El Neo-Constitucionalismo un verdugo repugnante y extranjero
Mirilla Indiscreta
Quién no conoce su idioma no puede pensar, o algo parecido o con el mismo significado nos advertía el soberbio escritor mexicano Carlos Fuentes, reafirmando la lógica conclusión de que uno piensa en su idioma.
De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, el español tiene alrededor de cien mil palabras.
¿Cuántas palabras conocerá la población?
Siendo en nuestro caso, el español, el idioma vinculante de los nacidos en Guatemala, donde las diferentes etnias tienen su propio idioma nativo, ¿cuántas palabras del español conformará su acerbo comunicativo?
No se trata de que todos los guatemaltecos hablemos veintitrés idiomas marcando las diferencias lingüísticas y contradiciendo supuestas raíces culturales qué, por el contrario, nos distanciarían de un origen común Maya, tan mencionado por quienes quisieran retornarnos al pasado de tribus en constante confrontación y enfrentamiento.
Pero eso es materia, más de lo político y la política y sus connaturales perversidades de la lucha por el poder.
Mi preocupación surge, porque la agresión cultural conlleva y nos empuja a pensar con muy pocas palabras.
Las suficientes para mandar mensajes supuestamente concretos y directos, que hacen posible qué, con menos de doscientas palabras de nuestro rico idioma, sea suficiente para insultarnos, amenazarnos, creernos ideólogos, y capaces de realizar con suficiencia, el ejercicio de pensar sin instrucción ni conocimientos.
143 caracteres reducen en el tweet, la comunicación universal, que transforma el lenguaje, en el más sofisticado método para aniquilar el espíritu humano y prepararnos para la etapa, que la confabulación oligárquico populista, le tiene reservada a una nueva generación de esclavos universales.
Reduciendo nuestra capacidad de pensar a menos palabras que las necesarias para llenar un basurero.
Nos asusta la lectura y hemos encontrado en la tecnología que pone la información que resume la cultura de la humanidad en un aparato más inteligente que nosotros mismos y que adoramos tanto, que daríamos hasta la vida por no perderlo en un asalto.
Valioso como es el mágico artilugio, no recapacitamos que nos brinda a voluntad y con el toque de un dedo, toda la INFORMACION que requerimos en un instante para sentirnos sabios.
Pero esa magia carece de la posibilidad concreta de darnos la FORMACION, que requiere el ser humano para saber y ser libre.
Sabios con el aparatito en la mano, casi semovientes y analfabetas funcionales si la falta de energía o plata para pagar sus servicios, nos arrebata al fugaz amansa burros como fabricante instantáneo de ignorantes documentados.
Es la inteligencia y la formación, la única defensa frente a las agresiones de los poderosos, que tienen como propuesta, la dócil dominación del mundo, haciendo acopio de todos los recursos al alcance de los capitales mercantilistas que requieren del Estado para alcanzar su objetivo de dominación financiera global.
Dominan los medios de comunicación tradicionales y contaminan los alternativos que le dan voz a los oprimidos.
Dominan el discurso cultural que compra universidades y generadores intelectuales, falsificando los fines éticos e ideológicos que privilegian el bien común, por una mescla intragable, de promesas que pervierten la unidad de objetivos socialmente compartidos. Los sustituyen, con la confrontación agresiva de supuestos derechos sectoriales, que fomentan, la militancia incivilizada y provocadora de grupos legítimos, – como exponentes de preferencias de todo tipo – que aún protegidas por la ley, pretenden hacer girar por la fuerza, en el entorno de sus intereses, a la mayoría de la sociedad, que los acepta y respeta, pero se resiste a seguirlos y mucho menos imitarlos.
Esa es la base radicalizada, que potenciaron los generadores del nuevo orden, y que lo hicieron acompañar con sus enfermedades universales para someter incondicional y sumisamente a la humanidad.
Su principal objetivo, posterior a la Segunda Guerra Mundial, fueron los Estados Unidos de América, y lo hicieron realidad, actuando sistemáticamente, haciendo de su constitución y sus leyes una caricatura del pensamiento de quienes la inspiraron.
Nosotros, aunque estratégicos, somos solamente un peón abandonado a nuestra suerte y al parecer con poca suerte, donde mandan los invitados y obedecemos mansamente los dueños del país.
Incluyeron en su receta a partir del final de la segunda guerra mundial una corriente pseudo jurídica, a la que llamaron Neo-Constitucionalismo y que no tiene otro propósito que destruir a la República y sus instituciones, ajeno totalmente, al pacto social propuesto por el señor de la Bréde y barón de Montesqueu y cuya obra cumbre El Espíritu de la leyes, resumió el pensamiento de los grandes filósofos clásicos, incluyendo a Aristóteles y su maestro Platón, consolidando una propuesta donde la división de la funciones, Ejecutiva, Legislativa y Judicial fuera determinante en la convivencia social de los Estados.
La creación, por encargo, de la Corte de Constitucionalidad, en nuestra realidad jurídica, ejerciendo ese Neo-Constitucionalismo destructor de la República y la Democracia, es la expresión más patética de esa deformación en un proceso de destrucción institucional.
A veces la impotencia de ver copada por esa corriente todos los instrumentos del poder político, de comunicación social y los restos institucionales de una República en proceso de extinción como la nuestra, llena de desánimo, esperando solamente que el hartazgo nos lleve lamentablemente a la guerra civil, que se avizora y crece en expectativas.
Pero luces aparecen, cuando la dignidad, es arrinconada y provocada sin medir las consecuencias.
Mi ilustre Colegio de Abogados, así como nos ha dado grandes decepciones por entreguismos oficiosos y denigrantes, resolvió una crisis de identidad y prestigio profesional, en la última elección para integrar ese peligroso monstruo antidemocrático que se creó para hacer del Neo-Constitucionalismo un instrumento desconocido por la gente pero que tarde o temprano hace víctima a la misma gente
Ese fogonazo inesperado, pero auténtico, nos aleja de momento de esa guerra civil y hace revivir al ciudadano, la Democracia y la República.
Viva la independencia nacional y la soberanía patria.

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