2021: ¿en qué será diferente?

Sueños…

Una sombra de incertidumbre se propaga por todo el mundo. La humanidad pierde confianza en los gobiernos democráticos, en la eficiencia y transparencia del mercado y en los derechos humanos. No surge un nuevo mundo mejor, sino un mundo que multiplica los problemas no resueltos por la humanidad.

En los informes de final de año de Cepal, FMI, Banco de Guatemala, Banco central de Costa Rica y otros organismos se menciona que la caída de la economía mundial, el deterioro de los indicadores del desarrollo humano y la destrucción de la naturaleza serán los grandes problemas de la humanidad en el próximo año. No queremos desear un feliz año nuevo, quisiéramos desear que no se repita el 2020 ni para la naturaleza y ni las personas.

Según los organismos especializados, América latina marcará una contracción de -8.0% en el crecimiento del PIB en el 2020, como por arte de adivinador los organismos indican, en forma diplomática que en el siguiente año el crecimiento regional será del 4.0%, más o menos. En realidad, es un engaño benigno, ni América latina, ni el mundo recuperarán sus niveles de producción previos a la crisis, solamente empezarán una leve recuperación, que es incierta.

Aún sin covid, las economías de la región mostraban una trayectoria de lento crecimiento, insuficiente para mantener las expectativas de consumo promedio. De no continuar los impactos de la pandemia, y no incrementarse los conflictos sociales y políticos derivados de la pandemia, se tiene la ilusión de que se alcanzará el mismo nivel de consumo y producción en un quinquenio. Un tiempo demasiado largo para mitigar los efectos de problemas de destrucción ambiental, bajos niveles de satisfacción de educación y salud y fallos estructurales de los Estados.

Cuando cayó el muro de Berlín, la humanidad perdió el norte. El socialismo quedó postrado ante su ominoso fracaso. El capitalismo creyó innecesario generar un proyecto de unidad mundial. Todo se reducía a incrementar la productividad y elevar el consumo, la destrucción completa de la naturaleza es el pantano sobre el que se erige el progreso. El progreso basado en la destrucción de los recursos naturales y las condiciones de vida del planeta, son la fuente que desmoraliza al ser humano que abandona sus sueños de forjar sociedades democráticas, respetuosas de los derechos de la naturaleza y del mismo ser humano, así como la creencia absurda de que la creación de dinero bancario para extraer recursos de la deuda pública son el objetivo final del paraíso de los derechos del humano.

El punto esencial es: desde la crisis fundamental de los años 30 del siglo pasado, se encendió la creencia que el déficit fiscal y la deuda del gobierno, son las fuentes de los recursos para financiar el crecimiento económico. Esta panacea se olvida que el valor del dinero, en última instancia es la creación de riqueza real, es decir, de producción de bienes y servicios. Si la deuda y su financiamiento aumentan, y esa inversión genera producción de bienes y servicios, entonces, todo va bien para la sociedad humana, aunque sea un colapso para la naturaleza.

Pero, el asunto se vuelca cuesta arriba cuando el dinero creado por los ministerios de hacienda y banco central, crecen sin control y ya no tienen respaldo productivo. Las personas perciben que el mundo no puede continuar igual.

La solución es posible, seamos optimistas. Tenemos que ser conscientes de que somos seres naturales, podemos generar una sociedad amigable con la naturaleza, solidaria con la vida y la felicidad de todo es resto de seres vivos que aún viven en el planeta. Somos seres sociables, tenemos que vivir en paz, solidaridad y respeto mutuo. Esa tiene que ser nuestra fuente de inspiración.

La tecnología ya permite modificar los cuerpos, las mentes y sentimientos del humano, surgirá la tentación de crear humanos superiores y suprimir los inferiores. El humano se enfrenta al reto de construir un nuevo paradigma: cómo crear una sociedad solidaria, equitativa y hermana de todos los seres vivos del mundo.

Cuando leemos las recomendaciones de los organismos económicos influyentes realmente, nos dicen: se “Plantea la necesidad de priorizar el gasto para la reactivación y transformación económica y social mediante el fomento de la inversión intensiva en empleo y ambientalmente sostenible en sectores estratégicos.”

Pura palabrería sin coherencia. El gasto se está orientando a la construcción, que lo inmediato genera empleo abundante, de bajos salarios y baja productividad, pero que evita el aumento desorbitante del desempleo. La contraparte es que acumula destrucción del medio ambiente, los bosques, los ríos y las montañas, además de provocar la concentración de la producción en un sector de poco impacto en el resto de la economía.

Un nuevo mundo amigo de la naturaleza, o incremento de la producción de armas en los países desarrollados y su colocación y uso en los conflictos de drogas, religiosos, políticos y sociales en el tercer mundo. Un mundo solidario o la intensificación de la explotación de los bosques, ríos y mares y la extinción de la vida en la Tierra. Un mundo de seres humanos responsables, bajos niveles de consumo, o la confrontación generalizada en todo el mundo.

La democracia política, la protección de la naturaleza, la educación y salud generalizadas, la productividad con límites para la vida libre y natural de las especies. Con tanto medio de información, tenemos que construir un nuevo mundo.

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.