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El asesino de Sisi Emperatriz

Editado Para La Historia

Cuando una persona es asesinada es evidente que todas nuestras simpatías se dirijan hacia el que ha perdido la vida. Poca simpatía, por no decir desprecio, sentimos por el asesino. Pero cuando la víctima es una mujer hermosa, querida y respetada, inocente, desvalida y desprotegida, el asombro, y para algunos el dolor, es aún mayor. Ya en el pasado he hablado en más de una ocasión de la Emperatriz Elisabeth de Austria y Reina de Hungría, conocida por todos como Sissi. Fue una mujer a la que le tocó vivir una vida muy dura perdiendo primero a una de sus pequeñas hijas y después ver como su único hijo varón, destinado a ser el siguiente emperador, fallecía en un caso aún no dilucidado por la historia ni por la policía. 

Desde el momento mismo en que llegó a Viena a casarse con el hombre que amaba (que no era otro que su primo hermano Francisco José, Emperador de Austria), se supo que esta mujer, extremadamente hermosa y elegante, poco encajaba en el estricto protocolo que se vivía en la corte austriaca. Ella había crecido como marimacho, montando a caballo y correteando por las laderas de las montañas de su Baviera natal. A pesar de sentir un grandísimo amor por su esposo poco tiempo permanecía a su lado, escapando de la insoportable etiqueta a la que estaba obligada. Tenía un tren que la llevaba por los diferentes lugares de Europa huyendo de su realidad. Cierto es que la emperatriz Elisabeth era inmensamente rica, pero sabemos que la riqueza, si bien soluciona múltiples problemas, no trae consigo la felicidad, y Elizabeth era una mujer muy infeliz. 

La historia que les quiero contar comienza en septiembre de 1898 en la ciudad de Ginebra, Suiza. Suiza es una confederación de cantones y en ese momento en el país gobernaba el partido socialista, que acogía a todos los inmigrantes que tocaran las puertas de Suiza pidiendo asilo político. En estos años existía un movimiento político muy fuerte que era el de los anarquistas. Los anarquistas querían eliminar el orden social que prevalecía en el mundo para establecer un régimen sin leyes y sin instituciones. Anarquía, de dónde sale su nombre. Consideraban que la forma en que podían lograr sus objetivos era asesinando a personas importantes y a hombres políticos del momento. En Europa ya se habían producido varios atentados anarquistas, entre ellos, al Kaiser Guillermo de Alemania. Alejandro II de Rusia había muerto desangrado como consecuencia de uno de estos ataques, amén de ataques a toda una serie de personajes políticos del momento. Pero nunca se había producido un atentado anarquista contra una mujer.

En el año 1873 nació en París Luigi Lucheni, hijo de italianos emigrantes. El padre, borracho colérico, abandonó a su pareja, aún menor de edad, apenas supo que la tenía embarazada y esta pobre mujer, pastora en la Italia que la vio nacer y que se ganaba la vida en París como sirvienta, se desajenó del bebé entregándolo a los servicios públicos. Luigi asistió poco a la escuela y solo tuvo rudimentos de escritura y lectura. Fue devuelto a Italia y entregado a una familia de adopción que lo puso a trabajar en el campo a la edad de 10 años. Se enroló en el ejército italiano en la primera guerra que desencadenó Italia contra Etiopía, que en aquella época se llamaba Abisinia. Durante la guerra, y gracias a su valentía, logró ganar algunos galones y, de regreso a Italia, esperó en vano que su gallardía durante la guerra le procurará un puesto de guardia de prisión. En vano esperó Luigi ese nombramiento, lo que evidentemente lo llenó de rabia contra las instituciones. 

Ante la imposibilidad de encontrar trabajo en Italia, se fue a trabajar a Ginebra como albañil donde, en ese momento, había un importante boom inmobiliario. En su decepción contra la sociedad, poco a poco Luigi se acercó al movimiento anarquista y pronto tomó la decisión de dar un golpe contra algún rey. En 1898 el rey de Italia había sofocado a sangre y fuego una rebelión de obreros explotados en Milán. Luigi pensó que era necesario matar a Humberto, rey de Italia, pero el dinero no le alcanzaba ni siquiera para un boleto de tren. 

El destino había traído en esos momentos a la emperatriz Elisabeth a Ginebra y se alojaba, como siempre, en el muy elegante hotel Beau Rivage. Aquel día de septiembre de 1898, salió Elisabeth de su hotel para tomar un buque de vapor que la llevara al otro lado del Lago Lemán, a territorio francés, a visitar a su amiga la baronesa de Rothschild. Luigi sabía por la prensa que la emperatriz se encontraba en la ciudad. Como Elizabeth no consideraba ser objetivo de ningún enemigo rechazó la protección policiaca que le ofreció la ciudad de Ginebra. Luigi tenía en mente asesinar al Conde de Orleans, pretendiente al trono de Francia, pero el conde había salido de la ciudad antes de lo planificado. En el malecón frente al hotel se sentó Luigi a esperar divisar a la emperatriz. Cuando llegaba Sissi al muelle, se le acercó el anarquista y con un estilete que él mismo había fabricado se lo encajó a la altura del corazón. Nadie se percató de la gravedad del hecho, la emperatriz cayó al piso y todos pensaron que lo que pretendía Luigi era robarle su reloj. Mientras dos cocheros que estaban cerca corrían tras el presunto ladrón de la emperatriz, esta se apresuró para no perder su barco. Cuando ya estaban navegando ella se sintió mal y al abrirle su dama de compañía la blusa se dio cuenta de que, de una pequeña herida, salía una gota de sangre. Acto seguido Elizabeth se desmaya, el barco regresa a tierra firme y devuelven a la malherida a su habitación en el hotel.

Mientras tanto, los dos cocheros habían atrapado a Luigi y un policía se lo llevó a la gendarmería. Allí gritó: ¡La he matado, ella debe estar muerta en este momento! Por mucho que corrieron, los doctores no pudieron salvar a la desdichada. La noticia cayó como una bomba en todo el mundo. Como el día siguiente era domingo, todo Ginebra se presentó al hotel para firmar el libro de condolencias. Los partidos políticos y la prensa de oposición atacaron con vehemencia al gobierno que le abriría las puertas a cualquier asesino. En la prensa mundial se hablaba del lamentable hecho, mientras que los socialistas en el poder si bien lamentaban públicamente el asesinato de una inocente, decían que era la sociedad capitalista la que originaba estos anarquistas. Agregaban que eran los propios burgueses y nobles los que le habían puesto el arma homicida en manos de Luigi.

El juicio se realizó 2 meses después del asesinato. En total fueron 60 los reporteros que se inscribieron para dar a conocer las noticias de este juicio, cuatro de estos periodistas eran mujeres. Un famoso psiquiatra suizo del momento se presentó como defensor de Luigi, alegando que, al ser hijo de un colérico borracho, Luigi había heredado de su padre esta tendencia criminal. Quería Luigi ser deportado a Italia, donde se le hubiera condenado a la pena capital y, de esta forma, pasar como un mártir del anarquismo, pero las autoridades decidieron que sería juzgado en Ginebra, donde las penas eran más benignas. Finalmente fue condenado a cadena perpetua.

Inicialmente tuvo un comportamiento bastante disciplinado en una celda aislada en donde lo pusieron a fabricar zapatillas. Más adelante comenzó a escribir sus memorias, pues Luigi quería que pasaran a la historia como un alegato del pensamiento anarquista que él había abrazado. Cuando había escrito más de doscientas páginas, misteriosamente los guardias de la prisión las desaparecieron. A partir de ese momento su conducta fue extremadamente irascible, destruyendo los pocos muebles que había en su celda y siendo muy violento con los guardias. Un buen día de octubre del año 1910 se suicidó con su propio cinturón en circunstancias misteriosas. El mismo doctor que hizo la autopsia de Elizabeth fue el que solicitó estudiar el cerebro de Luigi, con la esperanza de encontrar algún rastro de locura en el mismo.

El hecho es que hasta el año 1985 estuvo la cabeza de Luigi dentro de un frasco con formol en el Instituto de medicina forense de la Universidad de Ginebra. Fue en ese año que fue solicitado por el Narrenturm de Viena, es decir, el Museo Estatal de Patología Anatómica. De vez en cuando se exponía está horrible pieza a los visitantes del museo que en el Palacio de Schönbrunn existe sobre la vida de la emperatriz Sissi. Agobiados por tan macabra exposición, las autoridades del museo decidieron darle sepultura en el cementerio central de Viena. 

Nada obtuvo Luigi con tan triste asesinato, en nada cambió la historia del mundo. Otros atentados anarquistas vendrían y todavía nuestro mundo de hoy sigue conociendo atentados terroristas que ya no apuntan ni a políticos ni a nobles, sino a cualquiera de nosotros, simples ciudadanos.

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Franck Antonio Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo ([email protected])

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