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Guía para fortalecer un mejor país

Sueños…

Joseph Biden, un político de bajo perfil, que va a cumplir 50 de ejercer cargos públicos en los Estados Unidos, desde donde ha tenido un gran peso en la construcción del mundo que estamos viviendo, acaba de publicar, desde la Casa Blanca, la guía estratégica interina para reconstruir una nación y un liderazgo internacional de todo un imperio. Por prejuicios “latinoamericanos” nos cuesta prestar atención a las visiones estratégicas de los líderes de los imperios, preferimos los truenos de Júpiter de todo aquel que llama, desde las pirámides de vidrio a luchar contra un concepto sin significado, “el neoliberalismo”.

Pareciera, que hay que mejorar nuestra forma de interpretar el mundo. Una nación, como las centroamericanas, tanto Guatemala hasta Panamá, pueden aprender mucho del punto de partida de la nueva agenda estratégica del imperio. Las preguntas para definir una agenda que permita fortalecer la nación, y llevarla a satisfacer las necesidades básicas de la población y su naturaleza, son fundamentales: ¿podemos en los países centroamericanos elaborar un proyecto de desarrollo respetuoso de la naturaleza, democrático, equitativo y de unidad nacional?, ¿cómo afecta el diseño de nuestros Estados y gobiernos el bienestar de la mayoría de nuestra población y el entorno natural?, ¿qué debemos hacer internamente para que nuestro país sea reconocido y respetado en el mundo? y ¿qué necesitamos hacer dentro del país para hacernos una nación fuerte, unida y solidaria?

Estamos en un punto de inflexión mundial, es indiscutible, la crisis económica mundial es evidente, se ha destrozado casi todo el capital productivo, tanto de pequeñas y grandes empresas; el comercio mundial ha disminuido, el turismo está en quiebra, el producto mundial se derrumbó lo cual tiene un impacto en el aumento del desempleo, la violencia familiar, el aumento de la pobreza y el auge del poder de los carteles de la droga. Además, el deterioro ambiental, el cambio climático y la difusión de los virus y sus mutaciones que mantienen en vilo al mundo.

Otros cambios implacables son el agotamiento de las materias primas para la alta tecnología, la emergencia de un nuevo imperio mundial, el chino, que amenaza con medidas de fuerza a los imperios debilitados de Europa y Norteamérica. Los desafíos son globales, como detener la pandemia, como utilizar solidaria y pacíficamente la cuarta revolución industrial, como enfrentar el cambio climático en forma colectiva, como evitar la disuasión nuclear.

De allí surgen los grandes desafíos. Como siempre quedan resumidos en fortalecer la democracia como un camino participativo de combinar los intereses y demandas de los distintos grupos sociales de la sociedad, permitiendo soluciones equitativas y solidarias. O, enfrentar los retos con liderazgos autocráticos, con mesías que tengan una lámpara que alumbre desde la cúpula soluciones impuestas por la fuerza.

Salvo Costa Rica, y recientemente Panamá, la región está conformada por Estados fallidos. Es decir, no existe claridad sobre cuáles son las características de la nación, y por qué solamente se puede progresar sí obtienen beneficios y satisfacción de sus necesidades fundamentales todos los sectores sociales y grupos étnicos que conforman estos abigarrados países. Hay que construir y reconstruir una estrategia nacional de desarrollo, que contenga con claridad los elementos fundamentales para construir naciones avanzadas: primero, proteger la naturaleza, tenemos que garantizar que bosques, árboles y plantas nativos, y todos los animales que aún sobreviven puedan vivir en área protegidas que abarque, mínimo, la mitad del territorio nacional; segundo, inversión social, hay que gastar el 10% del PIB en educación primaria y secundaria de calidad y enfocada en la alta tecnología, junto con un sistema universal de saludo de calidad para todos. Tercero, fortalecer la democracia, el respeto a los derechos humanos, el fin de la opresión de la mujer, el pluralismo ideológico. Cuarto, generar un sistema de producción competitivo y eficiente, que se concentre en bienes y servicios básicos tratando de minimizar en el agotamiento de los recursos naturales.

No definir y poner en práctica una estrategia nacional de desarrollo, que integre a todos los sectores de la sociedad, confrontando y reconstruyendo a pesar de las diferencias ideológicas es una tarea que no debiera posponerse. El país que no haga cambios puede terminar, en muy poco tiempo, en un desastre total. Costa Rica con su cultura democrática, y El Salvador con un liderazgo claramente respaldado por la población, pareciera que son los que están mejor preparados, hoy, para iniciar la reconstrucción de Estados democráticos con unidad nacional. Los Estados de la región no pueden permanecer anclados en el atraso y el feudalismo.

Aunque está fuertemente cuestionada, la democracia sigue siendo el menos malo de los sistemas inventados por el humano para organizar la sociedad. Como diría Biden, queremos encontrar la clave para que la sociedad humana subsista, esto solamente se logra sí tenemos claridad de que los fines últimos son que exista libertad para todos, prosperidad, sociedades basadas en la paz, la dignidad, tanto del humano como del resto de seres vivos. De no confiar y tener entusiasmo en alcanzar estos valores, la sociedad humana está condenada a morir entre los restos de cemento y contaminación que vamos generando.

No viajar a Marte lo que salva al planeta. Es construir fortalezas nacionales: protección de la naturaleza, solidaridad social, producción racional y derechos inclusivos.

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.

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