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La urgencia de aprobar la ley de aguas

Antropos

El territorio nacional es rico en abundancia de grandes mantos de agua. Pero algunas manos tenebrosas las destruyen y envenenan ahogando el futuro de la vida.

“Los humanos somos dependientes del agua, afirma Marvin Salguero, Investigador de la Facultad de Agronomía de la Universidad de San Carlos. Nuestros sistemas fisiológicos necesitan agua, tanto para las actividades metabólicas, como para reproducción y absorción de los alimentos, para la circulación del oxígeno de la respiración dirigido a las células, y para evaluación de los residuos de la actividad celular…la vida está intrínsecamente relacionada con el agua”.

El numeral seis de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, afirma que se debe “garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”.

En tal sentido señalo la irresponsabilidad del Estado, la insensibilidad y falta de educación ambiental de grandes conglomerados de la población, así como de cierto sector privado en torno al descuido que tenemos de este líquido tan preciado para la vida en general. Somos testigos de las barbaridades que se cometen en contra de un bien finito como es el agua. Llenamos de pudredumbre las corrientes de agua arrojándolas vulgarmente a sus fuentes naturales. Desde una basura de plástico, hasta torrentes de aguas negras y ríos de contaminantes químicos que acaban con la vida. Allí, el ejemplo del Lago de Amatitlán que muere ante nuestros ojos impávidos o la agresión contaminante contra el hermoso Atitlán y la tala de árboles que arrasa bosques y deja la tierra al descubierto contra vientos y tormentas. 

Lamentable es, que a pesar de que estas acciones insensatas pareciera que no fuesen suficientes en torno a la degradación de la vida, observamos que los ríos se utilizan además, para satisfacer intereses individuales en contra de la colectividad. Aún recuerdo que en el pueblo donde crecí, esta práctica ya existía porque sólo unos afortunados tenían acceso a las tomas de agua para sus cultivos, con el visto bueno del juez municipal.

Pienso que el agua siendo el ángel de nuestra propia vida, debería de convertirse por su nobleza, en el punto nodal que nos una en un proyecto de nación para garantizar lo que NACIONES UNIDAS propone en los objetivos del desarrollo sostenible. Se del esfuerzo que hacen organizaciones sociales, movimientos de los pueblos originarios y de mujeres, partidos políticos, poderes locales como algunas municipalidades, educadores, medios de comunicación, iglesias, centros de educación, ciertos empresarios e institucionales, tal es el ejemplo de la propuesta que hizo la Universidad de San Carlos de una Ley de Aguas, lo cual, aparentemente no es aún suficiente fuerza para detener los destrozos de la vida. Sin embargo, también significa que en la sociedad guatemalteca, existen conglomerados humanos preocupados por darle un ordenamiento con justicia, al uso del agua en nuestro país.

Hoy, de nuevo resuenan en mis oídos, las palabras de una delegación de expertos de la Universidad de Almería, a quienes la USAC invitó para promover un proyecto de riego en el llamado corredor seco de Guatemala. Al término de recorrer esos lugares, concluyeron con la afirmación de que no es problema de la existencia del agua, sino de la distribución con justicia de la misma. Recordemos que Almería se convirtió en la hortaliza de España, con la limitante del líquido sagrado, pero con tecnologías de punta, lograron el propósito de abastecer a ese país con verduras frescas. De ahí, que en un país como Guatemala, en donde abunda el agua dulce y rodeados de dos mares, el problema no es de escasez, sino de contaminación y desigualdad en el uso de las mismas. 

Por eso, muchas voces conocedoras del tema, nos dicen que el territorio nacional es rico en abundancia de grandes mantos de agua. Pero algunas manos tenebrosas las destruyen y envenenan ahogando el futuro de la vida. Otras cortan la flor del amanecer, cementando áreas para la construcción de parqueos y parques como el que pretenden construir en la ciudad de Quetzaltenango, con el viejo truco de celebrar con esta acción perniciosa, el bicentenario de la Nación.

De alguna manera se debe encontrar para la aprobación de la Ley de Aguas, consensos desde los disensos. Esencialmente se trata, dice el teólogo Geiko Müller que nuestras acciones se deben encaminar a partir “de la vida al servicio de la vida”. Porque en medio de tantas crisis, “la crisis ecológica no tiene precedentes”. Nos enfrentamos hoy más que nunca a la necesidad de mirar hacia el “oikos”, “la casa de todos los seres vivientes”. Sencillamente ante un “grito silencioso que nos llega de las generaciones futuras que nos dicen: dependemos de vosotros”. Y a este grito habrá que responder con amor, afecto, cariño y solidaridad, de lo “contrario el futuro estará verdaderamente condenado a la muerte”. Esto es lo que nos debe unir para que El Congreso de la República apruebe una ley de Aguas en donde quepamos todas y todos los que aspiramos a “la vida al servicio de la vida”. 

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