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De año nuevo y programas de género en Pakistan

Evolución

Hoy concluye un año más y muchos se aferran al anhelo que con ello habrá alguna especie de cambio o al menos una nueva esperanza de mejoría como si, cual cuento de hadas, a las cero horas del primer día del nuevo año calendario la dinámica de lo que ha sido nuestra historia reciente, y no tan reciente, tendrá un viraje repentino que nos permitirá desligarnos de ese pasado que nos condujo al punto en el cual nos encontramos en una trayectoria vertiginosa poco prometedora. Desde luego que, empleando la frase acuñada por Matt Ridley, soy un optimista racional, y es lógico que siempre contamos con la posibilidad de forjar un nuevo y promisorio destino. Pero ello depende únicamente de tomar las decisiones correctas de aquí en adelante, cosa que no sucede de facto con doce campanadas, un abrazo y un brindis en una ocasión conmemorable.

Una breve historia. El martes 22 de diciembre el Congreso de los Estados Unidos aprobó un paquete de gasto público por una suma de US$2.3 Billones (en español, es decir 2.3 millones de millones; o US$2.3 “trillones” en inglés). Dicha suma equivale a más del 10% del PIB de Estados Unidos estimado para el año 2,020 en US$20.8 Billones (en español; $20.8 “trillones” en inglés). Según reportes, el documento en el cual se detallan las partidas de gasto específicas cuenta con más de 5,500 páginas, lo cual lo hace ininteligible para cualquiera. Dentro de esa infinidad de programas “asistenciales” presupuestados, quiero resaltar varios. Una asignación de US$1.4 Billones (en español; “trillones” en inglés) para funcionamiento del gobierno federal. US$ 900 mil millones ($900 “billones” en inglés) para un programa de asistencia por los efectos de la pandemia, dentro del cual a cada ciudadano le otorgarán $600 en “ayuda”. US$700 millones en ayuda para Sudán, país cuyo gobierno hasta el año 2019, durante el régimen de Omar al-Bashir, se basaba en la ley Sharía, hasta que fue derrocado por un golpe militar, a partir del cual se decretó una nueva constitución, y que en septiembre de este año se declaró oficialmente secular. Por último, un paquete de US$ 1.4 millardos (un mil cuatrocientos millones en español; $1.4 “billones” en inglés) denominado “Iniciativa de Reafirmación a Asia”, dentro de los cuales se incluyen $15 millones para “programas de democracia” y $10 millones para “Programas de Género” para la oficialmente denominada “República” Islámica de Pakistán. Vaya contradicción, puesto que una República, propiamente, se entiende como un sistema de gobierno limitado tendiente a garantizar los derechos de las personas, dentro de los cuales se incluye la libertad de culto, por lo que un Estado que oficialmente adopta una religión, por definición, no puede ser considerado una república. Quedará por verse la efectividad que puedan tener estos “programas de género” en un país oficialmente de orientación Islámica. No hace falta explicar la reacción de la mayoría de estadounidenses que son los que absorben estas cuentas con los impuestos que pagan.

En el mismo romanticismo ilusorio e idealista en qué nos basamos para creer que todo mejorará con transcender un número en el calendario, característico del imaginario latinoamericano, seguimos hundidos creyendo en la fantasía del socialismo. Socialismo entendido como un sistema de gobierno mediante el cual los políticos de turno (cuando el socialismo es democrático) o vitalicios (cuando eventualmente consolidan su dictadura) toman por la fuerza el dinero producido por otros con el fruto de su esfuerzo, de su intelecto o de su trabajo, para “redistribuirlo” como se les antoje. Por ejemplo, para “programas de género” en Pakistán. Y en nuestra idiosincrasia, con la agravante que generalmente los gobernantes lo “redistribuyen“ para sí mismos y sus allegados.

Sólo hay dos formas de entender que el socialismo no funciona, una, usando el cerebro; dos, cuando ya es demasiado tarde. La alternativa que buscamos, y que hemos ignorado, como genuina esperanza de mejora, progreso y crecimiento en nuestro bienestar personal, familiar y social consiste en el respeto irrestricto a la Propiedad Privada y a la Libertad Individual como base de la Cooperación Voluntaria y Pacífica que es el motor del desarrollo y mejoramiento del bienestar humano, en un marco donde la legítima función del gobierno es dar certeza a estas condiciones y garantizar estos derechos igualmente legítimos de todos los individuos. Y no hay otra opción.

¡Feliz año!

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Alejandro Baldizón

Abogado y Notario, catedrático universitario y analista en las áreas de economía, política y derecho.

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