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Fiscalización

Antropos

La fiscalización desde afuera, la existencia de códigos de ética y la sobreabundancia de leyes, contribuyen en superar los diferentes rasgos de la corrupción, pero, lo más importante es la mirada autocrítica hacia el interior de nosotros mismos con la convicción de que sólo trabajando con alegría, sensibilidad y racionalidad, se pueden elevar los valores de la cultura humana.

En la medida que logremos compenetrarnos de esto con la ternura del corazón y la profundidad de la razón, alcanzaremos una mejor sociedad. Se trata de generar el valor de la confianza frente al antivalor de la desconfianza. El objetivo, dice Adela Cortina filósofa española, no consiste en aumentar la jurisprudencia o abundancia de normas, cosa de la que se ocupan aquellos a quienes corresponde, sino en mostrar que la construcción de una sociedad verdaderamente humana no se logra con un mayor número de leyes.

El derecho es un mal menor, inevitable en un mundo, en el cual hay motivos más que sobrados para la desconfianza mutua, pero una sociedad juridificada, afirma Cortina, no es una sociedad deseable; y no sólo porque hecha la ley hecha la trampa, sino porque unas relaciones entre personas, presididas por el recurso, la impugnación, la instancia y la sentencia condenatoria, que son unas relaciones tipificadas en las que debe dirimir un tercero, por más señas, falible, no son relaciones verdaderamente humanas. El impulso vital que necesitamos señala esta filósofa, es la reanimación de nuestras relaciones y actividades, que nos permitirá construir juntos, una sociedad en la que se respete la dignidad de la persona humana.

Significa entonces, que se requiere que seamos las personas mismas, como protagonistas de la sociedad civil, quienes recuperemos civilizadamente, la confianza y la dignidad. Sin la inteligente buena voluntad de entendernos, mal vamos a construir una ética nuestra, o bien a construir un mundo al que podamos llamar nuestro. 

En fin, mis palabras se orientan a encontrar el sentido del trabajo, del servicio, de la alegría de compartir cotidianamente con múltiples personas en función de un propósito. Nos cabe entonces decir, que es en el corazón de las personas y en la intimidad del trabajo que realizamos día con día, donde se debe lograr que el ser humano pueda revitalizar la confianza legitimando los actos de nuestro diario quehacer. Y esta es una de las grandes responsabilidades que se deben asumir, porque de lo contrario, podríamos seguir generando anomia, desinterés, desarticulación, conflictividad, violencia y un sinnúmero de ilícitos que terminan por afear a nuestra sociedad y eso no es lo que nos motiva a quienes queremos a nuestro país. Por ello, el derecho a la utopía, el camino a un futuro más hermoso es el norte que nos debe guiar para construir una mejor sociedad.

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