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Hacia dónde va la crisis social de la región

Sueños…

Metodij Hadzi-Vaskov, Samuel Pienknagura y Luca Ricci

La región de centroamérica sufre una de las peores crisis económicas y sanitarias de las últimas décadas. El desempleo, la falta de ingresos, el aumento de la pobreza, la falta de oportunidades y sistemas políticos corruptos son el escenario de los proyectos de recuperación de la mayoría de países del istmo.

Las tensiones sociales, producto de la desigualdad, la ineficiencia, la corrupción y la escasez de transparencia e innovación son el puente para la salida de la crisis. ¿Podrán los proyectos progresistas generar alternativas viables y duraderas en el marco de las tensiones sociales?, ¿Podremos superar finalmente los problemas sociales acumulados durante siglos?, ¿será el momento de proponer un proyecto político de unidad patriótica, solidario, defensor del ambiente y con gobiernos y mercados eficientes?, ¿podremos superar los odios de siglos, cauterizar heridas y construir modelos de desarrollo libres, democráticos, inclusivos, solidarios?

Una catástrofe se cierne sobre la región. La pandemia ha generado un aumento de los problemas sociales, los rencores y los malentendidos históricos. A la pandemia, le ha seguido la paralización de amplios sectores productivos y comerciales, lo que deriva en un aumento de las protestas, que pueden derivar en una catástrofe de confrontaciones sangrientas o pueden ser la señal para ser el inicio de reformas sociales, cambios políticos de los Estados y consciencia de protección de la naturaleza y sus especies.

Según informes del FMI, el último Índice de Paz Global, muestra que el número de disturbios, huelgas generales y manifestaciones antigubernamentales en todo el mundo ha aumentado en un alarmante 244% en la última década. https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=15984.  Como en toda pandemia anterior, el confinamiento y el miedo al contagio forzaron a una pausa temible del descontento social. Pero igual, que esas pandemias anteriores, llega el momento que los problemas de aumento del desempleo, la pobreza, las necesidades insatisfechas y el descontento por los privilegios de la burocracia estatal se desbordan y provocan cambios. Ya sea hacia la democratización de la sociedad, o hacia el apoyo de regímenes autoritarios populistas (en cualquiera de sus variantes: izquierda, derecha, fascismo, estalinismo, el soñado trotskismo, macartismo, etc.).

Al observar la prensa internacional se nota que en todas las regiones del mundo surge la tormenta de la confrontación social. La gente se siente frustrada y busca desesperadamente incorporarse a una solución, sea democrática o dictatorial. Las manifestaciones recorren desde el primer mundo hasta el tercer mundo. La gente se siente frustrada por la mala gestión de la crisis, por la corrupción de funcionarios públicos y empresas privadas, por los privilegios de la burocracia estatal y su ineficiencia gerencial.

Es indispensable diseñar un nuevo sistema económico-social-ambiental. En donde se produzca con eficiencia, se distribuya equitativamente el producto y se proteja el resto de especies animales y vegetales. La creciente ola de tensión tendrá que afectar la recuperación de la convivencia. Lo hará en forma democrática o autoritaria.

¿Podrá el mundo cambiar hacia delante, hacia soluciones de unidad y convivencia social y con la naturaleza? O reiniciaremos el camino de la desigualdad, la inoperancia, la destrucción de la naturaleza. Los humanos somos claramente depredadores, pero tenemos ante nuestra vista, por primera vez la visión clara de que la supervivencia y respeto al resto de especies es esencial para nuestra supervivencia. Podrá nuestro egoismo ayudar a encontrar un nuevo sistema económico-social-ambiental o seguiremos cavando el fin de las condiciones de vida en este maravilloso planeta.

En la región, incluyendo a Dominicana (y excluyendo a Belice, tenemos que excluir a alguien, de lo contrario ya no seríamos nosotros), Guatemala posee el 28%, Dominicana 18%, Costa Rica el 9% y Panamá el 7% de la población total. La urbanización en la región es implacable, con sus resultados de destruir bosques y especies animales, en la construcción masiva de urbes, carreteras, autopistas, puertos y aeropuertos. En Costa Rica el 80% de la población vive en zonas urbanas, seguida por Panamá y Dominicana que oscilan entre el 6 y 68% En cuanto al nivel de expectativa de vida, solo Costa Rica supera los 80 años, en este país especial la población mayor de 65 años es el 21%, en Guatemala es apenas el 10%, el más bajo de la región, o con el peor nivel de vida para la mayoría. 

La desigualdad, la solidaridad son elementos esenciales para salir de la crisis con una visión optimista del futuro. Es indispensable rediseñar estos Estados y hacerlos posibles. A las desigualdades nacionales se suman las desigualdades regionales. Un panameño produce al año lo que producen 7 nicaragüenses, Costa Rica lo que producen 6. Un panameño produce al año lo mismo que producen 4 guatemaltecos, un tico produce lo que producen 3 chapines. La desigualdad no es solo en la distribución, también en la producción. En los países con menor productividad se necesitan reformas que mejoren la calidad, la cultura y la capacitación de todos los habitantes.

Por supuesto, las tensiones sociales son diferentes en Estados Unidos y Europa occidental, en donde la revolución de la inteligencia artificial y el traslado de la inversión a países de mano de obra barata desplaza masivamente los empleos, que en Hong Kong o Taiwan, en donde la lucha es por lograr la independencia y la libertad nacional. O, en África, América Central y sudamérica en donde la inmigración masiva es por la destrucción de las nacionalidades y la cultura indígenas con la destrucción masiva de la naturaleza. Por supuesto, el mundo sigue dividido en regiones con mayor y menor desarrollo político y económico. Países con instituciones débiles, dominadas por oligarquías terratenientes y sistemas politicos corruptos es más difícil una solución progresista.

Es el momento de proponer un proyecto patriótico, de unidad, integración de distintas naciones, gasto social en educación, salud y protección del ambiente. El pasado pasado es. Tenemos que enterrarlo construyendo una nueva sociedad solidaria y consciente de su responsabilidad con el planeta.

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.

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