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La fuerza espiritual, con sus buenos deseos, es el aceite amoroso de las relaciones humanas.

El tiempo nos traspasa y exangües cavilamos, si nos detenemos, ¿está el tiempo dentro del cuerpo, en la mente, fuera, en uno, en espacios paralelos, en imágenes y rostros solo sé?, que el tiempo cronológico, continuo, de este 2020 se extingue con la pesadilla del covid19  para iniciar un 2021 con sueños y esperanzas… se acerca más nuestra finitud. Me maravilla ese languidecer del año viejo y las peripecias o agites, es como si nos dieran un ultimátum, y en ese apagar, alumbrara más vida, se siente una más cerca del prójimo y hacer el bien nos hace más fuertes y solidarios.  La fuerza espiritual, con sus buenos deseos, es el aceite amoroso de las relaciones humanas.  La confianza y estima del ser, en una misma como al otro ,en un plano de horizontalidad hace que el tejido social fluya y las potencialidades emanen naturalmente porque nos atrevemos a ser uno mismo, una misma…  vamos ebria de vida con la luminosidad efímera de estar en pensamiento, sentir y hacer la vida posible, la que nos merecemos, en nuestra fragilidad de ya no estar en un parpadear-aquí y ahora, carpe diem-

El miedo al desamparo y muerte moviliza procesos psíquicos estas fiestas decembrinas, mientras la gran mayoría está poseída de ternura y amor, otros movilizan heridas y cicatrices del alma, clamando rabia y venganza, pero es tan poderoso desear el bien y proyectarlo en voz alta o en casi un rezo con palabras sanadoras invocando el bien, que podemos neutralizar la maldad de los corazones y sanar heridas, no es solo mágico y milagroso es Darnos cuenta del poder de los deseos y acciones que está en cada ser y nos ‘olvidamos’ al estar secuestrados por el tiempo funcional, robótico y disociador, tratando de convertir al ser en objetos desechables.  Seríamos distintos al prolongar este mes amoroso con sus buenas palabras y acciones de cada uno de nosotros y de nuestros gobernantes.  Sin ataduras, castigos, enseñar al encuentro del Ser Interior -introspección- a la autenticidad y espontaneidad del niño o niña que aún nos habita, tan satanizada por el logro de la madurez y ser adulto -caldo de frustraciones-

Renacemos al perdón mutuo y reconocimiento de errores y aprender a desapegarnos de los hijos, al ser, sus acompañantes y orientadores, nos hacen seres más comprensivos de la libertad, para que puedan construir sus vidas sin culpas. Nadie es nuestra propiedad ni prolongaciones de las madres, son las hijas o hijos, y menos sentir, ser las poseedoras al haberlos parido. Terrible confrontación con el útero social consumista que perfila a su imagen y semejanza.  La mayoría de familias disfuncionales practican el chantaje emocional y tratan a sus descendientes en la sumisión y desprecian las potencialidades nacientes y curiosidades del infante, al tratar de solventar sus primeros problemas y descubrimientos, aniquilan la inteligencia creadora, a la dependencia alimentaria, manipulan sus deseos de cariño y demostración de ternura con premios y castigos, cual perro de Pavlov o ratas de Skinner en ese laboratorio llamado familia o escuela y es que las  madres o padres sienten o creen ser grandes educadores al premiar a un niño, cuando realizan sus tareas o se alimentan.  Eso forma parte del crecimiento y del carácter y personalidad, del conocer el por qué de sus por qué se muere un animal o una persona…. y así los ejemplos abundan.  El año nuevo y las navidades sin sentido del Renacer del corazón y compasión se convierten en fiestas materialistas, sin reflexión ni meditación…  El centro de atención no son los regalos, es la vida compartida, claro es agradable recibir regalos y no son los costosos o de moda.  Es impostergable que cambiemos paradigmas consumistas y percibamos nuestro alrededor, cerca de casa un niño o niña carece de agua y pan… cambiar patrones de crianza y de actitud parte de la madre y padre, de los grupos primarios y no solo por decretos del gobierno. Los tiempos están más cruentos y es por el bien del grupo familiar y de la sociedad asumir la vida con sentido y responsabilidad e incluso prepararnos y aprender cómo las personas superviven en hambrunas, cataclismos o guerras…la resiliencia humana es un agente sostenedor no solo de adaptación y resistencia es la creatividad en situaciones límites.

Casi ningún ser humano en su infancia, ha carecido del dolor y frustración, porque nuestra necesidad de amor y dependencia del cuido, depende para sobrevivir, y este necesita en su primera infancia más amor, su sed de amor como al pecho materno. Muchos se frustran por diversos motivos, por muerte o abandono de la madre, guerras, niños sin límites, intolerantes a la frustración. El dolor es parte del crecimiento y si es reelaborado y comprendido por el infante, se fortalece anímicamente y puede resolver sus primeros grandes problemas con seres que le ayuden, insisto no a realizarlo una, es la caída y pararnos. El condicionamiento social, aprovecha el deseo del amor y casi es puesto en -venta- y accedemos  comprar o complacer, ese deseo de amor frustrado, miedo al rechazo y hemos ‘olvidado’ el amor al si mismo, el único amor parte de uno, del ser, es retornar al principio elemental del Conocer A SI Mismo, con los pies en la tierra, me descubro y reconozco, en la fuente espiritual sin ropajes ni máscaras , sin ser mi gendarme castigador, dejo el odio y rabia a mi mismo , dejo la autocritica y me doy tiempo a mi crecimiento espiritual en sana paz, sin acumular rabias, egos, dejamos fluir energías destructivas, detenemos  el pensar obsesivo y salimos del cuerpo… al partir de mí misma, de mí  mismo, ya no esperaría a que le amen para existir y ser persona porque comprendería que sus sentires, afectos y sus acciones parten de sí mismo. La calma y silencio le hacen comprender y podría desarrollar compasión por el ser humano, que en su fragilidad líquida se deja arrastrar por las tormentas del deseo, el cual es fugaz e insatisfecho y dejará el alma con un vacío que luego querrá repetir, en ese eterno Samsara.  Nada más eterno del vivir con la plena conciencia de morir en paz, todos los días para renacer con el sol…

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Ana Anka

Ana Anka (Lima, Perú, 1955), residente en Venezuela. Soy escritora, poeta, articulista, promotora cultural, editora, Psicóloga, locutora, he sido profesora de psicología de la Universidad de Oriente, Núcleo Monagas y Psicóloga en Educación Especial de la Zona Educativa del estado Monagas. Desde 1992 vivo en Maturín, Monagas, Venezuela. Entre mis libros publicados figuran: Ensayos y compilaciones (1987) Mimetismo Pendular. Huídos de Saturno, (1999). Eros y pedagogía (2005), Batería de poetas Avanzadoras (2014), Anacópula, (2017). Desde el mismo punto, (2018). Mis libros los he presentado en ferias internacionales de libros de Venezuela, Costa Rica, Panamá, Cuba y Perú.

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