El milagro de San Genaro

Editado Para La Historia

“Vedere Napoli e poi morire”, así reza el muy conocido refrán italiano que, en español es: Ver Nápoles y después morir. Y tienen razón los napolitanos.

Nápoles es, como muchas otras ciudades de Europa, un lugar donde a través de sus siglos de existencia, se han producido todo tipo de eventos, se han desarrollado todo tipo de culturas, se han puesto de manifiesto todo tipo de corrientes artísticas. En resumen, Nápoles es una gran ciudad. Antes de la unificación de los diferentes estados italianos, en la que Giuseppe Garibaldi tuvo un lugar preponderante, Nápoles era un reino, que en el pasado había estado estrechamente ligado al reino de Aragón y, después de la creación de España como estado con Carlos I de España y V de Alemania, estuvo estrechamente ligado a España. Nápoles se encuentra sobre una extensa y maravillosa bahía dominada por el imponente Vesubio, que tanto ha dado que hablar en el pasado. Sobre la Bahía de Nápoles y en sus alrededores existen lugares con nombres tan evocadores como Sorrento, Pompeya, Herculano, Positano, las famosas Capri y Anacapri con su conocida gruta azul. De Nápoles nos vienen las pizzas y, desde el punto de vista religioso, el santo patrón de esta ciudad es San Genaro. Es de este santo que les quiero hablar hoy.

Tenemos que remontarnos a los primeros años de nuestra era, cuando la religión cristiana se esforzaba por abrirse camino por el mundo conocido y era tremendamente reprimida por los emperadores romanos. Genaro había nacido en el seno de una familia patricia, que es así como se les llamaba a los nobles romanos. A la edad de 15 años fue nombrado sacerdote llegando al grado de obispo poco después de haber cumplido los 20. Era la época del emperador Diocleciano, que luchó cruelmente contra la nueva religión que emergía.

En el año 305, San Genaro, siendo obispo de Benevento, fue apresado por soldados romanos. Benevento es otra ciudad italiana a unos 80 kilómetros de Nápoles. Los soldados le propusieron renegar a sus creencias, cosa a la que se negó Genaro. Molestos, lo llevaron a un horno para que muriera carbonizado. Grande fue la sorpresa de los soldados cuando vieron que Genaro salió del horno sin sufrir la más mínima quemadura, incluso sus ropas se mantuvieron intactas. Acusado de magia, lo llevaron con otros cristianos al anfiteatro Pozzuoli para que fueran devorados por las bestias feroces. Sabemos que este era uno de los martirios preferidos por los romanos contra los cristianos. Las bestias no solo no atacaron a Genaro ni a los otros desafortunados, sino que vinieron a acostarse pacíficamente a sus pies, como si de dóciles mascotas se tratara. Ante este segundo milagro, los soldados romanos lo llevaron al monte Vergine y allí, junto a otros cristianos, le cortaron la cabeza. Una mujer que estaba en el público, Eusebia, recogió en dos pequeños frascos algo de la sangre derramada de Genaro y su cabeza.

Los restos el santo fueron enterrados y traídos a Nápoles con gran solemnidad en el año 1497. Lo peculiar de la historia que les estoy narrando es que la sangre, que sabemos todos que se coagula rápidamente al contacto con el aire, desde 1389 comenzó a licuarse tres veces al año. La iglesia no ha querido darle el nombre de milagro a este evento que se produce desde hace ya 600 años, lo llama prodigio. Los pequeños frascos donde Eusebia recogió la sangre de Genaro se encuentran dentro de un gran relicario y en tres momentos muy específicos del año a saber: el primer domingo de mayo, que es la fecha en que se trasladaron los restos del Santo de Benevento a Nápoles; el 19 de septiembre, que es aniversario del martirio del Santo y el 16 de diciembre, que es el día de la fiesta del Santo patrón, se produce el prodigio ante la mirada atónita de todos los feligreses de la catedral de Nápoles.

La ciencia no ha podido dar una explicación satisfactoria a este fenómeno. Se ha hablado de que se debe a la temperatura, pero el hecho es que en días de gran calor la sangre no se ha licuado o, en días de gran frío, con temperaturas de hasta 5°, la sangre se ha licuado con rapidez. El proceso de licuefacción puede durar entre unos pocos minutos a algunas horas. La iglesia atribuye este fenómeno al fervor con el que los napolitanos y otros visitantes foráneos rezan a San Genaro. Pero no nos equivoquemos, no siempre se produce este fenómeno. Cuando por alguna causa desconocida no hay licuefacción, los napolitanos consideran que es un mal presagio y que algo horrible va a suceder. Este fue al caso de 1939, año en que se inició la Segunda Guerra Mundial, y en 1980 cuando se produjo el horrible terremoto de la ciudad de Irpinia, al sur de Italia, donde hubo casi 3000 muertos y muchos más heridos y damnificados. La sangre en las ampollas con la sangre de San Genaro también se ha licuado con la visita de algunos papas. Esto ocurrió en 1848 con la visita del Papa Pío IX cuando vino a refugiarse a Nápoles por revueltas que se habían producido en Roma. Lo mismo ocurrió en 2015 con la visita del Papa Francisco.

Este fenómeno de sangre de santos que se licúa no es exclusivo de San Genaro. Es el caso del santo libanés Charbel Makhlouf. De su tumba, donde se encuentra su cuerpo imputrefacto, sale un líquido que es sangre diluida. Este fenómeno también lo podemos ver en el caso de San Nicolás de Tolentino y en el de San Pantaleón, que se encuentra en el Real Monasterio de la Encarnación en Madrid.

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Franck Antonio Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo (altus@sureste.com)