Aunque seguramente sí habrá una inclinación a ofrecer refugio a migrantes indocumentados en el sentido de convertirlos en potenciales votantes demócratas.
En Guatemala se resalta el tema migratorio porque el influjo de remesas ya ronda el 15% del PIB y representa hoy, lastimosamente, el principal influjo de divisas al país. Digo lastimosamente porque es evidente que no hemos sido capaces de generar oportunidades y condiciones de crecimiento económico y desarrollo suficientes para nuestra población productiva, muchos de quienes se arriesgan en migrar a Estados Unidos porque saben que allá tienen mucho mayores posibilidades de generar ingresos que acá son inimaginables. Y aún así, en lugar de velar por el crecimiento de nuestra economía y solucionar nuestros problemas de raíz y con madurez, preferimos aferrarnos a la idea que es el gobierno de Estados Unidos quien nos tiene que salvar.
Lo que pocos consideran es el efecto que la administración Biden pueda tener para la propia economía de Estados Unidos y, por ende, para sus socios comerciales, así como para el sostenimiento del empleo. Hay dos dimensiones a tener en cuenta. Una, lo que pueda hacer por la vía de órdenes ejecutivas y agencias regulatorias; dos, reformas más trascendentales que requieren la aprobación de ambas cámaras del congreso. En cuanto a lo primero, realmente puede hacer mucho daño. Obama utilizó este mecanismo para imponer muchas de sus políticas, ya que su partido solo tuvo el control total del congreso durante sus primeros dos años. Trump se dedicó, en buena medida, a eliminar muchas de las restricciones y políticas impuestas por Obama. Biden puede retomar la práctica de imponer regulaciones estrictas y engorrosas, sobre todo bajo el pretexto ambientalista, que podrían restarle competitividad a la economía, ahuyentar las inversiones, y con ello empleos, a otros países. A esto se podría sumar una posición más flexible en el campo comercial, particularmente favorable a China, a diferencia de lo que hizo Trump. Si bien las políticas proteccionistas de Trump más bien castigaron a su propia población, Biden y su proximidad con China podría significar que Estados Unidos caiga nuevamente en una posición más débil y sin reciprocidad alguna en cuanto al comercio.
De conservar los Republicanos la mayoría en el Senado, será muy difícil que Biden pueda llevar a cabo reformas sustanciales. De hecho, podría verse beneficiado de los recortes de impuestos que dejó Trump y que dinamizaron la economía. Para ello deben llegar a 51 senadores y aún así el margen sería el mínimo puesto que en Estados Unidos no hay subordinación partidaria. En el caso que los republicanos solo lleguen a tener 50 senadores o menos, con el voto de alguno de los independientes o con el desempate que representa la Vicepresidente Harris quien a su vez preside el Senado, los demócratas tendrán vía libre para cualquier reforma legislativa que deseen imponer. Esto puede incluir aumentos de impuestos, incremento en el gasto público, regulaciones excesivas, absurdas y destructivas como el “green new deal”, prebendas “gratuitas”, aumento del salario mínimo federal, entre otros tantos ejemplos que podría mencionar. Si bien Trump fue muy irresponsable con los déficits presupuestarios y niveles de gasto, los demócratas lo serían aún más. Todas estas medidas serían desastrosas para una economía ya en crisis por la pandemia y destruirían muchos empleos, incluidos los que hoy pueden tener los migrantes indocumentados.
Hay que entender que Biden es un títere de quienes dominan el partido demócrata. Ellos sabotearon las primarias porque sabían que sería imposible que Bernie Sanders ganara las elecciones con sus posiciones de extrema izquierda, por lo que impusieron a Biden. Si bien el partido demócrata ha tomado un vuelco drástico hacia la izquierda, particularmente con los jóvenes, necesitaban de los moderados e independientes centristas para ganar la elección. Pero de llegar a tener el poder absoluto, lo aprovecharán para sus fines más extremos, sobre todo para apaciguar a las voces más altisonantes y extremistas dentro del partido, incluida Kamala Harris, quienes se han venido apoderando del mismo.
Escuché decir que Biden implicaría retomar la “lucha contra la corrupción” e incluso un retorno de la CICIG a Guatemala. Si bien se podría incrementar la injerencia de Estados Unidos en el país, a lo Robinson, por ejemplo, sería en los mismos términos, con su marcado tinte ideológico. No voy a defender a los republicanos, pero se debe reconocer que los demócratas tienen un récord impresionante en “cronysm” y los negocios que hacen a partir de ello. En el caso particular de Biden, basta ver sus 48 años en política y los negocios de su familia en China y Ucrania, por ejemplo; así también se podría decir de los Clinton. Como les decía a algunos amigos estadounidenses: cuidado con lo que desearon, porque está a punto de hacerse realidad.

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