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Los problemas y el Bicentenario

Tanmi Tnam

Para los sectores empobrecidos y pueblos originarios de Guatemala es triste observar inauguraciones de obras y compra de recuerdos para la conmemoración del Bicentenario porque no hay motivos para dicha fiesta. El gobierno de turno y la entidad oficial especializada en cultura demuestra mentalidad colonial, de exclusión y sin proyección de esperanza para el futuro de los pueblos y por eso centra su interés en la compra de llaveros, playeras y mochilas en claro derroche de los recursos del pueblo. Es recomendable que este recurso sea trasladado a acciones que minimicen la presencia de la pandemia, especialmente en regiones con población indígena.

La corrupción es uno de los problemas que se habla en pasillos, comedores, buses y mercados populares y se escucha que existe un Ministerio Público cuya lógica de operación se entiende en sentido contrario porque limita investigar a politiqueros y trabajadores corruptos del Estado y que persigue a quienes se colocan del lado de la transparencia y de la honradez. Los actores corruptos están incrustados en los poderes establecidos y son el obstáculo para el ansiado desarrollo. 

Mientras que en contextos de pobreza la población no cuenta con la formación ni la información necesarias para el análisis y la compresión del significado y el impacto del acontecimiento histórico cuyo bicentenario se conmemora. Esto limita construir proyectos para el bienestar de todos. Es necesario transformar la educación escolar con que contamos porque forma para la sumisión, el conformismo, la explotación y la exclusión.

Para agrandar las penas de los pueblos, muchos líderes de iglesias no tienen ojos, no tienen corazón y cierran la boca para mantener en el olvido a los pobres y dan su consentimiento para mantener la corrupción, el irrespeto a la dignidad de las personas y el fomento de la miseria. Aparentan ser analfabetos para no leer ni aplicar el contenido de tantos documentos producidos por ellos mismos que se refieren a la plenitud de vida y al bien común.

Durante varios siglos se ha hablado de libertad y desarrollo, pero la población empobrecida está sola. Las instituciones oficiales de desarrollo llegan con una agenda prevista desde la oficina, trabajan unos años con atención a sus seguidores y luego desaparecen sin que cambien las condiciones locales debido al enfoque paternalista y falta de participación de actores locales. 

Los pueblos de Guatemala deben ubicar la conmemoración del Bicentenario de la Independencia como punto de partida para la transformación profunda que necesita el país. El liderazgo confiable debe invitar a todos los sectores y pueblos de Guatemala para que luchen por esta transformación desde sus propios espacios habida cuenta que la corrupción, la discriminación, el racismo y el maltrato a la dignidad humana está en las instituciones privadas, en las iglesias, en los centros educativos, en los tribunales de justicia y en ámbitos de trabajo. 

La diversidad del país con sus condiciones de vida, sus contradicciones, visiones de vida y sus aspiraciones permite que todos luchen por la transformación política y económica para generar trato digno a las personas y a los pueblos, pero en democracia y justicia. De manera conjunta empobrecidos, familias de todas las condiciones, pueblos de Guatemala y organizaciones conscientes para que en familia y en   comunidad reflexionen sobre las condiciones negativas en que se vive y busquen el mejoramiento de las generaciones futuras con la participación de todos. Esto es posible con un proyecto político incluyente para el bien común.

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