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El mariscal y su tatuaje

Editado Para La Historia

Las modas van y vienen. Cosas que estuvieron en la palestra hace 40 años vuelven a los gustos actuales. Si el rojo deja de ser tendencia reemplazado por el azul, basta con guardar la prenda en el armario… pronto volverá el rojo. Pero hay modas que no se pueden guardar en el armario por estar grabadas con tinta indeleble.

Estoy hablando de la moda del tatuaje. No voy aquí a dar mis opiniones sobre el tema. Lo que sí quiero decir es que esos tatuajes en músculos jóvenes y tersos pierden toda su firmeza cuando la gravedad comienza a hacer su trabajo con el paso de los años. Aquello que fue un ancla termina siendo un poste eléctrico.

Además, el tatuaje tiene la desventaja de que, por ser indeleble, puede comprometer en el futuro nuestras acciones de hoy. Famosos son los tatuajes de amor eterno por Juana y después se casa con María. Pero las cosas pueden ser más graves si en los tatuajes se muestran las opiniones políticas. En la política, como en la moda, las cosas cambian. Las posiciones que defiendes hoy las puedes recriminar mañana. Toda esta reflexión me lleva a pensar en un personaje que se hizo célebre con la revolución francesa de 1789 durante la cual tuvo sólidas posiciones republicanas.

Tanto era así que, en el ímpetu de la revolución y en el fragor de los acontecimientos, llegó a tatuar en su pecho: “Mort aux rois – Muerte a los reyes”. Lo que no podía ni siquiera imaginar Jean-Baptiste Bernadotte, que así se llama nuestro personaje del día de hoy, es que el destino lo llevaría a ser él mismo rey. Algunos historiadores alegan que esta historia del tatuaje en el pecho de Bernadotte son invenciones. Hay que señalar que el médico que certificó su muerte en 1844 declaró que tal tatuaje no existía.

Comprometedor sería para el doctor si confirmaba la existencia del tatuaje que condenaba a muerte a los reyes después de certificar la muerte de uno de ellos. Ahora bien, ¿cómo es posible que alguien con tan profundas ideas republicanas que lo llevaron a tatuarse en el pecho tan expresiva frase terminó sentado en un trono real? Hagamos un poco de historia.

Los orígenes de Jean-Baptiste Bernadotte no eran de muy alta cuna, su padre era procurador de su ciudad natal de Pau, que se encuentra en el sudoeste de Francia, cerca de la frontera española. Nació en 1763 y a los 17 años ya era soldado del ejército de la Francia monárquica. Sus cualidades militares facilitaron su ascenso obteniendo en pocos años el grado de brigadier. Es en estos momentos que se produce la revolución francesa.

Durante la revolución, nuestro Jean-Baptiste supo mantenerse en la cresta de la ola en las diferentes batallas a las que se tuvo que enfrentar la joven república para su supervivencia.

Dentro del marco de estas batallas estuvo en contacto con Bonaparte, que aún no se hacía llamar Napoleón. El futuro emperador vio en el joven Jean-Baptiste a un gran militar, pero, por sobre todas las cosas, a un muy buen organizador. Bernadotte nunca vio con buenos ojos a Napoleón. Siempre vio en él a un futuro tirano.

Incluso había hecho el juramento de luchar contra Napoleón en el caso en que se proclamara rey. De hecho, Napoleón nunca se proclamó rey, se proclamó emperador, sus aspiraciones eran superiores. Paralelamente, Jean-Baptiste se casó con una chica llamada Désirée, hija de un mercader de sedas de Marsella. La hermana de Désirée era Julia Clary, esposa de José Bonaparte el hermano de Napoleón al que se le dio más tarde el título de Rey de España.

Cuando Napoleón crea el primer imperio, nombra a 18 mariscales. Bernadotte fue uno de ellos. Y, cuando Napoleón se declara rey de Roma, creó para Bernadotte el Principado de Ponte Corvo. En 1808 es nombrado gobernador de los pueblos del norte de Europa y dirigió una expedición contra Suecia, en una invasión malograda contra ese país por falta de logística. 

Durante esta contienda, los oficiales suecos que habían sido hechos prisioneros por los franceses vieron con beneplácito el buen trato que el Mariscal francés Bernadotte dispensada a sus enemigos prisioneros y lo bien que organizaba las cosas para el bienestar del pueblo que estaba bajo su administración. Mientras tanto, en Suecia gobernaba un viejo rey que no tenía descendencia, Carlos XIII. Hacía poco que Suecia había perdido Finlandia ante el empuje de Rusia. Suecia era un país en decadencia y necesitaba un rey fuerte para su defensa contra nuevas eventuales invasiones rusas.

Fue el chambelán del Rey Carlos XIII, que en un momento había sido prisionero de Bernadotte, quien viajó a Paris para proponerle a Bernadotte ser nombrado príncipe heredero una vez que el Rey Carlos XIII lo adoptará como hijo. Grande fue la sorpresa de Jean-Baptiste al recibir este ofrecimiento. La elección fue la correcta. Bernadotte no era de aquellos que obedecían ciegamente a Napoleón. A Estocolmo se dirigió el matrimonio Désirée y Jean-Baptiste y pocos días después el hasta entonces mariscal fue adoptado por el rey, tomando el nombre de Carl XIV Johan, en su calidad de príncipe heredero. 

Esto de ser heredero del trono de Suecia se lo tomó muy en serio nuestro Jean-Batista y más adelante se unió con sus tropas suecas a los enemigos de Napoleón para luchar contra su antiguo emperador. Carl XIV Johan fue un rey muy querido en Suecia y Noruega, ya que en aquella época los dos países estaban unidos. Fue él quien con sus ideas republicanas consolidó la economía de Suecia fortaleciendo los bancos, organizando a los artesanos para que crecieran sus negocios, haciendo todo tipo de trabajo social para con sus súbditos y siendo uno de los primeros países del mundo en declarar obligatoria la educación primaria para todos los niños del país.

Hoy el rey de Suecia, Carlos XVI Gustavo y su hija Victoria, princesa heredera del trono, no solo se reconocen como descendientes de aquel francés oriundo de la ciudad de Pau, sino que le rinden homenaje a su ancestro visitando con regularidad la modesta morada que lo vio nacer. Así que la moraleja de esta historia es: cuando vaya a hacerse un tatuaje… piense dos veces en las consecuencias que este pueda tener.

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Franck Antonio Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo ([email protected])

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