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Hacia dónde caminar

Antropos

Uno de nuestros grandes poetas Otto René Castillo, dejó entre tantos poemas, el verso que vibra en la memoria del pueblo guatemalteco: “Vámonos patria a caminar yo te acompaño”. Pequeña patria mía, dulce tormento, canto ubicado en mi garganta- desde los siglos del maíz rebelde-tengo mil años de llevar tu nombre – como un pequeño corazón futuro – cuyas alas comienzan a abrirse a la mañana”.

Los poetas, filósofos de la palabra sensitiva, expresan sentimientos, convicciones y fe en la perduración de la dignidad humana con la sonoridad de su voz armonizadas en versos que nos llegan al alma.

Nuestros poetas guatemaltecos le han cantado a la tristeza, al drama humano, a la pobreza, a la niñez desnutrida y a las madres abandonadas. Pero también al fusil guerrero por la libertad y la justicia. Al amor y a la esperanza. A los señuelos de ese día cuando los hijos y las hijas de la patria, caminen hacia un destino de afecto y fraternidad.

Que mejor leer a Luis Alfredo Arango, cuando dice: “Dios mío no quiero que se acaben-mis montañas no quiero que se mueran las- mujeres y los niños no quiero que el – futuro siga siendo como el cielo- tan hermoso pero tan lejano- sino que comience de verdad-mañana mismo-o antes si es posible”. Es el idilio de un sueño que se deshace entre las manos callosas de los campesinos, porque ese mañana con justicia cada vez es un imposible. Pero el poeta clama dignidad con su alma sensitiva.

Las voces de los poetas cantan a la diversidad de los colores, de los múltiples sonidos de idiomas vivos, de las cascadas, montañas, volcanes y lagos. Cantan con un nudo en su garganta a la diversidad de la injusticia y del hambre. Lloran frente a laderas que antes fueron bosques. Humberto Ak´abal expresa con dolor en su poema Lejanía: “En este país pequeño-todo queda lejos: la comida, las letras, la ropa”. O bien en el poema El Mecapal. “para- nosotros- los indios- el cielo termina- donde comienza- el mecapal”. Y nos hace sentir cuando escribe: “Me duele – me duele – la miseria, – la pobreza – ¡Cómo quisiera ser – un pedazo de trapo – Y servir aunque sea – de remiendo –“.

Hacia donde caminar patria querida. Son las palabras que suenan en la nostalgia de un lugar que no ha sido. Son los sueños, ideales y utopías de lograr que esos pasos nos conduzcan a un lugar en el cual la desdicha no nos aceche a cada paso. Hay historia tras de nosotros de cientos de jóvenes que aspiraron por la verdad, por eso dice el poeta Roberto Obregón: “en algún lugar quedará algo de fuego, una llama, una brasa en la ceniza”.  Habrá que arrancarle a ese pasado las cosas buenas que han hecho los humanos.  Porque habrá que descifrar el signo de los tiempos para empezar a caminar con ese sentimiento tan hondo como lo dice el poeta: “A orillas del camino – hay un ojo de agua – En él, entre las hojas, duerme – la sombra de una estrella – Así mi patria reposa en el fondo de mis ojos”.

Hoy es tiempo de pensar y de actuar hacia donde caminar. Nuestro destino se forja diariamente, en la fábrica, en la oficina, en el campo, en el aula, con la familia y las amistades. Han sido días graves de dolor y de un hondo dramatismo humano. Amigas y amigos que se fueron tempranamente. Hoy lloramos, pero como el himno de la alegría del gran músico alemán Ludwig van Beethoven, cantamos a la esperanza con júbilo por una mejor humanidad. Por una patria que nos cobije a todas y a todos.

Y repito con Julio Fausto Aguilera estos trozos hermosos de una delicada poesía:

“Para mi patria niña, yo quiero una piñata,
Yo quiero una piñata repleta de alegrías,
De alegrías de todos los colores,
Para romperla un día de universal festejo,
Romperla entre canciones, abrazos y algazara
Entre toda la muchachada:
Entre todos los pueblos hermanos de la tierra”.

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