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Guatemala: Un estado en calamidad

Antropos

Cada vez que el campo se incendia con más de 500 desastres contra todo lo viviente, o cuando la naturaleza nos arremete con abundantes lluvias, temblores y erupciones volcánicas, los gobernantes hablan de un Estado en Calamidad.

Esconden con esta mentalidad, el verdadero problema del país. Es en este sentido que mi amigo Luis Zurita, con una constante preocupación por la destrucción irracional del entorno natural, me comentaba en relación al mal uso del agua, afirmando que en Guatemala existen 200 puntos de este líquido de vida, los cuales deberían de ser ubicados y a su vez utilizados con justicia social. En otra oportunidad escuché acerca de este tema, a unos especialistas de la Universidad de Almería que nos visitaron, interesados nosotros en recoger una orientación respecto al “problema” del llamado “corredor seco”. La respuesta fue más que evidente: ustedes no tienen déficit de agua. El problema es la mala utilización. Otra delegación integrada por científicos alemanes quienes estudiaron a fondo este llamado problema en el mismo lugar, expusieron enfáticamente que se podría definir como “el corredor seco con agua”.

Otro ejemplo maravilloso que ilustra nuestra desastrosa y corrupta gestión municipal, fue cuando un grupo de estudiantes de la Facultad de Farmacia de la Universidad de San Carlos, le indicaron a un alcalde de esta misma región, llamada “corredor seco”, que la manera de evitar los problemas de enfermedades gastrointestinales de la niñez, era entubar y hacer potable el agua. La respuesta fue, que eso no se veía como obra porque se escondía en los tubos del precioso líquido y por lo tanto no ganaban  votos para la próxima elección.

En fin, al examinar los municipios del país, encontramos una excesiva contaminación de las cuencas y microcuencas. Mal uso del agua, erosión de los suelos, basureros por doquier y una exagerada deficiencia administrativa, amén de la poca transparencia de los recursos financieros. Si de lo micro vamos a lo macro, o sea al gobierno central, descubrimos los mismos problemas, pero agrandados con mayor nivel de complejidad y enormes dificultades para resolverlos. Esto nos conduce a definir Guatemala como un Estado de Calamidad, que no es por la ausencia de lluvia o por temblores que hacen cimbrar la tierra, erupciones de los volcanes, sino por la incapacidad que se expresa en una escaza sensibilidad humana. Ausencia de competencias técnicas, tecnológicas, y planificación estratégica. A lo cual se debe agregar falta de voluntad política y por supuesto, por el mal que nos aqueja desde hace largos años, como es la excesiva ambición de los gobernantes de turno de convertirse en hacendados o grandes negociantes, a costa del drama de la nación por la vía de la corrupción. Lo cual genera evidentemente, que en épocas electorales mayor desgano y rechazo de la ciudadanía para elegir a los que ya están electos, por minúsculas asambleas partidarias, que no son representativas del pueblo.

Los problemas de Guatemala se asoman trágicamente en la epidermis de la piel. Pero si escarbamos un poco más a fondo de las ronchitas rojas y dolorosas que cubren el cuerpo enfermo de la nación, descubrimos la ausencia de un verdadero Estado de Derecho. Y esto es lo esencial, porque para alcanzar el bienestar en salud física, espiritual, cultural, moral, material, habrá que asumir una actitud que se base en los principios éticos de la vida al servicio de la vida.

Nuestro país ya no está para juegos de apariencias, de discursos incoherentes y desfasados con la realidad doliente de la nación, porque la vida humana está siendo sacudida por la irracionalidad de los que poseen las riquezas y por la actitud poco competente y transparente de los gobernantes de turno y los politiqueros de ocasión.  Resulta necesario una actitud juiciosa porque “tanto va el cántaro al río, que al fin se rompe”.

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