Enemigo común: La corrupción
Poptun
La escandalosa noticia de las pruebas falsas para detectar Covid-19, es una muestra que la corrupción en Guatemala se encuentra inmersa hasta en los tuétanos de la estructura del Estado. No hay escrúpulos y se aprovecha cualquier oportunidad para cometer grandes actos de corrupción.
Es lamentable que, a pesar de la crisis sanitaria actual, la muerte de miles de guatemaltecos a causa de la enfermedad covid-19 y la indignación local e internacional por este acto ofensivo a la dignidad humana, no exista una respuesta gubernamental enérgica y decidida condenándolo y despidiendo a los presuntos responsables.
La corrupción, sin lugar a dudas, es nuestro enemigo común, porque vulnera los derechos humanos de miles de personas. La corrupción roba los sueños de todos los guatemaltecos, de los niños y niñas, les roba oportunidades a los pobres. El que le roba al Estado no sólo le roba al erario público, sino que le roba a cada uno de nosotros, porque roba escuelas, hospitales, carreteras.
Con la corrupción los fondos del Estado no se encaminan a responder al bien común, sino a favorecer el bien particular. Con la corrupción, el presupuesto público ya no está para servir a la población en general sino para pagar favores políticos, con lo que se ponen en riesgos derechos fundamentales, como el derecho a la salud, educación, alimentación, entre otros.
La corrupción es la mayor amenaza de la democracia y la gobernabilidad, porque se transgrede cualquier mandato ético, de probidad y los principios del buen gobierno, porque los fondos nunca llegan a su destino. La corrupción constituye un obstáculo para el crecimiento económico y social. Afecta la credibilidad y confianza en las instituciones del gobierno, lo que fabrica un mayor grado de desigualdad e injusticia en la sociedad porque su ejercicio sobrepone la discrecionalidad y el nepotismo sobre la meritocracia.
El papa Francisco en conmemoración del Día Internacional contra la Corrupción en el año 2019, refirió: “La corrupción degrada la dignidad de la persona y destruye los ideales buenos y hermosos. La sociedad está llamada a comprometerse concretamente para combatir el cáncer de la corrupción que, con la ilusión de ganancias rápidas y fáciles en realidad empobrece a todos.”
Sin embargo, a pesar que la corrupción es el enemigo común, no se tiene el valor de sancionarla ni combatirla, con lo cual se manifiesta tolerancia. Diversos actos de corrupción cometidos por funcionarios públicos quedan en la impunidad, es decir no son castigados, ya que quienes transgreden la ley se aseguran que no serán castigados o bien saben que hay apatía y no tendrán ninguna sanción moral por parte de la ciudadanía.
La respuesta judicial ante casos de corrupción es notablemente deficiente. La gran mayoría de estos casos carece de una sanción y reparación efectiva, como consecuencia que el modelo de elección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte de Apelaciones, ciertamente crea un sistema pro impunidad y constituye un obstáculo en la lucha contra la corrupción, lo cual impide la efectiva protección de los derechos humanos, porque los órganos de justicia no son completamente independientes e imparciales.
El caso de las pruebas falsas, acredita que, para la clase política, el Estado es un botín político, que no le interesa el cumplimiento del bien común ni mucho menos el bienestar de los grupos en condiciones de vulnerabilidad. El único afán que poseen los políticos para alcanzar el poder es saquear las arcas públicas y/o favorecerse del cargo para enriquecerse rápidamente.
Pero no obstante que se experimenta un panorama poco alentador en la lucha contra la corrupción, esta realidad puede cambiar si la ciudadanía no continúa tolerando y normalizando estos actos que muchas veces son cotidianos. Si hay indiferencia, si no importa lo que pase en nuestro país, entonces existe aprobación de estos actos de corrupción. El involucramiento de la ciudadana, constituye un insumo valioso para combatirla, puesto que la población es la principal afectada por esta práctica ilegal.
La participación ciudadana se puede expresar de diferentes formas, tal es el ejemplo que puede unirse a la lucha contra la corrupción, denunciando y acompañando los procesos judiciales para que cada acto de corrupción no permanezca en la impunidad, sino que se deduzcan las responsabilidades penales y de toda índole, comprendiendo que la corrupción es un enemigo común “…que ha hecho mucho daño. El combatirla permite, no sólo ejercer ciudadanía, sino unirse desde distintas aristas, en la construcción de un mejor futuro…”.
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