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¿Estado de calamidad?

Antropos

El Estado, a través de dos de sus poderes centrales, el ejecutivo y legislativo, tienen la potestad de legislar y ordenar en casos de urgencia nacional, si procede un estado de sitio que fue el que más se utilizó en los gobiernos militares para inhibir las libertades individuales. Fue una medida para postrar a la sociedad guatemalteca ante la fuerza del aparato estatal. Hubo sobreabundancia de vigilancia abierta y de inteligencia, con tristes recuerdos de represión.

Los gobiernos “democráticos” llamados así porque fueron el resultado de procesos electorales, estilan ante situaciones críticas, los estados de calamidad. Obviamente no se conculcan las libertades, pero pueden tomar decisiones sin mucha consulta, tales como el uso arbitrario de presupuestos, que según ellos lo indican, obedece a una planificación.

Sin embargo, hasta hoy, hemos percibido durante estas excepcionalidades estatales, que los problemas no se logran resolver, sino que se ahonda cada una de las aristas de lo que tenían en mente solucionar. En efecto, nadie puede prever una catástrofe natural, como lluvias abundantes, incendios forestales, temblores y terremotos. Pero lo qué si sabemos, es el hecho que una sociedad en la cual sus habitantes tienen coberturas justas en salud, vivienda, alimentación, empleabilidad, los embates de los remolinos de los fenómenos catastróficos, serían de menor costo humano.  Pero y además, para enfrentar de manera adecuada todo esto, se necesitan líderes carismáticos, queridos, visionarios, trabajadores, valientes y además, honrados en el manejo de los recursos financieros y de apoyo internacional.

Hoy, de nuevo se presenta la iniciativa de un “estado de calamidad”, casi como una continua forma de proceder, porque entiendo qué durante el actual gobierno, han ejecutado una buena cantidad de estos resortes gubernamentales. Se argumenta centralmente que el país se enfrenta a un alza impresionante del Covid. Según datos periodísticos, diariamente se reportan cuatro mil casos de infecciones y casi medio centenar de lamentables muertes. A la par, una débil vacunación debido a una nefasta forma de este proceder de la salud pública. 

Efectivamente nadie puede negar que existe una negligencia en la vacunación. Si esto se hubiera llevado a cabo con anticipación, seguramente la pandemia golpearía menos vidas humanas y detrimento de la economía nacional. Declarar de urgencia nacional, el “estado de calamidad”, es una forma de escamotear la realidad. Los hechos son concretos, hay escasa vacunación y los centros hospitalarios están mal atendidos, lo cual ha llevado casi a un colapso del sistema de salud del país, principalmente, porque no se atienden las causas de la enfermedad, sino que “aparentemente”, pienso yo, quieren curarla con la puesta en marcha de un “estado de calamidad”. 

O vuelve el Estado a fortalecer de verdad, el sistema de salud, o permanentemente tendrá que aparentar que las enfermedades o catástrofes, se resuelven con un aparente estado de calamidad. ¿Qué esconden con estas acciones?

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