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Democracia y Socialismo en América Latina

Nueva Sociedad

No es solo derrocar a las dictaduras o élites en el poder, sino sentarse a gobernar y a pensar qué es lo que se pretende hacer o se puede hacer con lo que se tiene.

En el contexto actual de síntomas de una crisis global y de la democracia republicana, la frase marxista “socialismo fase superior del capitalismo” junto al fortalecimiento de los movimientos de derechos humanos “libertad e igualdad” son utilizados como marco de referencia para hacer una comparación y un análisis crítico de ambas tendencias en América Latina. Tanto la democracia como el socialismo han dado importantes pasos en los países latinoamericanos en las últimas décadas. Algunos después de dictaduras que dejaron secuelas como en Brasil y Paraguay, o de grupos corruptos en el poder como México, Guatemala y Honduras y también Brasil. Ambos, la democracia como el socialismo son sistemas políticos que no han logrado la madurez política y no cuentan con plena aceptación y credibilidad de los votantes, a partir de resultados obtenidos en la región.  Cuba, por ejemplo, con su revolución desde hace casi 60 años, hasta ahora, no ha llegado a ser un país socialista de acuerdo con los ideales de partida, sin embargo, aún en medio de dificultades, habrá que reconocer que ha dado a su población, educación, salud y alimentación, que son logros sustantivos.

Obviamente no tiene una dictadura del proletariado, pues la mayoría son trabajadores o asalariados, no proletarios. Tiene un perfil político del partido y pueblo, no ciudadanos. No ha logrado la auto sostenibilidad de la producción agrícola e industrial en serie y diversificada a gran escala de productos para el consumo de la población, y el intercambio de medios de producción y de tecnología dirigido por el Estado. Recordemos que esto es la clave de una economía socialista. El Estado y su clase dirigente no son dirigidas por y para los obreros de acuerdo con sus prioridades y demandas que cubran todas sus necesidades. Cuenta con una industria textil y agroexportadora del azúcar colectivas. Su sistema político se transformó en una dictadura, no del proletariado sino de un partido Comunista masivo, dirigido por un hombre o una familia, apoyada por el Comité Central. Esta es la mayor crítica que se le hace. La dirigencia no es colectiva ni se nombra por elecciones populares cada cierto tiempo.

Venezuela y Nicaragua mantienen un sistema presidencialista que llegó por medio de elecciones, no por una revolución, que se han convertido en dictaduras personales o de grupos que administran las riquezas naturales de oro, petróleo, alimentos y otros recursos, y se enriquecen de estos. En estos países han hecho una caricatura de la teoría del socialismo desarrollada por teóricos del Marxismo como el peruano Mariátegui. Pues hacen un calco o una copia de las cuestiones centrales del materialismo como es la disciplina de partido. Sin embargo, hay que destacar que los importantes esfuerzos socializantes realizados en Brasil lograron sacar de la pobreza a más de 50 millones de personas y en Perú, con signo democrático, a 30 millones.

Efectivamente lograr construir un sistema socialista de desarrollo nacional en países de poco desarrollo social, político y económico como éstos ha sido muy complicado. Para Marx el desarrollo socialista solo era posible al lograrse un desarrollo industrial. Por lo tanto, se tiene que interpretar la teoría marxista y adecuarla en países como estos, agroexportadores y con industrias nacionales débiles. Tarea pendiente en gran parte de América Latina. Si no se hace esta teoría cada vez tendrá más críticos que seguidores, si se compara con experiencias o modelos democráticos del continente, donde además de democracia electoral y política las poblaciones cuentan con posibilidades educativas, laborales y electorales, como vías para lograr la igualdad a largo plazo como son los ejemplos de Uruguay, Bolivia, Chile y Costa Rica.

No es solo derrocar a las dictaduras o élites en el poder, sino sentarse a gobernar y a pensar qué es lo que se pretende hacer o se puede hacer con lo que se tiene, con sus fortalezas y potencialidades, siendo original y agregando novedades a pesar de los condicionamientos externos y de los enemigos que enfrentan, para lo cual hay que estudiar, pero sobre todo interpretar las teorías de la democracia y del socialismo, garantizando la libertad y la igualdad al pueblo. Un incipiente ejemplo es El Salvador.

La construcción del socialismo no ha sido una realidad en ningún país. Los intentos de Rusia y Alemania quedaron a medio camino. Otra vía, con cierto grado de éxito, China es una fusión de una dictadura de partido único con una economía de mercado que da sustento económico y social a su enorme población. En este sentido es exitosa. Y si comparamos esto con algunas de las experiencias democráticas en Latinoamérica como Argentina, Colombia y Panamá, muestran un desarrollo cualitativo y cuantitativo tanto desde el punto de vista teórico, filosófico y político de Los Derechos Humanos pues han tomado como referentes las teorías de la igualdad, en su lucha contra la pobreza y los modelos democráticos que se fortalecieron en las últimas décadas.

Efectivamente el modelo político y económico que tiene que enfrentar el socialismo para su fortalecimiento es el gran límite, pues el capitalismo siempre tratará de debilitarlo. Pero como señala la teoría marxista, se tiene que tomar en cuenta sus contradicciones para poder subsistir, de lo contrario tendrá que esperar a que este desaparezca por sí solo y para esto tendrá que pasar posiblemente algún tiempo, aunque en este momento demuestra importantes contradicciones.

Todo indica al parecer que los que acceden al poder en los países que intentan tanto la democracia como el socialismo están más preocupados por llegar al poder, por el poder mismo, y no para resolver los problemas centrales de la sociedad. Esto es lo que se ha convertido en la mayor limitación de ambos proyectos políticos. Han sido desvirtuados por la crisis moral. En toda la región, los ciudadanos tratan de ser protagonistas con nuevos grupos históricamente excluidos del poder. Levantan nuevas banderas de lucha sin la importancia de la existencia y fortalecimiento de los partidos tradicionales. Esto se ha logrado a partir de la representatividad y la ampliación de las posibilidades de los ciudadanos. La democracia define a las personas como los sujetos centrales de la vida social. Los fundamentos de esta realidad, la encontramos en la teoría de los derechos humanos que ha fortalecido esta vía y ha permitido mejorar algunos sistemas políticos latinoamericanos.

En el principio de la actual administración parecía que Ecuador podría ser una síntesis de ambos modelos, buscando nuevas respuestas y formas de gobernar que incorporaban un sistema centralizado de gobierno organizado y hegemonizado por un partido fuerte y un sistema democrático de ciudadanos. Este nuevo intento aceptaba lo mejor de los dos mundos posibles que son: el fortalecimiento del Estado y sus tendencias distributivas, y, la universalidad de los derechos humanos: la libertad y la igualdad.

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