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La legítima protesta ciudadana y el activismo mediático

Ordo

“Los medios y expertos ya no gozan de credibilidad profesional. Esta depende de una distancia prudente de los hechos sobre los cuales reportan. Tomando esto en cuenta, no ha de sorprender que las manifestaciones, a las que los mismos medios y expertos llaman a participar, tengan cada vez menos representatividad.” 

El sábado 21 de noviembre salieron muchos guatemaltecos a ejercer su derecho legítimo de manifestar en contra del gobierno. El tema puntual fue el rechazo al Presupuesto General de la Nación aprobado para el año 2021 por el Congreso de la República en horas de la madrugada pocos días antes. Sin embargo, no todos los que asistieron a la manifestación estaban enfocados en el mismo tema con respecto al presupuesto, un tema que había alcanzado altos niveles de rechazo, por diversas razones.[1]

Más allá de la razón de diferentes personas y sectores del presupuesto, desde la perspectiva liberal, no ha de ser controversial que ciudadanos salgan a protestar en contra de su gobierno. Es el derecho de ciudadanos libres de expresar su desacuerdo con los mandatarios, que no son mandatarios porque nos mandan, sino porque son quienes deberían de obedecer y ejecutar los mandados del pueblo. Esto lo explicó muy bien el distinguido Manuel Ayau, cómo señaló su servidor en una conferencia auspiciada por el Instituto Fe y Libertad de Guatemala.[2] Asimismo, Ludwig Von Mises argumentó que la opinión pública debería de jugar un papel fiscalizador de los gobernantes en un régimen político liberal, el único tipo de régimen que él estaba dispuesto a contemplar.[3] En este sentido, cuando la clase gobernante se aleja demasiado de la opinión pública, no ha de sorprender que ciudadanos manifiesten su rechazo.

Las protestas pacíficas son legítimas; su represión es condenable. Gobiernos se fundan para proteger los derechos naturales de las personas. Uno de esos derechos básicos es el derecho a la libertad de expresión incluye el derecho de manifestar en contra del gobierno. Esto lo hicieron miles de guatemaltecos en la manera correcta, pacíficamente. Sin embargo, junto a la manifestación pacífica numerosa del 21 de noviembre, y aprovechándose de ella, un grupo pequeño de vándalos salió con toda la intención de protestar de manera violenta, con fines y medios no del todo congruentes con la gran mayoría de manifestantes que ejercían sus derechos legítimos de protesta. Algunas personas cometieron actos repudiables de violencia, llegando al punto de quemar el Congreso. El gobierno salió a reprimir, enfocándose más en los manifestantes pacíficos que en los delincuentes violentos. El rechazo social en este sentido es perfectamente entendible.

No se sabe quién estuvo detrás de este acto repudiable de violencia. Aunque periodistas y comentaristas conocidos mueven la narrativa que fue el mismo gobierno que cometió estos actos violentos, no han producido evidencia creíble de eso. Este fenómeno se repitió en la siguiente manifestación del sábado 28 de noviembre. Esta segunda manifestación fue notablemente menos numerosa que la manifestación del 21 de noviembre, posiblemente un efecto de la violencia asociada con esa primera actividad. Según algunos, fue, nuevamente, el mismo gobierno que cometió los actos violentos asociados con la protesta, como la quema de un bus, los ataques a policías, etc.  No hay evidencia de eso. No obstante, los medios y los expertos comentaristas mueven esta narrativa, sin evidencia concreta.

Se pensó en un momento que la represión de la primera manifestación atraería un mayor número a las siguientes manifestaciones en contra del gobierno. Seguramente, la represión de los manifestantes el 21 de noviembre, en su mayoría pacíficos, fue un despropósito que solo paró alimentando el rechazo al gobierno. No obstante, la siguiente manifestación del 28 de noviembre no alcanzó la convocatoria de la primera. Después del 21 de noviembre, se hablaba de que Guatemala estaba al borde de una nueva y potencial crisis de gobernabilidad. Se esperaba una mayor convocatoria a las siguientes manifestaciones. Por el momento, este escenario no se ha concretado. La manifestación del 28 de noviembre fue menor a la del 21 de noviembre. No hubo represión del gobierno, pero si hubo violencia de parte unos pocos delincuentes.

Respecto a la violencia delincuencial asociada con la protesta del 28 de noviembre, comentaristas y periodistas nuevamente se han dedicado a mover la narrativa de que fue el mismo gobierno que mandó a “infiltrados” a causar violencia. No han presentado evidencia para sustentar dichas acusaciones. Puede ser que tengan la razón, pero no lo han demostrado. Esta conducta sesgada de los voceros mediáticos es problemática. Solo degrada su credibilidad y genera incertidumbre dentro de la población.

La participación de los medios en los actos que cubren para informar al público es cuestionable. Podría ser una razón por la que la segunda manifestación fuera de menor significancia que la primera. ¿Será que mucha gente honesta desconfía cuando los periodistas convocan y participan en las protestas sobre las cuales supuestamente están encargados de informar de manera imparcial? Cuando periodistas y expertos forman parte de las actividades sobres las cuales deben informar al público, y dichas actividades se asocian con violencia, los medios necesitarían gozar de un alto nivel de credibilidad ante la gente para que la gente tomara su opinión sobre los hechos como la verdad. 

Lamentablemente, los medios y expertos ya no gozan de credibilidad profesional. Esta depende de una distancia prudente de los hechos sobre los cuales reportan. Tomando esto en cuenta, no ha de sorprender que las manifestaciones, a las que los mismos medios y comentaristas llaman a participar, tengan cada vez menos representatividad.


[1] Unos rechazaban el monto y el endeudamiento que este representaba, otros cuestionaban la manera opaca en la que se aprobó el presupuesto, y otros diferían en el destino asignado al mismo. No todas las posiciones son mutuamente excluyentes. El consenso detrás del rechazo al presupuesto disminuye cuando analizamos las razones de dicho rechazo por separado. El punto inicial de consenso más amplio detrás del rechazo quizás fue la forma opaca en la que se aprobó. 

[2] Véase la discusión en el conversatorio del Instituto Fe y Libertad de Guatemala.  https://www.facebook.com/watch/live/?v=1036881063403749&ref=watch_permalink

[3] Mises, 1927, p.44. Se puede ver en Mises, Ludwig von. (2005). 1927. Liberalism. Liberty Fund. Indianapolis, Indiana.


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