Por la dignidad de la persona humana

Antropos

Zygmunt Bauman afirma en su libro El Desafío ético de la globalización: que “cuando un ser humano sufre indignidad, pobreza o dolor, no podemos tener certeza de nuestra inocencia moral. No podemos declarar que no lo sabíamos, ni estar seguros de que no hay nada que cambiar en nuestra conducta para impedir o por lo menos aliviar la suerte del que sufre. Puede que individualmente seamos importantes, pero podríamos hacer algo unidos. Y esa unión está hecha de individuos por los individuos”.

Por ello es imperativo que los valores milenarios de la humanidad se vuelvan a revalorizar en búsqueda de la confianza y la sensibilidad que se ha perdido a lo largo y ancho de nuestras sociedades. Nadie, dice Adela Cortina: “pone en duda hoy la importancia de la confianza como elemento esencial de las relaciones sociales y económicas, más aún en los actuales contextos globales. Sin este recurso moral no pueden funcionar ni las interacciones sociales ni las organizaciones e instituciones en las que se apoyan”. 

La confianza es el sentido de no dañar la credibilidad y el respeto a la justicia, tratar a otros como sujetos autónomos y no como objetos. Sin embargo, en la práctica algunos no lo han creído porque se creen sagaces. Calculan al corto plazo de los astutos y no al largo plazo de los cautos y los prudentes. Y esto, lamentablemente le pasa a nuestra política, qué a fuerza de querer ser pícaros en el plazo corto, han demostrado ser imprudentes en el largo plazo, y han destruido, junto a muchas otras cosas, la confianza y la credibilidad de los ciudadanos en sus personas, en las instituciones, en la actividad política en su conjunto. Lo peor de todo, es que ya nadie se cree nada de lo que se dice, y un mundo de recelos mutuos es un mundo inhabitable.

Así, hoy día, se genera una preocupación por la ética en todos los sentidos. Por ejemplo, hoy hablamos de bioética, ética ambiental, acciones comunitarias, moralización de los negocios, de la política, de la administración de la justicia, de la ética cristiana, o bien de la ética de los medios de comunicación. Surgen debates sobre el aborto y acoso sexual, cruzadas contra las drogas entre otros problemas. En pocas palabras, se trata hoy día, de tomar conciencia de que hemos de construir un mundo juntos, si no queremos que nos lo construyan a la fuerza unos pocos, y que en esa tarea nadie está demás. Es necesario emprender el camino de la re-moralización con la idea de revitalizar a nuestra sociedad.

Obviamente esta preocupación surge, porque nos enfrentamos a un mundo desenfrenado en el cual el panorama moral no es muy alentador, en tanto que estamos en presencia de un siglo XXI que parece estar acompañado de un fenómeno social que también ha llenado de zozobra las futuras expectativas políticas. Nos enfrentamos al fenómeno de la corrupción, como expresión de la quiebra de valores en la sociedad. Es evidente que corruptor y corrompido, padecen de debilidades éticas. La corrupción es, por naturaleza, un problema moral. Y por ello, tomar la corrupción en serio, es tomar la virtud cívica en serio. Tomar la virtud cívicamente en serio, requiere no sólo una educación moral, actitud, conciencia, responsabilidad, respeto, tolerancia y, sobre todo, coadyuvar con nuestra participación ciudadana, en la construcción de un país en donde prevalezca el valor de la dignidad humana.

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