Cumplidos 75 años, disfruto de ser espíritu libre
Logos
Hoy jueves 3 de junio del año 2021 celebro mis 75 años. Y me regocija que, en el transcurrir de esos 75 años, haya llegado a reconocer, con creciente lucidez, que he nacido libre; y por ello nadie podría haber tenido el generoso poder de otorgarme libertad. La libertad ha sido mi primera propiedad, y también la primera de la cual el Estado ha pretendido despojarme.
Y disfruto de ser finalmente un espíritu libre que, como imperial águila real, vuela victorioso en mi vasto mundo interior. Y ese espíritu contempla los muros del mundo exterior que los gobernantes han construido para eliminar la libertad de los gobernados, y convierte en caro ideal derribar esos muros e instituir, con el arma sagrada del derecho y el incendiario fuego de la razón, el reino grandioso de la libertad.
Soy espíritu cuyo pensar es soberano. Y entonces soy auténtico dueño de mi pensar, allende dolores y placeres, apariencias y realidades, frustraciones terrenales y esperanzas celestiales. Soy espíritu que navega en su propio mar, con su propio horizonte y sus propias riberas; o con sus propios estados de calma y sus propios estados tormentosos; o con su serena manifestación exterior y su secreta agitación interior.
Mi espíritu libre desiste de cualquier dogma, es decir, de cualquier creencia que pretenda ser indiscutible y ante la cual la razón tenga que hincarse. Toda creencia es objeto de su crítica. Y no necesariamente es espíritu escéptico. Empero, entre la cómoda obstinación del dogmatismo y la intrépida insensatez del escepticismo, prefiere el escepticismo.
Y mi espíritu libre distingue lúcidamente entre el puro creer, y el querer creer. Y se percata de aquello que quiere creer, y se purifica y despide su querer creer. Es un espíritu que sabe que uno de los mayores peligros a que está expuesto es engañarse a él mismo. Y elude ese engaño porque ansía la hermandad de libertad y verdad.
Mi espíritu libre adopta una actitud de alerta cuando lo acecha alguna convicción. Ella puede ser peligrosa porque seduce psicológicamente y aparenta ser portadora de la verdad; pero realmente puede ser portadora de una sutil falsedad que subyace en una ilícita ilusión de verdad.
Mi espíritu libre no puede estar sometido a una autoridad intelectual o moral. Puede reconocer la autoridad; pero no la venera y jamás podría convertirla en fuente de verdad o de imperativo moral. Respeta la autoridad; pero no la deifica. Y puede acudir a ella; pero no porque es un oráculo poseedor de exclusiva sabiduría sino porque la prudencia lo sugiere.
Mi espíritu libre convertido en filosofía arroja su pensar sobre el ser y el devenir del mundo; y busca verdades y contempla misterios, con la certeza de ser él mismo, aunque no encuentre verdades ni disipe misterios. Y con esa certeza camina portentoso entre planetas, estrellas, galaxias y conjuntos galácticos.
Mi espíritu libre es aristocrático: huye de aquellas humanas masas confusas y difusas cuya mejor riqueza es el resentimiento y la envidia, la corrupción moral, la veneración de los demagogos y el disfrute zoológico de la igualdad por la igualdad misma y el odio también zoológico a la desigualdad por la desigualdad misma. Y mi espíritu libre es único porque es propio de mi insustituible, intransferible e irrepetible individualidad.
In summa: mi espíritu libre es soberanía del pensar. Es espíritu que demanda un mundo que sea mundo de la libertad. Es espíritu crítico, que detesta el dogma. No es servidor de alguna presunta autoridad intelectual o moral. Elude engañarse a él mismo. Se cuida de la convicción que intenta escapar de la razón y residir en la emoción. Es autoconsciencia pura que fluye plácida en el Universo mismo. Y se congratula de su aristocracia y se complace en contemplar los maravillosos territorios de su absoluta individualidad.
Post scriptum. Y durante 75 años de vida he recorrido los caminos del mundo, no con presuntuoso desdén sino con secreto regocijo porque soy espíritu libre, cuyo ideal es la mayor e igual libertad de todos.

Lea más del autor: